lunes, octubre 22, 2007

Para que el Ala Derecha no tome (o no prosiga en) el poder

Reseña del ensayo No pienses en un elefante. Lenguaje y debate político de George Lakoff

Salvador López Arnal

George Lakoff: No pienses en un elefante. Lenguaje y debate político.
Editorial Complutense, Madrid 2007 (original en inglés: 2004).
Traducción de Magdalena Mora 174 páginas.

Catedrático de lingüística y ciencia cognitiva en la Universidad de California en Berkeley, George Lakoff publicó en 1996 Moral Politics, un ensayo que no tuvo mucha repercusión fuera de la comunidad académica interesada en lingüística y ciencias cognitivas. Era una investigación sobre la organización lingüístico-cognitiva de los discursos políticos de la derecha y de la izquierda. Según Lakoff, y ésta es también la tesis central del libro que comentamos, esos discursos pivotaban sobre dos metáforas diferenciadas: la del "padre estricto" (descripción en las páginas 28-30 de No pienses en un elefante), en el caso de la derecha, la de los "padres protectores" (páginas 33-35), en el caso de la izquierda, que él llama “progresistas”. Los avances de la derecha norteamericana, desde los tiempos de Reagan, derivan, en buena parte, de la autoconsciencia y la coherencia con que se sirve de su metáfora familiar central del "padre estricto". La izquierda, lejos de comprender ese juego, parecía incapaz de articular su propia retórica sirviéndose en el debate político de los recursos de la metáfora de los "padres protectores". En los debates políticos usamericanos, la derecha siempre logra imponer su marco cognitivo de referencia, poniendo a los progresistas a la defensiva y obligándoles a categorizar la vida político-social en términos que no son ni pueden ser los suyos.

Como señala el propio autor, uno de los fundadores de un think tank asociado al Partido demócrata estadounidense (www.rockridgeinstitute.org), Don't Think of an Elephant: Know Your Values and Frame the Debate (No pienses en un elefante: sé consciente de tus valores y enmarca tú el debate), escrito con ocasión de las elecciones norteamericanas de 2004, es un libro breve e informal, una guía práctica para dotar de eficacia a activistas políticos o para cualquier ciudadano que tenga interés por la política. Desde su publicación, su importancia no ha decrecido. Lakoff señala que los sondeos a pie de urna confirmaron con ocasión de las elecciones presidenciales en EEUU en 2004 lo que él defiende en este ensayo y en su anterior estudio académico: los valores morales son más importantes en las posiciones políticas que todas las demás cuestiones, más importantes que el terrorismo, que la guerra, que la posición y la situación económica, que la sanidad o que la educación. Desde su punto de vista, para que los demócratas puedan ganar en el futuro, en el caso de la política norteamericana, el partido “tiene que ofrecer al país una visión moral clara, una visión común a todos los progresistas”·(p. 18).

Los progresistas, desde un punto de vista cognitivo, desde el punto de vista de su modo de pensar, incluyen seis familias diferenciadas: los progresistas socioeconómicos (las soluciones son soluciones económicas y de clase social), los de política identitaria (ha llegado la hora de que su grupo oprimido se desquite), los ecologistas, los progresistas de libertades civiles, los progresistas espiritualistas (servicio a los demás y a la propia comunidad) y los antiautoritarios (contra las formas ilegítimas de autoridad). Todos ellos son ejemplos de “familia protectora” y comparten algunos de los valores que enmarcan ese tipo de “vida familiar”. Problema nada marginal: algunas de las personas que encarnan alguno de esos modos de pensar no suelen reconocer que el suyo es un caso especial de un modo más amplio, de unos valores más generales (Es muy posible que las izquierdas españolas o latinoamericanas tengan otra subdivisión pero la idea de un marco general, no igualmente vivido, no es una mala idea, aunque es cierto que se puede señalar que, precisamente, esas diferencias de tono y de valores generan otro tipo de familia, no meramente una subdivisión familiar).

Lakoff habla de y para la ciudadanía norteamericana, usa metáforas familiares ajustadas a aquella realidad o a las clases medias que la componen, parece pensar en clave electoral en algunas ocasiones, pero sin duda podemos extraer conclusiones más generales, aunque la situación política de fondo y el bipartidismo analizado encaja muy bien con la realidad norteamericana y algo menos con otras sociedades. Sea como fuere, los asuntos de fondo de No pienses en un elefante, son el lenguaje, las metáforas políticas, la racionalidad, cómo argumentar contra el adversario de la derecha (el capítulo 10 da interesantes consejos prácticos sobre ello), como hacer tambalear sus posiciones morales y políticas, y no olvidemos, como recordaba Jorge Riechmann, que la derecha española “viene aclimatando por estos pagos, con cierto éxito, las prácticas de guerra civil cultural que importan directamente de los neocons y teocons norteamericanos”.

