Gustavo Leal F.*
Iluminado por un raro rapto de clarividencia, el subsecretario de Promoción y Prevención de la Secretaría de Salud, Mauricio Hernández, sostuvo que para realmente mejorar la calidad de los servicios es “indispensable incentivar económicamente a los trabajadores”, porque “un esquema de sanciones” sólo genera “conflictos con los sindicatos”. En su opinión, los programas de incentivos “son benéficos” y el sindicato “está contento”.
Examinemos a esta “luz” el caso del Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social, con 377 mil activos, además de 152 mil jubilados y pensionados. Sin duda, la agrupación sectorial más relevante.
¿Cómo van a “estar contentos” cuando el politólogo Juan Molinar Horcasitas –por empeño de Felipe Calderón, ahora “director” general del Instituto Mexicano del Seguro Social– presentó un pliego hostil que afecta la bilateralidad de un contrato colectivo de trabajo firmado en ¡1943!, con severo impacto económico sobre los trabajadores de nuevo ingreso, activos y hasta los de confianza?
Estas confianzas son víctimas de una nueva cláusula (154) integrada al pliego hostil y que les reduce derechos al nivel de la Ley Federal del Trabajo.
¿Quiénes son? Ni más ni menos que cerca de 34 mil plazas (Confianza A y B) responsables de la “dirección, inspección, vigilancia y fiscalización”. Los primeros son contratados libremente por el IMSS. Los segundos surgen desde la base y, por concurso, alcanzan ese nivel debido a su calificación, capacidad, experiencia, responsabilidad, liderazgo, reconocimiento técnico, probada lealtad al Seguro Social y, sobre todo, dignidad en la operación de sus respectivas materias de trabajo.
Constituyen un eslabón esencial en la prestación de los servicios y sobre sus lomos reposa la labor institucional. Por ellos, las “políticas” abstractamente gerenciales y medularmente tecnocráticas de Fox-Levy ostentan algún cuerpo.
Las Confianzas B están en las áreas clínicas de cualquier Unidad de Medicina Familiar, en la dirección de los Hospitales Generales de Zona, en las Unidades Médicas de Alta Especialidad, o bien, elaborando nóminas, calculando pensiones o dedicados a la cobranza. Atienden absolutamente todos los frentes sustantivos del IMSS y han sido los auténticos garantes de que la institución se mantenga a flote pese a los “directivos” que, cada sexenio, llegan enfebrecidos a “innovar”. Justo por eso y a pesar de contar con los derechos adquiridos, muchas Confianzas habían postergado su retiro.
Hasta que llegaron Calderón y Molinar con su pliego hostil y la (propuesta) cláusula 154. Para las Confianzas, ella se traducirá en una avalancha de jubilaciones anticipadas que impactarán directamente sobre el pasivo que tanto “preocupa” (pero no ocupa) a Molinar Horcasitas; despojará a las unidades médicas y administrativas de sus liderazgos –capacitados y expertos– naturales que no se sustituirán ni en el largo plazo y sobre todo, impactará sobre los derechohabientes, usuarios y pacientes que recibirán una atención aún más descontrolada que la que heredó el fatal foxismo.
Ya son muchas las explicaciones que Molinar debe a los derechohabientes. Pero, por lo pronto, bastaría con que informará sobre cuántas jubilaciones se aguardaban en 2007 y cómo crecerán, este mismo año, con su necia clausulita, así como publicar su sueldo, el de los funcionarios que él incorporó y las medidas efectivas de austeridad que ha adoptado.
Porque según el informe Remuneraciones y prestaciones del personal en activo al 2007, Molinar ha autorizado 807 contrataciones de personal por honorarios que cobran hasta 97 mil pesos mensuales (un millón 167 mil pesos al año), destacándose la Dirección de Prestaciones Médicas (a cargo del doctor Santiago Echevarría) con un alto número de contratos.
¿Y cómo van a “estar contentos” los trabajadores –como espera el clarividente subsecretario Mauricio Hernández– cuando, además, cobijados en los artículos 73, 132 y 136 de sus estatutos, la dirigencia del enorme SNTSS ha aplicado un número indeterminado de sanciones que suspenden derechos sindicales de infinidad de trabajadores, justo antes del congreso nacional ordinario que se celebrará el 11 de octubre y que deberá hacer frente al pliego hostil de Molinar Horcasitas?
El argumento usado comunica que, ahí donde los trabajadores examinan el pliego hostil de Molinar Horcasitas y demandan la consecuente acción de sus representantes sindicales, se está “mal informando a la base” o “por expresarse en forma indebida en contra del Sindicato (artículo 135, fracción IV)”.
¿Cómo van a “estar contentos” cuando lo que ese estatuto les garantiza es libre expresión como agremiados, así como la transparencia y rendición de cuentas del Comité Ejecutivo Nacional y su dilatada estructura?
De Zedillo a Fox y luego a Calderón; de Genaro Borrego a Juan Molinar Horcasitas, pasando por Fernando Flores y el nefando Santiago Levy, el IMSS –la principal institución nacional de seguridad social y sus trabajadores, para decirlo con el clarividente subsecretario Hernández–, en efecto, ha sido y es víctima de una estratégica campaña que sólo los orilla al “conflicto”.
Hasta en el trabajo Estudios de la OCDE sobre los sistemas de salud. México (2005) se asienta reiteradamente que en el país “los contratos laborales podrían restringir la posibilidad de acelerar la reducción de los costos fijos entre empleados de menor nivel”.
De Zedillo a Calderón los servicios están peor y no precisamente por esos trabajadores acosados salarialmente y calificados de “privilegiados”.
¿Habrá que esperar otro largo e inútil sexenio de pura continuidad para que un verdadero gobierno ponga finalmente orden, deje de golpear y les cumpla efectivamente a los de “la trinchera”, como gusta llamarlos el doctor José Ángel Córdoba, secretario de Salud?
No, en efecto. No pueden estar “contentos”. Y como dice el clarividente Hernández, la experiencia muestra que –si de mejora se trata– urge transitar de las sanciones al incentivo.
* Universidad Autónoma Metropolitana - Xochimilco
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