La extrema derecha impulsa desmantelamiento de la institución, señala el politólogo
Rosa Elvira Vargas y Emir Olivares
El politólogo Luis Javier Garrido aceptó ser postulado a la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) por un importante grupo de profesores, estudiantes e investigadores que, como él, desaprueban las formas de elección de autoridades en esa institución.
Una vez que accedió, argumenta: la institución “debe ser un bastión de la libertad, la cultura y del saber por el saber; es decir, estar al servicio del pueblo de México”. Alerta que hoy la máxima casa de estudios del país es objeto de un “desmantelamiento” fomentado por los intereses del capital.
“La UNAM está en un momento de excepcional gravedad. Los grupos de extrema derecha que se han adueñando del poder político impulsan un proceso de desmantelamiento de la mayor parte de las instituciones públicas; y de manera principal, las educativas son un objetivo de esta derecha anacrónica.”
Garrido, quien se define como el candidato del sector que representa a la “verdadera universidad”, está en contra de que 15 personas (la Junta de Gobierno) designen rector. Para él, la mejor manera de elegir a las autoridades universitarias sería mediante un proceso “más democrático”, como el voto universal de los integrantes de la casa de estudios.
Hijo de Luis Garrido –rector de 1948 a 1953 y a quien correspondió inaugurar el campus central de la Ciudad Universitaria, designado Patrimonio Cultural de la Humanidad– y colaborador de La Jornada, el politólogo hace memoria de cuando, a la edad de seis años, fue testigo de esa edificación. Recuerda también cuando asistió al primer clásico de futbol americano entre Pumas y Politécnico en el Estadio Olímpico universitario. “El marcador fue 20 a 19 a favor de los de casa”, reseña.
Se empeña en llamar “candidatos oficiales” al resto de aspirantes a la rectoría. Critica que hoy se pronuncien por la defensa de la universidad pública, “cuando hace nueve años (durante el conflicto 1999-2000) la mayoría impulsaba la privatización de nuestra casa de estudios en términos de los intereses neoliberales”, e insiste en convocarlos a un debate público.
Garrido señala que la burocracia universitaria tuvo que rendirse ante las propuestas del Consejo General de Huelga (CGH), cuyo movimiento fue el “triunfador verdadero”. Juan Ramón de la Fuente, acusa, “se montó” en la defensa de la educación pública, al no tocar las cuotas, descartar la supervisión del Ceneval a la UNAM y mantener el pase automático de bachillerato a licenciatura.
Burócratas generan caos
–¿Por qué ser rector?
–La UNAM está en un momento de excepcional gravedad. Hay un proyecto trasnacional impulsado en América Latina que está fracasando y es desechado en muchos países que se preparan para la época posterior al neoliberalismo; y en México, anacrónicamente, estos grupos ultraconservadores y que están vinculados a los grandes intereses trasnacionales quieren seguir impulsándolo. Eso conduce a un fracaso en todos los ámbitos, particularmente en el educativo. En la sucesión de la rectoría los aspirantes oficiales pretenden mostrar respeto por la universidad pública, cuando hace nueve años la casi totalidad de ellos impulsaba su privatización, desmantelamiento y división en los términos que los intereses neoliberales han dictado.
“No hay mucha credibilidad en ese discurso aparentemente democrático y de defensa de la universidad pública. Esto llevó a muchos grupos a discutir la viabilidad de una candidatura a la rectoría del sector democrático universitario, con el fin de defender el proyecto histórico de la UNAM frente a esta amenaza neoliberal.”
–¿Cuál es ese proyecto histórico?
–La UNAM, como sabemos, se ha ido forjando a lo largo del siglo XX como una entidad autónoma donde la libertad de cátedra e investigación cimienta una nación libre, independiente y soberana. Hoy se quiere una universidad al servicio de los intereses multinacionales, que no amplíe sus ámbitos científicos y humanísticos y sólo produzca técnicos al servicio de la empresa privada. Una universidad cada vez más sometida al poder ideológico del gran capital. El proyecto de la universidad nacional, como su nombre lo indica, tiene ese rango de universidad primera en el país y es vista como una amenaza para los intereses políticos. Ahora la burocracia universitaria obedece los intereses ya no sólo del gobierno, sino de las empresas privadas por sobre la academia, y esto es inadmisible.
–¿Cómo califica la labor de Juan Ramón de la Fuente?
–Él llegó en un momento de difícil enfrentamiento entre quienes defendían una institución pública y quienes, con el apoyo de las autoridades federales, pretendían coartarle ese carácter. Quien trajo el caos a la UNAM haciendo entrar a la Policía Federal Preventiva para romper bruscamente un diálogo posible con el CGH fue el rector De la Fuente; el caos en la UNAM lo generaron las autoridades, y no los estudiantes. Y si bien es cierto que el actual rector se montó en las exigencias estudiantiles, ha venido impulsado los programas neoliberales.
–¿Cómo cuáles?
–La investigación científica está cada vez más subordinada a los proyectos de las grandes empresas que la financian; los programas curriculares han sido modificados, el peso de la burocracia universitaria por sobre la academia es cada vez más insoportable; se ha establecido una enorme burocracia de confianza por sobre los trabajadores sindicalizados, que constituye un peso inadmisible para el presupuesto de la institución.
–¿Necesita cambios esta universidad?
–Hay que ampliar la matrícula universitaria; los espacios de la UNAM permiten que su bachillerato y sus escuelas profesionales tengan cada vez más estudiantes. Y lo que hemos visto es, por el contrario, un achicamiento para satisfacer las exigencias del proyecto neoliberal. Se requiere dignificar el ámbito académico, con mejores salarios al margen de estos estímulos que son mecanismos de control del profesorado; es necesario ampliar el número de horas de clase, pues los semestres cada vez son más cortos; tener mayor proyección en la sociedad a través de su radio y su televisión, de su vida cultural; crear espacios de convivencia. Una cuestión extraordinariamente grave es la de las bibliotecas: son un requerimiento de toda casa de estudios y se les ha abandonado.
–Si no coincide con el proceso de designación de rector, ¿por qué participar?
–La participación en este proceso poco democrático, y en el que aparentemente los dados están cargados, obedece a una demanda de amplios sectores de universitarios que han querido que se exprese la voz de la verdadera universidad con una propuesta clara. Es una oportunidad excepcional para hacer público ante el país que en la conciencia crítica de los universitarios hay una convicción muy fuerte de defenderla de cualquier intento de disminuirla, dividirla o cambiar su esencia. Con ese compromiso estoy participando, con la convicción de que la JG tiene la obligación de responder democráticamente a esta situación.
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