Es común escuchar que se han perdido los valores. Hablando de valores como aquello que confiere un sentido profundo a nuestras acciones y a nuestra vida. No obstante, una mayor reflexión y observación de los hechos puede llevarnos a una conclusión distinta, es decir, que los valores no escasean, sino que abundan y se transforman con gran rapidez en un mundo globalizado. Ese es uno de los planteamientos por los que la UNESCO convocó a los coloquios del Siglo XXI de donde salió el libro: ¿Hacia dónde se dirigen los valores? (Fondo de Cultura Económica, México, 2006). Aquí algunas ideas del director general de la UNESCO, el japonés Koichiro Matsuura:
Desde el despertar de la modernidad, en los tiempos del Renacimiento y tras la Ilustración, dos pensamientos éticos fundamentales han marcado el camino hacia la mundialización, cediéndose el lugar mutuamente, según si se afirmaba, con el universalismo, el absoluto de los ideales o, con el pluralismo, la diversidad de las prácticas. Se trataba, en cierto modo, de una brújula ética. Sin embargo, ahora que nos encontramos a orillas del mundo globalizado no disponemos de instrumentos para explorar su complejidad, ya que la mundialización ha creado un territorio totalmente nuevo donde nuestros antiguos instrumentos de navegación han quedado obsoletos.
¿Quiere decir esto que nos dirigimos hacia un mundo sin ética? No lo creo. Siempre existen valores. Incluso podríamos decir que, sin duda, nunca ha habido, en la historia de la humanidad, tantos valores presentes. ¿No es acaso uno de los primeros efectos de la mundialización revelar una pluralidad de culturas y un pluralismo de valores que antes ignorábamos? No hay tanto una crisis de valores como una crisis del sentido mismo de los valores. No se puede afirmar que el sacudimiento ético al que asistimos sea un desastre moral. ¿No es la crisis, ante todo, el momento del examen crítico?
Todas las culturas son iguales en dignidad, todas deben ser respetadas, pero la xenofobia o los crímenes contra la humanidad nos dicen que no todos los valores son iguales. Cada cultura en la medida en que distingue entre lo que considera justo e injusto, procede a elegir entre valores considerados contradictorios. Así pues, el error de la universalidad y del relativismo es negar no solo que los valores progresan, sino sobre todo que pueden ser reelaborados en común y ser objeto de debate y de contrato entre actores a veces muy diferentes.
El desafío actual es que una gran parte del trabajo ético debe realizarse a escala de la comunidad mundial. Se puede crear la esperanza de una nueva orientación ética sobre la idea del diálogo entre las culturas. Este diálogo supondría que las culturas deben ser respetadas, pero los valores pueden evaluarse en conjunto. Lo propio de esta ética es que consistiría en valores que hubieran sido examinados en común y serían respetados más que impuestos.
La reflexión ética es un ejercicio delicado, ya que requiere capacidad de anticipación: no hay que pretender describir los valores sino entender cómo pueden transformarse y transformarnos.
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