Periodista non y afecto sin par, Fausto Fernández Ponte envía sentidas líneas para agradecer a sus legiones de lectores y amistades (y hasta a uno que otro volteador de espaldas) las preguntas por su salud, sus buenos deseos y excelente vibra. Eso lo aliviana.
A mis amigos y conocidos todos:
¡Saludos fraternales! A las tres semanas de la intervención quirúrgica a la que me sometí en el IMSS en Veracruz --donde resido-- el pasado 28 de septiembre para extirpar un cáncer que me tuvo postrado casi todo el año que corre, infórmoles con alegría que mi recuperación evoluciona favorablemente. Por prescripción médica debo permanecer en reposo entre 30 y 45 días, retomando paulatinamente mi ritmo de actividades cotidianas, profesionales y personales. Como el cáncer era maligno, debo someterme a un tratamiento para evitar su retoño; siento que estoy en muy buenas manos médicas.
Comparto esta información con todos mis amigos --algunos de ellos con medio siglo o más de amistad y conocencia mutua-- y todas aquellas personas que, directa o indirectamente, manifestaron interés y preocupación por la evolución de mi enfermedad y me desearon un desenlace favorable de la cirugía, agradeciéndoles profundamente su enorme apoyo solidario. Es mi sentir más hondo que sin ese apoyo solidario difícilmente habría yo superado esta prueba. Ese apoyo --buenos deseos expresados en mensajes por internet o por teléfono a mí o a allegados míos, así como visitas a mi domicilio en Veracruz, la elevación de plegarias inclusive, etcétera-- representó (y todavía representa) una energía inmensa que, es mi sentir, influyó en incomensurable porción en el esfuerzo por salir avante. Debo referirme también a aquellos deseos mentalmente formulados por muchos que, por alguna razón, no se manifestaron físicamente o no me lo trasmitieron directamente; empero, registré, en mi sensibilidad, esos propósitos. Todo ello es una fuerza energética cuyos efectos sentí constantemente, sin disminuir un ápice y sí de manera creciente.
Esta enfermedad tuvo dos períodos. Uno, de mayo a julio, durante el cual la enfermedad manifestó erráticamente sus síntomas --algunos días me sentía bien, otros muy mal-- causando que los diagnósticos fuesen confusos y equívocos, hasta que los médicos Eleazar Romero, homéopata del Distrito Federal; Abel Salas Foglio, cirujano del IMSS en Veracruz y Enrique Alvarado González, urgenciólogo también en el mismo Instituto Mexicano del Seguro Social de aquí sospecharon de la presencia de un cáncer que el ultrasonido no definía conclusivamente. El segundo período fue de agosto a la fecha, una vez detectado el cáncer y confirmada su existencia y diseñada una estrategia de tratamiento, culminando con la intervención quirúrgica mediante técnicas muy avanzadas en la cual la citada institución de seguridad social es pionera en México. La atención recibida fue igual, si no es que mejor, a la de los hospitales privados en México o en países del Primer Mundo que conozco. Si hay cortedades en el IMSS ( y sí las hay) débese, pienso yo, a los recortes intencionados del gobierno por desvirtuar a la institución y, eventualmente, privatizar sus servicios.
Deseo expresar mi particular agradecimiento a Carmen Lucía y Arturo Fernández Ponte y a mis queridos y fraternos legados Julio Ricardo Blanchet Cruz, Gabriela Dávila Madrid, Alfonso Salces Fernández, Fernando Castillo Tapia, Lupita Mar, Teresa Dávila (muchas gracias por el libro del Nobel J. M. Coatzee que me hizo llegar), Omar González García, Manuel Hernández Granados, Federico Campbell, Andrés Amador Mena, Aarón Kirsch, Juan Ledesma, Vladimir Galeana, Raúl y Jaime González Vázquez, Rafael Cardona, Cecilia Cevallos Fernández, Miguelángel Barragán, Mario Treviño, Raúl Romo, los ya citados médicos Salas y Alvarado, así como el también doctor Hildebrando Ayala, Eduardo Ibarra y al Grupo MC, José Vilchis, Leopoldo Mendívil, Fidel Herrera Beltrán, Oscar González Jáuregui, Carlos Calvo Peralta, Judith León López, Juan Manuel Zepeda, José Jacques Medina, Miguel Angel Lizama, Sergio Reyna, Eduardo Lliteras, Niza Puerto Paredes, Juan Maldonado, Fernando Córdoba Lobo, Roberto Williams, Alejandro Vargas, Fernando Morales, Ángel Eleuterio Aguilar, Elisa Zamora, Mario Villanueva Madrid, Ana Teresa Velázquez de León Higuera, Eliseo Reyes y su esposa