09 septiembre 2009
“La masacre de Acteal es parte de un engranaje de guerra en donde los afectados (agredidos, atacados) han sido principalmente los indígenas zapatistas”.
Xóchitl Leyva Solano.
I
Persiste en el inconsciente colectivo de los personeros panistas, priístas, perredistas, etc., del poder político del Estado un trasgo espectral esperpéntico: el estallido social, entendido éste de guisa variopinta. Usar esa expresión es hoy moda.
Pero, ¿qué deberíase entender por estallido social? ¿Una explosión de iracundia de varios estratos y clases sociales que, agotada su energía catártica, volvería a un nivel de presión inocua? ¿O una deflagración de descontento societal? ¿Descarga? ¿Voladura?
¿O un proceso revolucionario organizado, extendido, ramificado, con objetivos reivindicadores que implicarían la toma de, por lo menos, los enseres estratégicos del poder político del Estado con fines de cambios estructurales y superestrucutrales?
Fuese cual fuere la definición y, desde luego, la percepción comprensiva general del fenómeno descrito como “estallido social”, lo vero, así antójase, es que éste ya está ocurriendo. Hay ruptura. La sociedad ya estalló. Hay estruendos de protesta. Truenos.
Y, sobre todo, hay crepitación. Sí, crepita un fuego atizado por los vientos civiles de los anhelos de reivindicación socioeconómica y sociopolítica que se extienden desde los ríos Tijuana y Bravo hasta el Hondo –frontera con Belice— y el Suchiate y Usumacinta.
Pero ese fuego y la crepitación deveniente no han resultado de una combustión espontánea; tiene causales profundas, transversales en el universo de los anhelos históricos de los pueblos de México. Los mexicanos vivimos en un contexto de guerra.
O de guerras, a fuer de precisión y exactitud. El poder político como tal y sus facciones incluso antagónicas –que dan verismo a las leyes de la dialéctica-- hace varias guerras que, inaconsejable, suicidamente, libra en muchos frentes simultáneos.
II
Está, por principio, la gran guerra contra el pueblo que, objetivamente documentada, tiene manifestaciones de tan intenso y trágico dramatismo que disipa las nieblas que ocultarían sus causas: la naturaleza antisocial del poder político del Estado mexicano.
Para los personeros panistas, priístas, perredistas, etc., de ese poder político antisocial del Estado, el pueblo es el enemigo al que hay que someter porque ya “amenaza” con estallidos de irritación y reivindicación. Más el estallido se dió en 1810. O antes (1519).
La experiencia de las luchas históricas de los pueblos de México –que incluiría a la diáspora mexicana en Estados Unidos-- ha sido variopinta, con altibajos fásicos y etapas nítidamente delimitadas a veces y ambiguas y confusas en otras ocasiones.
Pero en esas luchas históricas ha habido –hay, precísese— una constante insoslayable que escapa a las leyes de determinismos metafísicos del desarrollo social. Esa constante se define a sí misma por las causales estructurales y sus coyunturas particulares.
Algunos abanderados de la sociedad –ajenos al poder político formal del Estado mexicano histórico, desde 1824 a la fecha-- han entendido y continúan comprendiendo las fases de esas luchas históricas como resistencia, sea ésta pacífica o violenta.
Resistir los embates de la opresión de los más por los menos no es, ni de lejos, revolucionario; sería lo opuesto. Resistir pasivamente tiene un efecto mediatizador sin méritos reivindicadores. La resistencia civil debe abandonar su foquismo protestatario.
Y convertirlo en quehacer estratégico y táctico recursivo que no sólo exija en la calle que los personeros panistas, priístas, perredistas --salinistas en suma— del poder político del Estado renuncien a su vocación antisocial, sino su perentorio desalojo.
III
¿Y cómo desalojar a esos personeros espurios del poder político del Estado? La vía no es la del desalojo físico, a patadas –que se vayan a su casa o, si posible, a la cárcel--, sino la de los brazos caídos. Huelga general. Huelga general organizada. Sí, organizada.
