Por María Teresa Jardí
Cuando el mayor de mis hijos estudiaba Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, a menudo nos entretenía, a una tía y a mí, con amenas anécdotas históricas, desconocidas por la historia que se enseña en las escuelas, y, así, nos enteramos, por ejemplo, de que en Tortosa, provincia de Tarragona, España, siglos atrás se comían a los gatos, nuestros antepasados, pensamos de inmediato con horror, la tía y yo, que le escuchábamos.
Qué delicia debe ser, me planteo a menudo, pero, además salta a la vista, seguir, para los historiadores del mundo las anécdotas de la política mexicana contemporánea. Y ni qué decir de lo divertido que será para historiadores revisar en el futuro la historia que para el pueblo mexicano es tan dramática.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación Mexicana, producto de un golpe de Estado de la era zedillista, le hace saber al mundo que su obligación no es hacer Justicia, para salvar al góber precioso y al góber asesino de la administración de la justicia.
Desde la cabeza misma del Poder Judicial de México se envía el mensaje de que otros se van a tener que encargar de hacerse justicia ¿por propia mano? ¿Los grupos armados le parecerán bien, a los bien maiceados (para los que leen esto en otras latitudes quiere decir bien comprados) ministritos de esa supremita cortecita de injusticia del narco/bananero/país mexicano?
Seguramente sí, porque hasta ministritos impresentables, como los que en México tenemos, saben que los vacíos se llenan siempre y que los pueblos se cansan de poner a los torturados, asesinados, ejecutados, encarcelados, desaparecidos, mal comidos y peor estudiados, para mantener una banda de mafiosos que además se asignan salarios millonarios.
Comes y te vas, entregas y te vas, dejas en el buzón y te retiras., porque, para quedarte, esos mismos tribunales, que olímpicamente se otorgan el derecho de no impartir la Justicia, en aras de defender a gobernadores impresentables, como ellos, que aparecen juntos en las caricaturas a raíz de esa decisión inconcebible, por decir lo menos, decisión que ameritaría un juicio político, si tuviéramos legisladores que representarán al pueblo, tienen que legalizar el fraude.
¿Yo por qué? Comes y te vas, entregas y te vas, quedan consignadas como las frases, para la historia, de la anécdota de la derecha mexicana, que no alcanzó a ser otra cosa que anécdota. Frases con las que será, eso sí, para siempre recordada como el peor desgobierno de México.
Sí, así será recordada la derecha, no le quepa a nadie la menor duda, por sus anécdotas, porque eso es: una anécdota. No me digan ustedes que el góber de Jalisco o que el gorila, que no despacha pero que cobra en gobernación como si despachara, no son preciosos ejemplares anecdóticos del bajísimo nivel alcanzado por la política a la mexicana.
La derecha no ceja en su empeño de desatar una confrontación armada, que ganará, es lo más probable, con represión y muchos más asesinados, pero que tiene perdida desde que le apostó al fraude para llegar usurpando un poder que los ciudadanos NO, NO, NO, le otorgamos en las urnas.
Así sucede, cuando para que llegue un espurio, convirtiéndolo en usurpador, los tribunales legalizan el fraude, acaban por no querer impartir justicia ni en las más flagrantes violaciones a las garantías individuales y el pueblo harto de la injusticia acaba por levantarse en armas.
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