Mary; Georgina Aguirre y su esposo Jorge Coutiño Rodríguez; Lee Anne Wakefield, Eva Olalde, Analuz Trejo-Lerdo, los miembros de la distinguida y muy solidaria familia encabezada por don Miguel Velázquez de León de los Ríos y doña Lupita Collins Robinson (Miguel, Alicia, Paco, Adolfo, René, Julio, Amalia, Ana Lilia y Emilio; Emma Castillo, Manuel Arvizu, Marco Aurelio Carballo, Hugo Murillo, Ramón Hernández Toledo, Reina Arenas, Marisol Gutiérrez, José Luis Becerra, Roberto Medrano, Raúl Fraga, Sergio Morales Alvarado, Adriana Morán, Celeste Sáenz de Miera, Mouris Salloum, Abdiel Medina, Yuri Serbolov, Adriana Barraza, Régulo León-Arteta, Javier Martínez, Edwin Corona y Cepeda, José Luis Almanza, Ramón Rodríguez, Familia Fernández Fernández (Pedro, Julio César, Frank Jack Daniel, Jimmy Carter, Fidel Castro (servicios médicos de Cuba), Juan Ramos Molotla, Enrique, Carmen Lucía y Marisú y sus respectivos cónyuges e hijos) del sur de Veracruz; Prisciliano Nemegyei (y su esposa Rosario), Alejandro Vargas, Marivilia Carrasco, Ramón Román Gracia, Harry Gayner, Rodolfo González Sarrelange, Cruz Ulín, Maru Vidales, Fausto Cantú Peña, Cecilia Martin Fernández Ponte, Fausto Fernández Mendoza, Tita Fernández, José Luis Almanza y Victoria, su esposa; Rolando Reyes Sandoval, Rolando Quevedo, Heliodoro Merlín Alor y su hija Gladys, Nacho Ordóñez y su esposa la poetisa Claudia Morales, Diego Valencia, Edgar Onofre, Nacho Velázquez y su esposa Charo, doña Naya, Adriana Barbosa Herrera, Alberto Trujillo, Alejandro Vargas González, Carlos Chávez, a los camaradas de los Ateneos de Cosoleacaque y de Puerto México, entre muchos otros cuyos nombres omito aunque están en mi afecto y mi agradecimiento.
Hago al doctor Alvarado González especial destinatario de mi reconocimiento agradecido, pues vigiló diaramente (y a veces varias veces al día) la evolución de mi enfermedad. Dignos de elogio y encomio su desprendida dedicación y entrega a sus pacientes.
En la misma vena, hago un reconocimiento a fidelísimos, responsables hasta el sacrificio, dedicados y pacientes allegados --colaboradores y familiares consanguíneos y políticos en México, Argentina, España, Canadá y Estados Unidos-- y no pocos colegas y amigos entrañables e incluso caros leyentes que siguen mis pergeños y que no conozco personalmente, pero con quienes me siento cercano por una relación indescriptible de autor-lector que nos identifica en una conocencia recíproca inasible a una definición precisa. Acerca de este fenómeno, mis amigos y colegas periodistas sabrían de qué estoy hablando. Esa relación entre autor-lector genera energías trascendentes, incluso motivacionales. Ese hecho me mueve a emoción abrumadora.
Y a emoción me mueve también confirmar, para mi seguridad anímica y certidumbre psicológica, saber que tengo muchos amigos, lejanos en la distancia física muchos de ellos, pero inmediatos en el pensamiento. Ese es mi mayor e inapreciable tesauro, como contraste en un entorno de indiferencia que cada vez con mayor frecuencia caracterizan las relaciones humanas. La amistad, pese a ese entorno de indiferencia, es cada vez más vigente y por ello trascendente.
Puedo presumir, si me permite, de amistades profundas, intensas, vinculantes, amplias, con muchos hombres y mujeres que me enriquecen y me hacen sentir afortunado y le dan sentido a mis razones de ser. Ello es un móvil poderoso para vivir y ser actuante en la vida. Ello me hace inevitablemente tratar de ser mejor persona, superar traumas vivenciales y salirle al paso a los retos que la vida nos presenta. Me hace ser humilde ante tal grandeza y ante la vida.
Reitéroles mi agradecimiento infinito y humilde a todos mis amigos y conocidos por haber creado esa fuerza energética que me acompañó siempre.
Retorno a mi oficio y quehacer periodístico como abogado del diablo y salirle a los desafíos personales y profesionales cotidianos, coyunturales e incluso estructurales. Mi primer reto es el de restaurar mis finanzas personales, asaz deterioradas por tantos meses --casi todo el año-- de ausencias en mis compromisos laborales y porque en México la seguridad social, pese a sus bondades filosóficas y deontológicas, carece de mecanismos compensatorios para aquellos que, como muchos de nosotros los periodistas, vivimos de lo que publicamos o de magras pensiones.
