Mirta Rodríguez Calderón
SEMlac
Una consigna abarcadora y sonora: “calderos vacíos, aquí va a haber un lío”, movilizó la pasada semana a varios cientos de personas del campo, la mayoría mujeres, concentradas en la zona de Cambita, a unos 90 kilómetros al noroeste de Santo Domingo, la capital dominicana, donde coincidieron campesinas y campesinos de Baní -más al sur- San Cristóbal y otras provincias cercanas.
Impactada tal vez por la fuerza de una consigna que, en las condiciones de precariedad en que vive la población dominicana, puede considerarse “explosiva”, la policía del lugar se dedicó a requisar los panfletos anticipadores de que iba a “haber lío”, si bien no hicieron detenciones ni impidieron la actividad.
La motivación principal fue hacer coincidir una parte de sus demandas y reivindicaciones con el Día de la Soberanía Alimentaria, el 15 de octubre, y con el 17, de la Jornada Mundial de Lucha contra la Pobreza, por lo cual decidieron sacar a la calle sus empeños y protagonizar unas cuantas manifestaciones de rechazo y protestas en estos días, cuando también en el plano nacional hay varis razones para la movilización ciudadana campesina.
Las demostraciones públicas que se vienen produciendo desde hace dos semanas están enfiladas, por un lado, a resistir a las intenciones gubernamentales de privatizar las tierras, política coincidente con la que aplica el Fondo Monetario Internacional y, simultáneamente, de protesta por las carencias alimentarias para la subsistencia, la obtención de semillas y el transporte de sus productos.
A lo anterior se suma la carencia de títulos de propiedad de sus parcelas, la mayoría de las cuales les fueron “dadas” por la Reforma Agraria engañosa e incompleta de l962, por lo general sin papeles que las respalden.
El aspecto competitividad agobia al campesinado pequeño o sin tierra, porque el país acaba de poner en marcha la implementación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y mucha gente está consciente de que la nación carece de condiciones, en el campo pobre, para competir, no ya frente a productos importados, sino tampoco con las grandes empresas y terratenientes poderosos que disponen de insumos y tecnología.
Las tierras agrícolas del país estaban concentradas, en un 45 por ciento, en fincas de entre 300 y 1.000 hectáreas, propiedad del uno por ciento de terratenientes, según datos de 1998. El resto de la superficie cultivada estaba, sólo en un cinco por ciento, en usufructo o tenencia de productores con menos de cinco hectáreas.
De casi dos millones de hectáreas bajo explotación agropecuaria, apenas 240.000 eran tierras distribuidas por la Reforma Agraria de 1962. Pero, a pesar de haber sido entregadas, esto se hizo sin titulación.
Por eso, días atrás se produjo frente al Congreso de la República una vigilia muy numerosa, convocada por la Articulación del Campesinado Dominicano, una coalición de organizaciones campesinas que exigen esa entrega de títulos, de los cuales se beneficiarían cerca de 10.000 campesinos, buena parte de ellas mujeres, nunca tomadas en cuenta.
La Confederación Nacional de Mujeres del Campo (CONAMUCA) lidera esta demanda, como también la manifestación de los calderos en Cambita, zona que en las década del sesenta y setenta fue escenario de fuertes enfrentamientos, que incluyeron la toma de tierras.
Una campesina de esos rumbos, la lideresa mártir Domitila Soriano, más conocida por Mamá Tingó, asesinada en Yamasá, es la imagen negra y altiva que forma parte del logotipo identificador de las mujeres afiliadas a CONAMUCA, muy combativas y beligerantes en sus propias luchas y en las de todas las mujeres.
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