Luis Javier Garrido
El país está viviendo momentos críticos que exigen de todos una definición si se quiere mantener la viabilidad de México como una nación independiente, y esto vale también, y sobre todo, para los partidos políticos, que históricamente se han refugiado en la indefinición, en las "medias tintas" y en la falta de un compromiso real con las mayorías.
1. El décimo Congreso Nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD), que se lleva a cabo del 16 al 19 de agosto, en el primer año de un gobierno panista de facto cuyo único proyecto es ahondar la entrega de los recursos estratégicos del país al capital trasnacional, sin importarle que para alcanzar esos objetivos deba cancelar para ello derechos básicos del pueblo mexicano, en medio de la crisis moral por la que atraviesa la burocracia gobernante, tiene, por lo mismo, una responsabilidad fundamental: la de su definición.
2. Los poderes fácticos le han dejado muy pocas atribuciones reales a Felipe Calderón, y entre ellas, además de la de fungir como figurón en saraos y ceremonias, está la de actuar como jefe de partido o de facción, los que ha empleado estos meses tanto para controlar el aparato de Acción Nacional en manos de la facción foxista de El Yunque, que le es hostil, como para combatir al PRD y sobre todo tratar de aniquilar a Andrés Manuel López Obrador. Y su fracaso no ha hecho más que fortalecer al PRD, que llega a su reunión fortalecido internamente en torno a quien fuera su candidato presidencial, pero en medio de innumerables contradicciones y débil ante la sociedad.
3. El PRD tiene múltiples y gravísimos defectos y limitaciones, pero éstos no son aquellos que una y otra vez se denuncian en las campañas en los medios, derivadas del pánico de los panistas ante la popularidad de López Obrador y el creciente repudio social a Calderón. En consecuencia la obsesión del gobernante de facto panista por responsabilizarlo del fracaso absoluto que ha tenido al tratar de gobernar de manera espuria al país, y que los locutores de Televisa y de Tv Azteca, entre otros, enuncian de continuo, reiterando hasta la saciedad que si no hay acuerdos en las cámaras ello es responsabilidad del PRD, está, por lo mismo, destinada al fracaso. ¿Por qué iba una formación política a apoyar los programas neoliberales cuando éstos son contrarios a sus tesis?
4. ¿Qué diálogo, por otra parte, se puede tener como un individuo que aceptó llegar a la Presidencia por medios ilegales y en componendas inconfesables, y que desde que ha estado intentando asumir el cargo no ha hecho otra cosa que acatar órdenes del exterior y cumplir compromisos económicos y políticos con una mafia de empresarios y políticos de tercera?
5. Los partidos políticos menos deleznables de otros países no han dejado de ser vistos como la expresión de un "mal necesario", y el PRD no ha sido la excepción. Los defectos del PRD son, sin embargo, aquellos rasgos derivados de la derechización de muchas de sus tesis, de sus cuadros y de sus prácticas, y no como pretende la derecha en el poder los que provienen de su resistencia a adoptar tesis neoliberales. Le vienen de que las corrientes internas lejos de ser espacio para un debate de las ideas aparecen con autonomía financiera y política como grupos de interés, de que muchos dirigentes actúan sin principios éticos, de que la democracia interna no se ha ampliado, de que el partido no ha desarrollado una cultura de respeto por los movimientos sociales y, sobre todo, de que no se ha definido como una organización de izquierda diferente de los corruptos partidos de la socialdemocracia europea: de ser demasiado neoliberal y no poco neoliberal.
6. ¿No se darán cuenta, por el contrario, los periodistas que mantienen una campaña permanente de desinformación hacia los mexicanos, que los dos partidos en el poder que tanto defienden, el PAN y el PRI, no son más que organizaciones vinculadas estructuralmente al narcopoder y al crimen organizado, fuerzas políticas que han abdicado ya de su misión de buscar un camino propio para México?
7. El gobierno calderonista, en todo caso, a pesar de su recurso a las amenazas y al dinero ha fracasado en estos nueve meses de manera estrepitosa en su obsesión por "dividir al PRD" y lograr que dirigentes perredistas de las diversas corrientes, y en especial los de Nueva Izquierda, se alejasen de López Obrador y avalasen las políticas del gobierno espurio o simplemente que se tomasen una foto con el gobernante ilegítimo que pudiera ser utilizada como un argumento de que México vive "una normalidad democrática".
8. La "campaña negra" calderonista contra López Obrador, que no ha cejado desde las elecciones, parece olvidar también, por otra parte, que la gran fuerza social del ex candidato presidencial de la Coalición por el Bien de Todos reside en el pueblo y no en el PRD, y que no a todos los mexicanos se les puede comprar o confundir.
9. En las páginas de su libro La mafia nos robó la Presidencia (Grijalbo, 2007), que acaba de publicar y que ha vendido ya cerca de 100 mil copias, en el que recorre su experiencia política no como un acto de complacencia, sino como una reflexión autocrítica, Andrés Manuel López Obrador recuerda por todo ello, entre otras cosas, que el país necesita de una nueva ética para hacer política y que estamos en un momento de definiciones.
10. Los actuales dirigentes del PRD, que se hallan sin duda en un momento difícil, pueden tener aún un papel fundacional en el México que viene, pero para no ser rebasados por el movimiento social tendrán que aceptar que el momento de las definiciones ha llegado.
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