Jorge Camil
¿Qué podíamos esperar de un exitoso vendedor de cocacolas que a los 32 años se convirtió en presidente de Coca-Cola México? Ésa continúa siendo la única habilidad del ex presidente: ¡vender!
Apoyado por excelente mercadotecnia aprovechó la coyuntura política en 2000 y llegó a un honroso puesto para el que no estaba preparado. ¿Y qué hace ahora con su libro de “memorias”?: vender. Vender una historia de gringos, escrita para gringos, en la que aparecen caricaturas de México y de nuestro sistema político; en la que el PRI sale peor librado que los regímenes oscuros de Hussein y Pinochet, no obstante estar dedicada “al pueblo de México con amor”. Una historia de presidentes malandrines que “no construyen bibliotecas presidenciales, ni emprenden cruzadas contra el hambre, ni dirigen las Naciones Unidas” (¡Dios nos ampare! ¿Otro Echeverría?); de presidentes que “tomaban el primer avión a Europa después de entregar el poder a un sucesor designado por dedazo”. (¿No se muerde la lengua?) Dice que los presidentes no escribían memorias “porque podrían ofrecer pruebas en su contra” (¿y qué hacen las suyas?).
El título del primer capítulo (“Año de Hidalgo”) lo dice todo: al dejar el poder los presidentes no podían ir a la taquería de su pueblo natal sin ser abucheados, “porque dedicaban el último año del sexenio a saquear Palacio, llevándose mobiliario, pinturas, antigüedades, y hasta las perillas de las puertas y las molduras”. Como las historias para gringos tienen que caracterizar a un bueno y un malo, Calderón es “el joven brillante, valiente, reformador (el del sombrero blanco, por supuesto) que derrotó a López Obrador, peligroso aliado de Hugo Chávez en las elecciones más limpias, justas y veraces de la historia de Latinoamérica” (éste será el pasaje predilecto de quien llama el “vaquero de parabrisas” de la Casa Blanca). Afirma que él y su “primera dama” (porque como en inglés “Mrs. Marta” sonaría ridículo ahora la llama “my first lady”) únicamente se llevaron de Los Pinos “sus blue jeans y las hebillas vaqueras de plata que utilizó en la campaña”. Por eso, cuando abandonó la Presidencia se dirigió a “la plaza del pueblo” (¿se referirá al Zócalo del Distrito Federal?) para mirar a sus vecinos a la cara, “sabiendo que dirigió al país con las manos limpias”.
¡Atención novelistas mexicanos!: el capítulo sobre el abuelo Fox podría servir de guión para un exitoso churro hollywoodense: un relato del inmigrante gringo que al estilo de Gary Cooper sale carabina en mano a las puertas de su hacienda a enfrentar villistas exigiendo comida.
Asesorado por alguien que conoce la sensiblería estadunidense, Fox describe su propio sueño americano: el del granjerito que subió de camionero a presidente de Coca-Cola, y después derrocó a la más larga dictadura del siglo XX convirtiéndose “en el primer presidente mexicano de una auténtica democracia”. Para vender la “obra” en el país vecino afirma que el mundo no odia a Estados Unidos: “el mundo ama a Estados Unidos: todos, alrededor del planeta, admiramos los ideales de los padres fundadores y la estatua de la libertad”. Lo dicho: una historia para gringos.
Con el libro, Fox podría estar acumulando pruebas en su contra, porque confirma su larga complicidad con Rob Allyn (Mr. Mexico), el publirrelacionista texano que “inventó” a Fox, y a quien la revista D Magazine encontró al día siguiente de la toma de posesión “moviendo las palancas del poder en el Four Seasons de la ciudad de México”. El día anterior, Allyn había acompañado al presidente de 7-Eleven y a su esposa Margo a la toma de posesión, “donde Fox pronunció un discurso parcialmente redactado por Allyn”.
Allyn, que se jacta de haber asesorado también a los gobernadores de Aguascalientes, Guanajuato y Chiapas (además de Wal-Mart, 7-Eleven, American Airlines y otras multinacionales que hoy operan en México), comenzó a asesorar a Fox en 1997, cuando se deslizaba al país clandestinamente, asumiendo nombres falsos, a efecto de planear minuciosamente la estrategia que lo llevó a la Presidencia.
Según D Magazine, “para hacer negocios en México es preciso conocer a Rob Allyn”, el hombre que tras la inesperada victoria de Fox “se convirtió en una pieza excepcionalmente valiosa para los negocios entre Estados Unidos y un México en estado de transición”. ¡Atención legisladores de la Comisión Investigadora!: no pierdan el tiempo con la Hummer, el Jaguar y el “jeep rojo” (del que en el libro se enorgullece). El verdadero filón podría estar en posibles negocios multimillonarios con los clientes del elusivo publirrelacionista.
En ese contexto el libro de “memorias”, labor de muchas manos, obviamente concebido, escrito y promovido por la importante empresa de Rob Allyn, podría ser todo un montaje de Fox para prepararse a traficar influencias en el sexenio de Felipe Calderón. En una puesta en escena muy “a la americana”, Fox aparece en la contraportada “tecleando” en una laptop al lado del “coautor”. Señores legisladores: cuidado con el artículo 33 constitucional, que prohíbe a los extranjeros inmiscuirse en política nacional.
Y atención mexicanos: no se les ocurra comprar el libro cuando salga en español, el papel sanitario es más barato y sirve para limpiar la mierda no para llenarse de ella.
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