domingo, septiembre 02, 2007

Calderón protagonizó en San Lázaro el entregas y te vas, segunda edición

Sólo panistas y priístas estuvieron en la ceremonia de entierro del Día del Presidente
Aniquilado el ritual faraónico, persisten los usos autoritarios por medio del Cepropie
Los televidentes no pudieron escuchar las palabras de Zavaleta, que fue sacada del aire

ARTURO CANO

El presidente Felipe Calderón Hinojosa se despide de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que acudieron ayer al Palacio Legislativo de San Lázaro a la ceremonia de entrega del Informe de gobierno Foto: José Carlo González. ¡Ojo!, lo que le sale bajo el saco próximo al ano es la materia fecal de fecal, o sea, la caca. Aquí sí forma es fondo.

La forma ya no es fondo. Nunca el viejo Jesús Reyes Heroles fue tan vapuleado como esta tarde de Informe en el Palacio de San Lázaro ¿La forma es fondo? En el primer Informe de Felipe Calderón forma y fondo ceden el paso al fast track. Entregas y te vas, segunda edición. Uno de los mayores momentos de la democracia mexicana, diría el cronista oficioso, devenido en ceremonia más aplaudidora que republicana de seis minutos.

Si la forma aún fuera fondo este sábado asistimos al entierro del Día del Presidente, dicen aquí y allá en los pasillos sanlazarinos. Felipe Calderón sube a la tribuna Informe en mano, banda tricolor al pecho. En lugar de honores protocolarios recibe aplausos y mitineros gritos: “¡Felipe, Felipe!”

En lugar de atril con el águila y la serpiente, el michoacano recibe un micrófono inalámbrico al cual receta las frases de cajón y la arenga que busca ser humilde: se pone “a las órdenes” del Congreso para tener “un diálogo público y directo”.

No hay Himno Nacional ni “honores a la investidura”. Durante los pocos minutos del intercambio, los panistas y funcionarios del gobierno permanecen de pie y los priístas sentados. Los perredistas no están.

¿Señal de que la forma ya no es faraónica?

“No puedo aceptar recibir un documento de quien proviene de un proceso electoral legalmente concluido, pero cuestionado en su legitimidad por millones de mexicanos”, dice, poco antes de la retirada amarilla, la presidenta del Congreso, Ruth Zavaleta.

Ya para entonces, tras un mes de debates, de semanas de dimes y diretes fincados en la vieja frase del viejo Reyes Heroles, han anunciado un arreglo. De última hora, claro. La nueva hacienda pública, la pobreza, las nuevas reglas electorales se han echado un mes tras la cortina de humo de una ceremonia que al final se ha consumado en un acto expedito. Así nuestra democracia seis minutos.

¿Y el fondo? El fondo es folletín, si a la definición de la Real Academia nos atenemos. ¿Acaso no serán recordados los días previos al Informe presidencial como un relato “con una intriga emocionante y a veces poco verosímil, pero de gran efecto para lectores ingenuos, en el que se enfrentan personajes perversos y bondadosos, sin apenas elaboración sicológica y artística”?

Mucho ruido para llegar al resumen del senador Carlos Navarrete: “Es un acuerdo transitable que respeta la dignidad de todos”.

La porra más ganosa

Pasadas las cinco de la tarde arranca el tránsito por el transitable acuerdo. La perredista Zavaleta termina sus días de malabarista y anuncia que ella no recibe el Informe y deja su lugar al ex dirigente juvenil panista Cristian Castaño. Receso. Los perredistas abandonan el salón de plenos.

La entrada de Calderón a los patios de San Lázaro es silenciosa. Sólo la atestigua la guardia de cadetes del Colegio Militar, una nube de agentes del Estado Mayor Presidencial y centenares de reporteros y camarógrafos. Hace diez meses se alcanzaba a escuchar el rumor de los gritones del movimiento de resistencia civil lopezobradorista. Ahora, afuera, sólo hay silencio.

Tras la entrega y el intercambio de fórmulas protocolarias, el presidente Calderón emplea otros tres o cuatro minutos en salir del salón. Lo hace en medio de expresiones de júbilo y de gritos de “¡México, México!” y “¡Felipe, Felipe!”

La sección del auditorio más ganosa está a la derecha del corral de reporteros. Ahí, habitualmente, se sentaban grandes empresarios, intelectuales, invitados especiales de la Presidencia de la República. Esta tarde el grueso son integrantes de las familias Calderón y Zavala, además de cercanos, amigos y empleados del PAN. Porra no falta cuando la familia es extensa.

El juego de las sillas

Ruth Zavaleta abandona su sitio de honor. Acto seguido son retiradas varias sillas de lo alto del presídium. Sólo permanecen arriba, para recibir a Calderón, dos panistas, Castaño y Santiago Creel, y el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Guillermo Ortiz Mayagoitia.

Pero las sillas no son lo único que sale de la escena. Los televidentes no ven tampoco el momento en que Zavaleta explica sus razones para abandonar el lugar. Los perredistas acusan de la maniobra al Cepropie, oficina encargada de la imagen oficial dependiente de Los Pinos. Es, dice el diputado Luis Sánchez Jiménez, vicepresidente de la mesa directiva, un “abuso” de poder y una “falta de respeto” al Legislativo por parte de la Presidencia de la República.

La forma es facciosa.

Con todo, los perredistas se asumen satisfechos. “Les dije que todos tranquilos, que no iba a pasar nada”, dice por todos lados Javier González Garza, coordinador de los diputados del PRD.

Un dirigente nacional de ese partido respira aliviado en el vestíbulo: “Todo el día nos estuvo hablando Leonel Godoy”, dice, en referencia a la angustia del candidato al gobierno de Michoacán de ser afectado electoralmente por un sainete de su partido.

“Cumplimos. Ni dimos foto ni arriamos banderas”, vuelve a resumir Navarrete. Y un comunicado del grupo parlamentario del PRD en la Cámara de Diputados remata: “Felipe Calderón ingresó al recinto del Poder Legislativo como ciudadano y salió como ciudadano”.

Nuevas frases para la clase política

“Se acabó el rito del Informe presidencial”, declara más de un desmemoriado legislador de la oposición. ¿No se había terminado aquella tarde de hace 19 años, cuando Porfirio Muñoz Ledo interrumpió a Miguel de la Madrid con su “¡señor Presidente…!”? ¿No había sido amortajado cuando Ernesto Zedillo tuvo que mudar el horario del Informe una tarde de 1997 frente a una mayoría opositora? ¿No fue enterrado el año pasado, cuando Vicente Fox Quesada no pudo pasar del vestíbulo?

Concedamos. Ha muerto esta tarde del primero de septiembre de 2007, en el primer Informe del segundo presidente del PAN. Igual que la histórica formuleja de Reyes Heroles. La clase política ha de renovar su repertorio. Así como avanzan los legisladores en las reformas fiscal y electoral, al paso que no avanzan en todas las demás, hay que sugerirles: ¿Qué tal “la forma es fangosa”?

¿Y el fondo? Truenan todavía en el salón de sesiones los muy breves aplausos, las porras no ya al “Señor Presidente”, sino a “Felipe”. La crisis política vive. La guerra del narco también. El presidente del empleo no ha creado empleos. La suma de escándalos del joven sexenio ya llena algunos tomos. Y, con todo, el debate de las formas ha consumido un mes.

Septiembre regala su moraleja a una clase política necesitada de nuevos clásicos. Vistos “el estado de la nación” y algunos comportamientos de nuestra clase política, la moraleja es perfecta: el fondo es fofo.

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