Les abraza, humilde y agradecidamente y con optimismo para superar los retos de salud y de otra índole,
Fausto Fernández Ponte
A mis amigos y conocidos todos:
¡Saludos fraternales! A las tres semanas de la intervención quirúrgica a la que me sometí en el IMSS en Veracruz --donde resido-- el pasado 28 de septiembre para extirpar un cáncer que me tuvo postrado casi todo el año que corre, infórmoles con alegría que mi recuperación evoluciona favorablemente. Por prescripción médica debo permanecer en reposo entre 30 y 45 días, retomando paulatinamente mi ritmo de actividades cotidianas, profesionales y personales. Como el cáncer era maligno, debo someterme a un tratamiento para evitar su retoño; siento que estoy en muy buenas manos médicas.
Comparto esta información con todos mis amigos --algunos de ellos con medio siglo o más de amistad y conocencia mutua-- y todas aquellas personas que, directa o indirectamente, manifestaron interés y preocupación por la evolución de mi enfermedad y me desearon un desenlace favorable de la cirugía, agradeciéndoles profundamente su enorme apoyo solidario. Es mi sentir más hondo que sin ese apoyo solidario difícilmente habría yo superado esta prueba. Ese apoyo --buenos deseos expresados en mensajes por internet o por teléfono a mí o a allegados míos, así como visitas a mi domicilio en Veracruz, la elevación de plegarias inclusive, etcétera-- representó (y todavía representa) una energía inmensa que, es mi sentir, influyó en incomensurable porción en el esfuerzo por salir avante. Debo referirme también a aquellos deseos mentalmente formulados por muchos que, por alguna razón, no se manifestaron físicamente o no me lo trasmitieron directamente; empero, registré, en mi sensibilidad, esos propósitos. Todo ello es una fuerza energética cuyos efectos sentí constantemente, sin disminuir un ápice y sí de manera creciente.
Esta enfermedad tuvo dos períodos. Uno, de mayo a julio, durante el cual la enfermedad manifestó erráticamente sus síntomas --algunos días me sentía bien, otros muy mal-- causando que los diagnósticos fuesen confusos y equívocos, hasta que los médicos Eleazar Romero, homéopata del Distrito Federal; Abel Salas Foglio, cirujano del IMSS en Veracruz y Enrique Alvarado González, urgenciólogo también en el mismo Instituto Mexicano del Seguro Social de aquí sospecharon de la presencia de un cáncer que el ultrasonido no definía conclusivamente. El segundo período fue de agosto a la fecha, una vez detectado el cáncer y confirmada su existencia y diseñada una estrategia de tratamiento, culminando con la intervención quirúrgica mediante técnicas muy avanzadas en la cual la citada institución de seguridad social es pionera en México. La atención recibida fue igual, si no es que mejor, a la de los hospitales privados en México o en países del Primer Mundo que conozco. Si hay cortedades en el IMSS ( y sí las hay) débese, pienso yo, a los recortes intencionados del gobierno por desvirtuar a la institución y, eventualmente, privatizar sus servicios.
Deseo expresar mi particular agradecimiento a Carmen Lucía y Arturo Fernández Ponte y a mis queridos y fraternos legados Julio Ricardo Blanchet Cruz, Gabriela Dávila Madrid, Alfonso Salces Fernández, Fernando Castillo Tapia, Lupita Mar, Teresa Dávila (muchas gracias por el libro del Nobel J. M. Coatzee que me hizo llegar), Omar González García, Manuel Hernández Granados, Federico Campbell, Andrés Amador Mena, Aarón Kirsch, Juan Ledesma, Vladimir Galeana, Raúl y Jaime González Vázquez, Rafael Cardona, Cecilia Cevallos Fernández, Miguelángel Barragán, Mario Treviño, Raúl Romo, los ya citados médicos Salas y Alvarado, así como el también doctor Hildebrando Ayala, Eduardo Ibarra y al Grupo MC, José Vilchis, Leopoldo Mendívil, Fidel Herrera Beltrán, Oscar González Jáuregui, Carlos Calvo Peralta, Judith León López, Juan Manuel Zepeda, José Jacques Medina, Miguel Angel Lizama, Sergio Reyna, Eduardo Lliteras, Niza Puerto Paredes, Juan Maldonado, Fernando Córdoba Lobo, Roberto Williams, Alejandro Vargas, Fernando Morales, Ángel Eleuterio Aguilar, Elisa Zamora, Mario Villanueva Madrid, Ana Teresa Velázquez de León Higuera, Eliseo Reyes y su esposa Mary; Georgina Aguirre y su esposo Jorge Coutiño Rodríguez; Lee Anne Wakefield, Eva Olalde, Analuz Trejo-Lerdo, los miembros de la distinguida y muy solidaria