He aquí algunas de las tesis de Lakoff:

1. Los valores, los principios y las directrices generales ("Necesitamos un medio ambiente sostenible") son el tipo de cosas que interesan realmente a las gentes y lo que las mantiene unidas. No tiene objeto argüir sobre detalles, sobre programas políticos concretos. No tienen el menor efecto en la discusión política (electoral).

2. En la discusión con los conservadores, con los dirigentes políticos de la derecha, debería mostrarse respeto, conocer sus valores, no desfallecer en la reconfiguración de su marco del discurso y, sobre todo, decir lo que creemos y pensamos. No es suficiente con rechazar su marco de discurso, no basta con negarlo. Hacer eso tan sólo puede provocar su refuerzo. Las pautas realmente importantes en la discusión son: “1. Sé respetuoso. 2. Responde cambiando el marco. 3. Piensa y habla desde los valores. 4. Di lo que piensas” (p. 170).

3. No vale confrontar los marcos cognitivos sólo con los hechos. Sirve de poco. Los marcos esquivan los hechos. Tenemos que intentar reconfigurar los marcos de discusión antes de que los hechos puedan resultar significativos y hacerse contundentes. De lo que no se infiere, en absoluto, que los hechos no cuenten. Son importantes, cruciales si se quiere, “pero hay que enmarcarlos adecuadamente para que se conviertan en una parte eficaz del discurso público. Tenemos que saber que un hecho tiene que ver con los principios morales y con los principios políticos. Tenemos que enmarcar esos hechos de la manera más eficaz y honesta posible” (p. 158).

4. La herencia ilustrada, nuestra herencia cultural, cultiva ciertos mitos. Este por ejemplo: “la verdad nos hará libres. Si nosotros le contamos a la gente los hechos, como la gente es básicamente racional, todos sacarán las conclusiones acertadas” (p. 39). La ciencia cognitiva ha falsado este modelo según Lakoff. Las gentes no piensan así sino mediante marcos (cosmovisiones). Así, los del padre estricto o los del padre protector que fuerzan cada uno una determinada lógica. La verdad, para ser aceptada, tiene que encajar bien en los marcos previos. Si los hechos no encajan en nuestros conceptos, entran y salen inmediatamente. No se les oye, no se los acepta como hechos o, simplemente, nos confunden y calificamos el hecho, no el marco, de irracional o estúpido.

5. La repetición, la insistencia como estrategia política y cultural. La derecha conservadora ha utilizado durante tiempo la estrategia de repetir frases que evocan sus marcos teóricos y políticos, y que definen las cuestiones importantes, la agente cultural y política. De este modo, su lenguaje parece el lenguaje natural en asuntos sociales, “modos cotidianos de pensar acerca de cuestiones importantes” (p. 81). De ahí una derivada, y un deber, para la profesión periodística: “los periodistas tienen la obligación especial de estudiar el enmarcado y de aprender a ver a través de marcos motivados políticamente, incluso cuando esos marcos han llegado a ser aceptados como algo cotidiano y como un lugar común” (p. 81).

6. Suele afirmarse que es irracional actuar contra el propio interés. Lakoff sostiene que esa es también una herencia ilustrada que necesita revisión urgente. Daniel Kahnema, premio Nobel de Economía, y Amos Tversky, han mostrado que la gente realmente no piensa ni actúa de eso modo. Ese marco, no discutido, hace incomprensible que gentes trabajadoras voten por Bush o que la mayoría de las clases obreras españolas voten al PP. Las gentes votan por sus valores y por su identidad, lo que no coincide necesariamente con sus intereses (p. 59).

Es posible matizar a Lakoff en algunos de sus conclusiones y sugerencias (el papel del interés propio, la función falsadora de ciertos hechos, el papel de los media y de la educación en la creación de un ciudadano sumiso o el papel del cinismo y la hipocresía en política), pero, en mi opinión, apunta bien en general y hacia territorios no muy explotados. No cabe duda que la derecha política española, por no hablar de los neocon norteamericanos, en varias de sus aristas y en muchos de sus medios, ha tomado buena nota del papel de los valores y de la cultura -y también, sin duda, del grito, de las corruptelas y de la manipulación- en la movilización interclasista de sus gentes y de sus apoyos sociales. Miremos lo ocurrido en estos últimos años. No puede haber duda: “Son sus valores, es su cultura, son sus convencidos. ¡Estúpidos de nosotros!”.

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