Gilberto Lopes
San José. Una frenética batalla se libra en las últimas horas, cuando ya casi todo está dicho y se ha hecho mucho más de lo que parecía posible. Mañana poco más de 2.6 millones de costarricenses deberán acudir a las urnas para decidir, en referéndum, el destino del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos.
La propaganda es quizás de 10 por uno en favor del sí (ya habrá tiempo de contabilizarla). En cambio el no multiplica ingenio y corazón: el miércoles y jueves se instaló una pantalla gigante, en el Parque Central, para mostrar sus videos y dar sus razones, ante la falta de recursos para comprar tiempo en televisión. Vean su campaña en páginas de internet. Sugiero dos: notlc.com y concostarica.com. Pero hay muchas más.
La campaña se extendió, como no era posible imaginar, a la Casa Blanca y al Capitolio. El jueves la representante comercial de Estados Unidos, Susan Schwab, intervino para amedrentar a los costarricenses con eventuales represalias si rechazan el tratado. Ayer los senadores Byron Dorgan, Sherrod Brown y Bernie Sanders escribieron a George W. Bush para exigirle que aclare que Estados Unidos no está amenazando a los costarricenses por la decisión que puedan tomar este domingo.
En Costa Rica el presidente Arias asumió el comando de la campaña del sí. ¿Qué pasará el lunes si gana el no? Arias habló reiteradamente esta semana en cadena nacional y multiplicó visitas para promover el TLC. Ha dicho que los costarricenses cometerían “suicidio colectivo” si lo rechazan. Le parece imposible concebir racionalidad en una opinión contraria a la suya. Una vez más desconfía de sus conciudadanos. Pide apoyo y dice que no podrá seguir con su obra si se le paran en la escoba.
Son los efectos del “pensamiento único” que se extendió por el mundo en el último cuarto de siglo y que terminó por hacer creer a sus beneficiarios que era cierto que en el mundo no había ya alternativa.
Pese a todo, la última encuesta, del conservador diario La Nación, el mismo que editorializó el jueves, por primera vez, pidiendo el voto por el sí, reveló una ventaja de 12 puntos para el no. A sólo cuatro días del referéndum, parece imposible revertir esa ventaja.
Eso ha generado una actividad frenética del gobierno y los partidarios del sí. ¿De dónde surge esa fuerza formidable que ha impedido que, en Costa Rica, los estragos del neoliberalismo y las privatizaciones haya llegado tan lejos como en otras naciones de Latinoamérica, incluyendo México?
Hace casi ocho años se intentó –otra vez– privatizar las telecomunicaciones. El gobierno tenía mayoría en el Congreso (como ahora) y aprobó el proyecto de ley en primer debate, pero nunca pudo darle segunda votación porque la gente lo impidió. Ocupó las calles y dijo “no”. Ahora vuelven a la carga. El TLC exige la privatización de las telecomunicaciones (el gobierno insiste en que sólo es “apertura”), y la gente no quiere porque sabe lo que pasa en México, Chile, El Salvador.
Pero esa resistencia viene de lejos. Se ha trabajado cinco, seis años, respetando a la gente, dando razones, analizando, publicando (pocas veces, como en estos años, un país se ha pensado tan profundamente a sí mismo). Se ha analizado el TLC desde los ángulos más diversos, mientras los dueños del “pensamiento único” miraban con desprecio ese esfuerzo. Mañana, cuando abran las urnas, empezará a expresarse el resultado de esa pelea formidable que no por callada ha sido menos sabia.
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