familia encabezada por don Miguel Velázquez de León de los Ríos y doña Lupita Collins Robinson (Miguel, Alicia, Paco, Adolfo, René, Julio, Amalia, Ana Lilia y Emilio; Emma Castillo, Manuel Arvizu, Marco Aurelio Carballo, Hugo Murillo, Ramón Hernández Toledo, Reina Arenas, Marisol Gutiérrez, José Luis Becerra, Roberto Medrano, Raúl Fraga, Sergio Morales Alvarado, Adriana Morán, Celeste Sáenz de Miera, Mouris Salloum, Abdiel Medina, Yuri Serbolov, Adriana Barraza, Régulo León-Arteta, Javier Martínez, Edwin Corona y Cepeda, José Luis Almanza, Ramón Rodríguez, Familia Fernández Fernández (Pedro, Julio César, Frank Jack Daniel, Jimmy Carter, Fidel Castro (servicios médicos de Cuba), Juan Ramos Molotla, Enrique, Carmen Lucía y Marisú y sus respectivos cónyuges e hijos) del sur de Veracruz; Prisciliano Nemegyei (y su esposa Rosario), Alejandro Vargas, Marivilia Carrasco, Ramón Román Gracia, Harry Gayner, Rodolfo González Sarrelange, Cruz Ulín, Maru Vidales, Fausto Cantú Peña, Cecilia Martin Fernández Ponte, Fausto Fernández Mendoza, Tita Fernández, José Luis Almanza y Victoria, su esposa; Rolando Reyes Sandoval, Rolando Quevedo, Heliodoro Merlín Alor y su hija Gladys, Nacho Ordóñez y su esposa la poetisa Claudia Morales, Diego Valencia, Edgar Onofre, Nacho Velázquez y su esposa Charo, doña Naya, Adriana Barbosa Herrera, Alberto Trujillo, Alejandro Vargas González, Carlos Chávez, a los camaradas de los Ateneos de Cosoleacaque y de Puerto México, entre muchos otros cuyos nombres omito aunque están en mi afecto y mi agradecimiento.
Hago al doctor Alvarado González especial destinatario de mi reconocimiento agradecido, pues vigiló diaramente (y a veces varias veces al día) la evolución de mi enfermedad. Dignos de elogio y encomio su desprendida dedicación y entrega a sus pacientes.
En la misma vena, hago un reconocimiento a fidelísimos, responsables hasta el sacrificio, dedicados y pacientes allegados --colaboradores y familiares consanguíneos y políticos en México, Argentina, España, Canadá y Estados Unidos-- y no pocos colegas y amigos entrañables e incluso caros leyentes que siguen mis pergeños y que no conozco personalmente, pero con quienes me siento cercano por una relación indescriptible de autor-lector que nos identifica en una conocencia recíproca inasible a una definición precisa. Acerca de este fenómeno, mis amigos y colegas periodistas sabrían de qué estoy hablando. Esa relación entre autor-lector genera energías trascendentes, incluso motivacionales. Ese hecho me mueve a emoción abrumadora.
Y a emoción me mueve también confirmar, para mi seguridad anímica y certidumbre psicológica, saber que tengo muchos amigos, lejanos en la distancia física muchos de ellos, pero inmediatos en el pensamiento. Ese es mi mayor e inapreciable tesauro, como contraste en un entorno de indiferencia que cada vez con mayor frecuencia caracterizan las relaciones humanas. La amistad, pese a ese entorno de indiferencia, es cada vez más vigente y por ello trascendente.
Puedo presumir, si me permite, de amistades profundas, intensas, vinculantes, amplias, con muchos hombres y mujeres que me enriquecen y me hacen sentir afortunado y le dan sentido a mis razones de ser. Ello es un móvil poderoso para vivir y ser actuante en la vida. Ello me hace inevitablemente tratar de ser mejor persona, superar traumas vivenciales y salirle al paso a los retos que la vida nos presenta. Me hace ser humilde ante tal grandeza y ante la vida.
Reitéroles mi agradecimiento infinito y humilde a todos mis amigos y conocidos por haber creado esa fuerza energética que me acompañó siempre.
Retorno a mi oficio y quehacer periodístico como abogado del diablo y salirle a los desafíos personales y profesionales cotidianos, coyunturales e incluso estructurales. Mi primer reto es el de restaurar mis finanzas personales, asaz deterioradas por tantos meses --casi todo el año-- de ausencias en mis compromisos laborales y porque en México la seguridad social, pese a sus bondades filosóficas y deontológicas, carece de mecanismos compensatorios para aquellos que, como muchos de nosotros los periodistas, vivimos de lo que publicamos o de magras pensiones.
Les abraza, humilde y agradecidamente y con optimismo para superar los retos de salud y de otra índole,
Fausto Fernández Ponte
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