sábado, noviembre 24, 2007

“En Acteal no puede haber borrón y cuenta nueva”

Despedida de Pedro Arriaga, párroco de Chenalhó

Elio Henríquez (Corresponsal)

Acteal, Chis., 23 de noviembre. Los católicos “no podemos tener la postura de los protestantes, que piden borrón y cuenta nueva” en el caso de la matanza de Acteal; “para lograr la paz, primero tenemos que hablar con la verdad y que haya justicia”, afirmó el sacerdote jesuita Pedro Arriaga.

“Acteal está ya en la memoria de los pueblos, no sólo de México, sino del mundo, porque aquí ha habido un genocidio”, añadió el prelado, durante un mensaje de despedida como párroco de Chenalhó, al que pertenece esta comunidad.

“Si nosotros olvidáramos y en México se perdiera la memoria, hay muchos seres humanos que no olvidarán” estos hechos, aseveró. “En Acteal hubo un martirio, se derramó la sangre igual que con Cristo, pero también ha brotado mucha agua, vida y esperanza, y la organización Las Abejas ha seguido viva.”

Desde enero de 1998, un mes después de la masacre, los jesuitas enviaron a Chenalhó a Pedro Arriaga, quien trabajaba en Campeche con refugiados guatemaltecos. Desde entonces ha estado al lado de Las Abejas, a la que pertenecían las 21 mujeres, 15 niños y nueve hombres asesinados por paramilitares priístas.

“Digo mi última palabra porque ya terminó mi tiempo de caminar en Chenalhó”, dijo Arriaga, quien recientemente fue nombrado párroco de San Juan Chamula. “Aunque seguiré cerca de ustedes, siento en mi corazón que ésta es mi despedida.

“Yo les he dicho de que no se dejen confundir por el gobierno, por los partidos, por algunos periodistas. Sufro también, pero me da ánimo que a algunos de ustedes, como dice el Popol Vuh, les arrancaron sus flores, les comieron sus frutos, les destrozaron sus ramas, pero sus raíces no se las han podido quitar”.

“Podrán venir muchos a robarles, a engañarlos, a quererlos matar, pero su espíritu está vivo y confío en que sigan adelante; no se dejen destruir”, señaló.

Por su parte, el dirigente de Las Abejas Diego Pérez Jiménez agradeció al jesuita su “acompañamiento permanente”, sobre todo en los días posteriores a la matanza.

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