Una democracia no es en realidad más que una aristocracia de oradores, interrumpida a veces por la monarquía temporal de un orador.
-Thomas Hobbes-
FELIPE CALDERÓN SIGUE sin “leer” la realidad que le rodea. El clímax de la crisis no está, ni de lejos, en torno de los personajes a quienes este lunes defenestró, pues él mismo se deshizo en elogios a las personas y a la labor de quienes en ese momento despedía del gabinete presidencial. Los cambios en su gabinete nada tienen que ver, en apariencia, con su decálogo de buenas intenciones. Son simples ajustes de cuentas con individuos o grupos de poder.
Los cambios en el gabinete, empero, sí son reflejo del agotamiento del sistema presidencialista que ni Fox ni Calderón se atrevieron a desmontar. O no quisieron o, de plano, no pudieron. Es la Presidencia de la República la que ya no funciona. O al menos, no funciona con Calderón cual su ocupante.Bajo los gobiernos panistas “la Presidencia de la República, institución fundamental del sistema político, ha entrado en la fase terminal de una crisis que viene incubándose desde hace decenios, como lo demuestran unos cuantos ejemplos de la larga serie de graves errores y atropellos cometidos desde Los Pinos: la dependencia económica respecto del petróleo durante el sexenio de José López Portillo; el sometimiento frente a los organismos financieros internacionales, como el FMI y el BM y el fraude electoral durante el periodo de Miguel de la Madrid; el asesinato político como norma, las privatizaciones corruptas, la pésima negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y el mantenimiento, por razones de imagen del gobernante, de una paridad artificial de nuestra moneda, que condujo a la peor crisis de nuestra historia durante el gobierno de Carlos Salinas; el rescate y encubrimiento del mayor fraude bancario, durante el periodo de Ernesto Zedillo y, finalmente, la parálisis, el enfrentamiento deliberado con el Congreso, la incompetencia a veces grotesca, la decisión —y la posibilidad material— de emplear políticamente la procuración e impartición de justicia para inhabilitar al principal adversario, lo que equivaldría a un golpe de Estado anticipado y la erosión acelerada del último remanente de dignidad de la institución presidencial” durante las administraciones blanquiazules, señala el investigador Iván García Sandoval acerca del tema.La Presidencia que ocupa Felipe Calderón es la misma que usufructuaron sus antecesores priístas. Una Presidencia antidemocrática, prácticamente monárquica y, por ende, autoritaria donde sólo los chicharrones del sexenal titular –del ocupante, en este caso— son los que truenan.Y en el caso de los nombramientos de sus colaboradores siempre han detonado para mal, aunque Calderón crea –sólo él—, aquello de que “no que no tronabas, pistolita”.Los cambios en la PGR, en SAGARPA y en PEMEX nada dicen a la mayoría de la población, excepto que quienes se han ido eran los mejores –de acuerdo a la oratoria escuchada, ooootra vez, en cadena nacional—, y de hecho poco tienen que ver con los puntos programáticos que en el segundo simulacro de toma posesión delineó el michoacano hace justo una semana.Urge que en la integración del equipo de trabajo del inquilino de Los Pinos haya participación más amplia, para que deje de ser producto de decisiones unipersonales que, en el mejor de los casos, privilegian el cumplimiento de cuotas de poder e, invariablemente, resultan en la colocación de personajes no aptos para los encargos.En situaciones desastrosas cual la que ahora se vive en el país, sin conducción acertada, el Congreso debe apoyar –y se apoya siempre lo que está débil— con el nombramiento de los responsables de las áreas administrativas, pomposamente llamados “secretarios de Estado”, cuando sólo son secretarios de Despacho.
Índice Flamígero: Con respecto a los jóvenes asesinos que cobraron la vida del académico y político priísta José Francisco Fuentes, lo mismo que de su familia, el psicoanalista social José Antonio Lara Peinado envía su siempre acertado comentario: “¿Cuáles son las motivaciones de un adolescente para cometer un crimen? De entrada hay que contestar que estas motivaciones son en realidad inconscientes, por lo tanto son incontrolables y escapan al control de la conciencia. En la mayoría de los casos no producen culpa, vergüenza o asco, bien por el contrario conllevan fuertes cargas de excitación que para efectos prácticos llamaremos goce. En el pasado infantil del futuro criminal hay una serie de odios y de no deseos regularmente provenientes de los padres; niños que nacieron con el estigma de ser aborrecidos por sus padres o al menos alguno de ellos; niños lastimados que temían ser devorados por sus progenitores, sin embargo esta explicación no alcanza para entender el nivel de perversidad del asesino. Hoy en día no sólo es la estructura familiar la que determina las motivaciones de un sicario. La televisión, por ejemplo, despierta desde muy temprana edad impulsos de muerte, degradación sexual, sangre, odio y morbo. Las ‘caricaturas’ despiertan en los pequeños una sobreexcitación que en la mente de niños rechazados y lastimados conforma el escenario mental del futuro asesino, sin embargo no sólo son la familia y la televisión, es también el sistema político-económico. La corrupción y la impunidad de los políticos son tan descaradas que un niño pronto se siente motivado a ser poderoso, en tanto al político se le permiten toda clase de excesos y vive bien. Lo curioso y aún más patológico es que los que conformaron al futuro criminal son los mismos que se escandalizan de lo que hicieron los jóvenes asesinos: la familias acomodadas que se han hecho ricas a costa de la explotación de los que menos tienen, la televisión y los políticos quienes ahora se espantan de lo que en realidad ellos han provocado. No se trata de justificar a un asesino, se trata de ir más allá en torno al estudio de las motivaciones inconscientes que los llevan a matar.”
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