Julio Hernández López
La suerte está echada (desde el principio) en la UNAM: José Narro será el continuador de la política de apariencias mediáticas de éxito desarrollada por José Ramón de la Fuente. Narro es el sucesor designado aunque, para simular ciertas aperturas democráticas, se ha montado un espectáculo de presunta competencia interna (al estilo usado en Oaxaca por José Murat en su propia sucesión, cuando activó a todos los aspirantes para que “pelearan” por el cargo predestinado a Ulises Ruiz, con el compromiso de que éste integraría a los “competidores” a su gabinete), como si el relevo en la máxima casa de estudios fuese a ser decidido por masas, votos o proyectos reales y no por arreglos de elite procesados y convalidados por una anacrónica junta de notables sin representación colectiva alguna.
El ex secretario de Salud de Ernesto Zedillo ha sido un destacado agente de relaciones públicas de sí mismo, que con apoyo del presupuesto universitario ha navegado en planas impresas y espacio radioeléctrico con la bandera de una presunta salvación, casi una refundación, de la Universidad Nacional. En la instauración de esa presunta epopeya, el rector mediático, De la Fuente, ha contado con el respaldo de grupos y corrientes domesticables a partir de repartos apaciguadores de prebendas, en especial los identificados con el PRD, que negociaron dar la espalda al movimiento de huelga de 1999 a cambio de cargos y “espacio político”.
Frente a la farsa democrática y el proyecto continuista, estudiantes, trabajadores, profesores e investigadores de la UNAM propusieron a Luis Javier Garrido que aceptara ser candidato a la rectoría, a sabiendas de que no existe ninguna posibilidad de que una postulación así pueda ser aprobada por los 15 miembros de la Junta de Gobierno, pero convencidos de que la presencia de un aspirante alterno e independiente permitirá una mejor difusión de ideas y planteamientos de quienes no comparten la visión color rosa que desde un palco del Estadio Olímpico esparce De la Fuente. El maestro Garrido, a pesar de su larga reticencia a buscar y aceptar postulaciones y cargos, respondió positivamente y ha desplegado una campaña analítica y propositiva de cambios (desde luego, no ha recibido, y es evidente que ni siquiera lo permitiría, el apoyo de Los Pinos que ha significado que el virtual vicepresidente de México, el madrileño Juan Camilo Mouriño, se haya reunido a departir con José Narro, como una prueba más de lo cargados que están los dados sucesorios).
En ese contexto de lucha, en una asamblea realizada el pasado 25 en el auditorio Ho Chi Minh de la Facultad de Economía se emitió un “rechazo total al proceso de imposición del nuevo rector de la UNAM”, por considerar que ese proceso “es totalmente antidemocrático, ilegítimo y viciado de origen”, pues la Junta de Gobierno “no tiene el reconocimiento ni la representatividad de la mayoría de la comunidad integrada por más de 300 mil universitarios”, y en cambio “obedece a los intereses de las elites empresariales y políticas del país, y a través de la imposición de las autoridades universitarias ha empujado por más de dos décadas un plan de privatización, desmantelamiento y elitización de la UNAM”.
También se denunció allí “la gestión represiva y privatizadora de Juan Ramón de la Fuente”, estableciendo que “contrario a lo que se presenta en los medios de comunicación” este rectorado, “que inició violando la autonomía universitaria encabezando la entrada del Ejército para romper la huelga estudiantil, se ha caracterizado por la continuación del proyecto de privatización de la UNAM”, con “aspectos recurrentes” como “las reformas a los planes y programas de estudio que subordinan la academia a intereses empresariales, la reforma al Estatuto del Personal Académico, los intentos de restringir el pase automático a licenciatura, las constantes violaciones al contrato colectivo de los trabajadores, la asfixia de la matrícula y la introducción de cobros por servicios administrativos”, además del “resurgimiento del porrismo en casi la totalidad de los planteles de bachillerato y la expulsión de más de 400 estudiantes por motivos políticos”, como forma de “generar un clima de intimidación y reprimir la organización y movilización de los estudiantes”.
Respecto a los “candidatos” negociados a la rectoría, la mencionada asamblea universitaria estableció que “son, sin excepción, promotores del proyecto de desmantelamiento de la UNAM. José Narro, José Antonio de la Peña, Rosaura Ruiz, Fernando Serrano Migallón, Fernando Pérez Correa, Diego Valadés y Gerardo Ferrando Bravo, todos apostaron por el incremento de las cuotas en 1999 y por el uso de la fuerza pública (PFP) para reprimir al movimiento estudiantil; hoy intentan hacer creer que siempre han defendido junto con el rector la educación, cuando han sido partícipes activos de la violencia institucional contra el estudiantado y el proceso de privatización”.
Quienes proponen una vía distinta para elegir rector llaman a una movilización el próximo jueves 8, a las cuatro de la tarde, del Monumento de Álvaro Obregón a la torre de rectoría, y tendrán una nueva asamblea universitaria el viernes 9, en el auditorio Che Guevara de la Facultad de Filosofía, y una marcha vespertina el jueves 15. Hay tal abulia sembrada en la comunidad universitaria, y tan aceitada está la maquinaria política que colocará a Narro como sucesor, que estas protestas y movilizaciones deben entenderse como un nuevo y difícil intento de mover conciencias y organizar acciones, tarea necesaria, a pesar de las adversidades y justamente a causa de ellas.
Y, mientras Calderón da por superado su primer año de zozobra poselectoral, y López Obrador hace saber por vía de su vocero César Yáñez que entre sus planes no está romper con el PRD, ¡hasta mañana, en esta columna a la que llegan menciones de que en un concierto de Serrat y Sabina se produjo un coro de parte del público con las palabras “fraude” y “espurio” por creer que allí estaba un panista michoacano!
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