Julio Hernández López
Mueve a razonable suspicacia la premura con que Felipe Calderón quiso instalar como oficialmente obligatoria la tesis de que las desgracias de Villahermosa se debían al “cambio climático”. A menos de 48 horas de la desgracia tabasqueña, el dictaminador de gastritis crónica en el caso de una anciana indígena violada en Zongolica por militares ya estaba instalando una algórica verdad cómoda como explicación de las inundaciones que desde el primer día han estado bajo fundada sospecha de criminal negligencia de comisiones como la Federal de Electricidad y la Nacional del Agua.
El súbito peritaje técnico de Calderón se produjo en respuesta a planteamientos del gobernador Andrés Granier el pasado 2, algunas de cuyas partes serán destacadas en negritas por su significación: a) “le pido ante el pueblo de Tabasco (…) que de una vez por todas se eche a andar ese plan hidráulico que hemos esperado los tabasqueños por tantos años. No obras aisladas, Presidente, no una obra y que se escatime el recurso para terminarla…”; b) “si nosotros hubiésemos tenido esas obras sí hubiese habido daños, pero no la catástrofe que estamos viviendo”; c) “le pido, Presidente, que el manejo de la presa de Peñitas se haga con todo el rigor pero nunca, nunca otra vez, por lo que toque a ese cauce, perjudicando al pueblo de Tabasco”; d) “ese río, señor Presidente, yo se lo dije anteayer con mucho respeto, cuando turbinan sube el cauce del río, lo sabemos de memoria. Presidente, le podrán decir cifras, pero aquí nosotros todos sabemos que cuando turbinan el río sube y cuando dejan de turbinar se desploman todas las obras que los gobiernos federales han hecho con tanto sacrificio”; y, e) “yo le dije que no era la responsabilidad de Peñitas lo que estaba causando esta catástrofe, y se lo reitero, señor Presidente, pero contribuyó enormemente, contribuyó”.
En respuesta, Calderón planteó: a) “sí les puedo asegurar a los tabasqueños: el origen y la causa de esta catástrofe está precisamente en la enorme alteración climática que, se reconozca o no, se ha provocado”; b) “… la lluvia que cayó en tan sólo dos días fue en algunas zonas de Tabasco suficiente para generar una lámina de agua de más de un metro de altura, lo cual explica la crisis que estamos viviendo a este respecto”; c) “… puedo asegurarles que la prioridad que tendrá, no sólo la presa Peñitas sino otras del sistema que confluyen a esta ciudad de Villahermosa, será la seguridad de los ciudadanos, más que la generación, en el caso de la presa Peñitas”; y, d) “en cuanto al plan hidráulico, señor gobernador, yo le puedo asegurar que independientemente de lo que haya ocurrido en el pasado, con gobiernos federales, locales o estatales de cualquier signo, es un tema independiente”.
Mientras Calderón primero exculpa y después virigua, crece la exigencia de que se realice una investigación ajena al oficialismo respecto a lo sucedido en Tabasco (ayer, el ayudante civil de las secretarías de la Defensa y de Marina, Francisco Ramírez Acuña, dijo que no hay oposición a esas indagaciones, pero que en estos momentos lo importante es… bla, bla, bla). A las especulaciones nacionales puede sumarse la opinión autorizada de Salvador Briceño, director de la Estrategia Internacional de Reducción de Desastres de la ONU, quien dijo sin rodeos que la tragedia tabasqueña pudo prevenirse “con medidas relativamente sencillas y baratas”.
De entre las cartas que sobre el tema han llegado al buzón astillado, se reproduce el contenido de una de ellas, escrita por un especialista cuyo nombre se omite: “los ríos que nacen en Chiapas, que desembocan en el Golfo de México, y en los cuales se construyeron varias presas hidroeléctricas y/o reguladoras, requieren siempre de una cantidad de agua o, mejor dicho, un tirante de agua para operar, así que tratan siempre de tenerlas a 70 u 80 por ciento de su capacidad. Desde inicio de los 90, hasta el 98, que es lo que yo recuerdo, el manejo del agua de esas presas se hizo de forma natural; por ejemplo, si tengo 70 por ciento de volumen, y siempre llueve equis cantidad, pues debo desfogar esa equis cantidad de agua antes de que lleguen las lluvias, para así hacerlo en forma paulatina, medida y sin afectar a los pueblos ribereños que están principalmente en Tabasco. Ese año del 98 se hizo la operación hidráulica como siempre, pero las lluvias fallaron y no se recuperó más que 50-60 por ciento de las presas. Fallaron los cálculos y cuando en el 99 se presentaron las primeras lluvias, pues bienvenidas como siempre, y más ahora (99) porque el tirante estaba tan bajo que era posible dejar de producir energía eléctrica en alguna de esas presas. Con las primeras lluvias de ese año recuperaron nivel, pero no siguieron con la mecánica de siempre, desfogar para esperar las lluvias. Creyeron que no volvería a llover y zaz, vienen las lluvias, y las presas al 70-80 por ciento, y ni modo, hay que desfogar pero de urgencia, porque pueden reventar las presas. Y no es lo mismo hacer esa operación en dos meses que en cinco días: millones y millones de metros cúbicos en tan sólo unas horas. Recordarás la inundación del 99. Pues así fue entonces y así fue ahora en 2007. Errores humanos, de CFE y Conagua, que ambos son los dueños y operadores de las presas. Fueron tan comentadas esas fallas que durante años se publicaba diariamente en los periódicos de Villahermosa el nivel de agua de las presas de Chiapas. Claro que hay culpables, y son del gobierno federal.”
Y, para cerrar: el jefe del partido de la derecha española, Mariano Rajoy, se ha metido en un lío porque descalificó el tema del “cambio climático” a partir de los comentarios que le habría hecho un primo especializado en física, en el sentido de que, “tras reunir a los diez mejores científicos del mundo, ninguno había sido capaz de decir el tiempo que iba a hacer en Sevilla” al siguiente día, así es que “¿cómo alguien es capaz de predecir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?”. ¡Ah, la ciencia y la derecha: uno postulando la gastritis climática en Tabasco, otro refutando a Al Gore a partir de un primo! ¡Hasta mañana!
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