Huelga general de pago de impuestos al Estado y al consumo de bienes y servicios y boicoteos a las actividades mercantiles de los monopolios de producción e intermediación lucrativa. Piénsese en Bimbo, la Coca Cola, la televisión, por ejemplo.
Abandonar así el atavismo de resistir heroica, estérilmente la opresión, sino cesar las causas y efectos de éste y revertirlas sin miramientos estratégicos y tácticos en pos de un ilusorio modus vivendi de indefiniciones. Ni Hidalgo ni Morelos lo aceptaron.
No lo aceptaron, tampoco, Magón, Zapata, Villa. No lo aceptaron Vallejo, Campa, Salazar, Genaro, Lucio o los hijos biológicos y putativos de las madres que, con Rosario Ibarra, exigen les devuelvan, vivos, a los desaparecidos desde Díaz Ordaz a Calderón.
No se trata, pues, de fijar como objetivos estratégicos el empate –lo que los gringos llaman “Mexican standoff”-- , pues éste seguiría siendo opresión desde cualesquier prismas de la política como medio de búsqueda y logro de bienestar social.
Éste último –el bienestar social-- ha dejado de ser objetivo histórico inalcanzable.
Desde la Constitución de Apatzingán y el Plan de Ayala hasta la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, el bienestar social tiene atajos transitables: la democracia vera.
Cierto. El bienestar social no es sólo una esperanza inasible por intangible –sueño de noches de veranos revolucionarios— y un anhelo determinado por arbitrarias leyes míticas de la metafísica y el esoterismo; éstos son, en realidad, medios de control social.
El enano del tapanco –envuelto en un petate de muerto-- aterra a los Salinas, Slim y otros oligarcas y sus plutócratas a ubérrimo estipendio gubernamental. El enano bien puede llevar por nombre Andrés Manuel, pero su “id” real es el hartazgo de la opresión.
ffponte@gmail.com
www.faustofernandezponte.com
Glosario:
Constitución de Apatzingán: Formalmente llamado Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana. Fue promulgada en 1814 por el Congreso de Mèxico reunido en Apatzingán convocado por José María Morelos y Pavón, jefe de la insurgencia para independizar a la Nueva España. Establece el principio de la soberanía popular y el derecho del pueblo a cambiar de forma de gobierno según su voluntad. Proclamó la división de tres poderes, considerando como supremo al Legislativo.
“Id”: impersonalidad de la psique fuera de su ego. El verdadero inconsciente o parte más profunda de la psique. El receptáculo de los impulsos institntivos, dominados por el principio del placer y el deseo impulsivo ciego.
Metafísica: parte de la filosofía que trata del ser en cuanto tal. Oscuro, difícil de comprender. Imposibilidad. Más allá de las leyes fìsicas.
Plan de Ayala: proclamación política promulgada por Emilizano Zapata el 25 de septiembre de 1911, desconociendo al gobierno de Francisco I. Madero y levantarse en armas para restituir la propiedad de las tierras comunales arrebatadas a los campesinos por caciques, hacendados, y terratenientes, y devueltas a sus dueños originarios.
Sexta declaración de la selva Lacandona: documento emitido en junio de 2005 por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional como una nueva iniciativa social en la que los indígenas zapatistas explican cómo y cuáles han sido los pasos dados en su lucha por la autonomìa indígena de México. En el documento, elaborado mediante consulta colectiva, contextualiza el discurso político del zapatismo indígena.
Lecturas recomendadas:
La Constitución de Apatzingán. Varias editoriales.
Plan de Ayala. Varias editoriales.
Sexta Declaración de la Selva Lacandona. Varias editoriales.
1 comentario:
hola me parecen muy interesantes sus reflexiones les invito a compartir las mias en metarrelato.blogspot.com y en algún momento compartir puntos de acuerdo.
Saludos.
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