Gustavo Esteva
Los movimientos sociales se definen actualmente por la pluralidad. La gente se moviliza por un rechazo común, un firme no ante un gobernante, una barbaridad desarrollista, un estado de cosas, un modelo de políticas… Al hacerlo admite la pluralidad real del mundo. Asume diversos sí, las afirmaciones diferentes de distintos ideales o empeños de quienes comparten el no.
En Oaxaca, por ejemplo, el rechazo común a Ulises Ruiz y a los grupos y clases que lo sostienen ha sido expresión de muy diversas luchas sociales y políticas. Algunas buscan fortalecer o mejorar la democracia formal. Otras intentan instalar la participativa: iniciativa popular, referendo, plebiscito, revocación del mandato, presupuesto participativo, transparencia, rendición de cuentas, contraloría social… Destaca el empeño por profundizar, enriquecer y extender la democracia radical, por los rumbos de la autonomía.
En el caso de los municipios “de usos y costumbres” se busca ante todo protegerlos de las injerencias de los partidos y el gobierno en su vida interna, que se agudizan en tiempos electorales. En su mayoría carecen de mecanismos apropiados para manejar los recursos públicos, porque hasta hace pocos años eran prácticamente inexistentes. Su repentina afluencia ha resultado para muchos una desgracia, en vez de una bendición, porque fomenta la corrupción y propicia la ambición y la envidia. Cargos que antes se aceptaban por obligación son ahora motivo de viciosas luchas de poder, propiciadas por partidos y caciques locales. Por todo ello han surgido luchas por modalidades de la democracia participativa, para lograr mayor transparencia, mejor rendición de cuentas y presupuesto participativo. Estos municipios también intentan articularse horizontalmente, mediante la construcción de coordinaciones o estructuras autónomas que aglutinen a grupos de municipios.
En cuanto a los municipios “de partidos”, se observan empeños para la construcción de espacios autónomos y la organización de acciones ciudadanas para avanzar, poco a poco, en la restauración del tejido social y el abandono de los esquemas verticales de gobierno y administración. Se busca que en vez de funcionarios con poder político se instalen auténticos servidores públicos, gente que se dedique a servir, no a servirse, y que mande obedeciendo.
Las luchas actuales pueden también clasificarse de otra forma. Existen las movilizaciones más o menos convencionales para obtener del capital o el Estado mejorías económicas y sociales o para defender lo que ya se ha obtenido, como la lucha de los maestros o contra las reformas a la Ley del ISSSTE. Estos empeños coexisten con los que se proponen lograr la reorientación del Estado y los que buscan reorganizar la sociedad desde su base.
En general, los empeños por reorientar el Estado se inscriben en las tradiciones latinoamericanas que le confían el papel de agente principal de la transformación.
Diversos grupos luchan por reformar las políticas existentes. Muchos asumen la idea de “que se eliminen las aristas más agudas del modelo neoliberal”, frase de López Obrador que podría haber dicho Lula. Otros buscan que se adopte un modelo con mayor sentido social.
Han estado retornando luchas que se proponen implantar alguna variante de socialismo, desde lo que podría llamarse “estalinismo populista”, con un esquema vertical, partido único y líder supremo, hasta formas diversas del socialismo de participación.
Estas luchas tienden a poner énfasis en la propiedad colectiva de los medios de producción y en la generación de garantías sociales (mínimos de bienestar) mediante la conquista de los aparatos de Estado por la presión popular, mediante elecciones democráticas, por un golpe de mano o a través de una gesta armada.
Finalmente, quienes desconfían de la transformación desde el Estado, de arriba hacia abajo, y exigen redefinir la naturaleza y manifestaciones del poder político, tienden a adoptar una orientación autonomista y libertaria. Comparten con los empeños anteriores la crítica de la propiedad privada de los medios de producción y en general del capitalismo, pero ponen énfasis en la propiedad comunal de los medios de producción, que admite formas de propiedad personal de algunos que no implican explotación, como en las comunidades indígenas. La propiedad colectiva se reservaría a esferas muy limitadas.
Estas luchas se orientan principalmente a la creación de nuevas relaciones sociales, desde la propia gente, en lo que algunos llaman equívocamente “economía solidaria” en el contexto de la democracia radical. Esta corriente considera la democracia formal como un paraguas político preferible a la tiranía, pero desconfía profundamente del sistema de representación y de los procedimientos electorales. Aprecia la democracia participativa, pero sólo como forma de entrenamiento para la radical.
Todas estas luchas tienen expresión concreta en la insurgencia actual de Oaxaca, pero en esto el estado sólo parece ser una antena sensible a lo que ocurre en el conjunto del país y en el resto del mundo.
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