Pablo González Casanova/ II y última
La omisión de tan rara y grande fuerza, entre los logros que desconoce James Petras, lo lleva a formular críticas que en el mejor de los casos presenta mutiladas o sesgadas. Lo lleva incluso a algo aún más doloroso, a perder conciencia de las mentiras que hace suyas. Y, entre sumideros presuntuosos, lo lleva a posesionarse de su papel y a señalar sin reserva qué políticas debería haber seguido o debería seguir Cuba. El fenómeno no es nuevo: ya Jimmy Carter quiso decir a los cubanos cómo deberían hacer la democracia; hoy James Petras les dice cómo deberían hacer el socialismo. La figura señera del pequeño y enérgico profesor adquiere rasgos dramáticos mientras sube al despeñadero. Para comprender lo que le pasa es mejor citar, tal como aparecen, sus críticas a los dirigentes de la revolución, sus críticas a las decisiones que han tomado, y las propuestas que él instruye con firmeza y convicción expertas. Críticas y propuestas de políticas alternativas lo llevan a l80 grados de una posición ultrarrevolucionaria. Ponen bajo su firma las mentiras o engaños de los neoliberales y de los “socialistas de mercado” a quienes él –ya en vano– critica –“como por no dejar”–, haciendo suyas las palabras (fuera de contexto) de un comandante histórico de la revolución, recurso que también emplea para validar algunas de sus críticas con las de Fidel y Raúl Castro, de quienes toma importantes autocríticas para dar a entender que ellos apoyan sus disparatadas afirmaciones... y apadrinan la “validez”, o “confiabilidad” a sus propuestas de políticas revolucionarias, ultra y contra.
Aquí tal vez es necesaria una aclaración en el sentido de que para mayor confusión alguna o algunas de sus propuestas quizá sean válidas, como dar mayor importancia a la producción de alimentos de consumo interno; sólo que en casos como éste, en que uno duda si criticar a James o no, también piensa uno que sería muy bueno que quienes han tomado las decisiones sobre política económica y social en Cuba vuelvan a documentarnos en lo que concierne a las opciones que tuvieron y que desperdiciaron pudiéndolas aprovechar, y sobre las opciones muy peligrosas en que organizaron verdaderos plebiscitos para decidir. El mundo verá con interés cuáles fueron y son los escenarios que en materia de opciones tuvo y tiene Cuba para resolver unos problemas, sin descuidar otros como el transporte público o la vivienda, que son objeto de malestar. Pero, de antemano, es necesario recordar que por mucho que se quiera tener “condiciones objetivas” para la construcción del socialismo, van a seguir contando necesariamente las “condiciones subjetivas” de los pueblos rebeldes, objetivamente empobrecidos, explotados, oprimidos, reprimidos, desalojados y hasta en proceso de extinción por enfermedades curables, por bombardeos de aldeas, de recursos y veneros, por hambrunas y furias religiosas o tribales alentadas y armadas por las fuerzas militares y paramilitares del imperialismo colectivo y sus asociados.
Para la construcción del socialismo en sociedades de recursos escasos, bloqueadas y acosadas, será muy importante conocer cómo tomó Cuba opciones en una situación en que cualquier alternativa que tomara tenía efectos positivos y también negativos. Mientras tanto, dejemos hablar a Petras. Tras criticar “los bajos salarios en Cuba que desalientan a una población muy educada” para trabajar en el cultivo de un producto de consumo nacional, como es el arroz, escribe que “sin embargo, por razones poco claras, Cuba rechaza la idea de alentar la inmigración desde países con excedente de trabajadores agrícolas experimentados, como Haití...” Es decir, implícitamente, Petras hace una propuesta para aprovechar las diferencias de que el colonialismo y el capitalismo se aprovechan para manipular y explotar a los trabajadores, las políticas que se aplican desde Estados Unidos hasta China, pasando por Europa y Rusia, y otros estados menores, todos con sus patios traseros.
Petras espeta otra propuesta, tal vez no bien calculada, en la que afirma que: “con un poco de cemento y una mano de pintura barata se podrían revitalizar los vecindarios obreros, ahora gravemente deteriorados”. En cuanto a las críticas que cita de Fidel Castro cuando dijo en 2005 que el “mercado negro y el robo de gasolina” estaban afectando gravemente a la economía y la moral en Cuba, saca como conclusión que “las autoridades gubernamentales y la vigilancia administrativa no funcionan”, y reconviene al gobierno porque “los ministros a cargo de la energía, el transporte y el comercio ni siquiera hayan sido reprimidos públicamente”.
Poco a poco, James Petras cae en sus fantásticas propuestas de políticas alternativas. Ya plenamente posesionado de su papel, dice al pie de la letra: “La nueva política de la renta debería promover sectores estratégicos de la economía. El crecimiento de la agricultura, de la manufactura y de los sistemas de información aplicada requieren cambios en la dirección de la política gubernamental y, sobre todo, en la formación educativa y profesional”. Y esta vez, en creciente apoyo a sus propias propuestas, se va al otro mundo, al mundo capitalista: “Mientras que la mayoría de los países asiáticos y latinoamericanos –escribe– iban a la zaga de Cuba en los años 60, hoy han superado a Cuba en la diversificación de sus economías, el desarrollo de sectores competitivos para la exportación y la disminución de su dependencia de un grupo limitado de productos de exportación. Al añadir valor a sus productos los países asiáticos han incrementado sus ingresos, lo cual ha redundado en salarios más altos y un mejor ajuste entre la educación avanzada y las oportunidades de trabajo...” ¿Petras, James Petras dice esto? Sí, y dice mucho más. Incluso afirma que Cuba debe abandonar o disminuir su política de solidaridad con otros países de América Latina y África, a los que envía médicos y medicinas, y aprovechar esos recursos para atender a su propia población, que tantas carencias tiene, o para mejorar sus ingresos comerciales en divisas...
Aquí me detengo para que los lectores vayan directamente* a un documento dramático y excepcional; dramático, porque en realidad apoya a los que en la propia Cuba pretenden aplicar las mismas políticas que en China o Vietnam se han aplicado para restaurar el capitalismo. Excepcional, porque en el mismo documento, el mismo autor, ultrarrevolucionario, pasa a preconizar políticas ultraconservadoras y restauradoras, entre argucias, falacias y engaños que nos recuerdan a esos hombres de que habla Borges, que ya se murieron y todavía no lo saben.
* Respuesta al artículo de James Petras y Robert Eastman-Abaya “Cuba: revolución permanente y contradicciones contemporáneas”, publicado en Rebelión, 24 de agosto de 2007
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