Carlos Fernández-Vega
Como era previsible, en unos cuantos días los 2 mil millones de dólares fácilmente se incrementaron a casi 5 mil. Este último monto corresponde a la estimación oficial actualizada del costo económico causado por la inundación en Tabasco (70 por ciento del territorio estatal está bajo el agua), y ambos cálculos provienen del gobierno de la entidad, divulgados con sólo unos días de diferencia.
Pasarán los días y es de suponer que tal estimación se incremente (el nuevo cálculo no incluye, por ejemplo, la evaluación de daños en agricultura, industria e infraestructura escolar y carretera), pero en vía de mientras el gobierno estatal incrementó de 2 mil a 5 mil millones de dólares los mencionados daños, de tal suerte que de ser correcta la segunda cifra alrededor de la mitad del producto interno bruto tabasqueño se lo habría engullido el agua, producto de la inundación, la falta de prevención, los diques mal construidos y las corruptelas entre autoridades y empresas constructoras involucradas.
A pesar del petróleo –que no se incorpora a las cuentas estatales–, el producto interno bruto de Tabasco es uno de los más escuálidos de la República, inmerso en el circuito de menor desarrollo, con tasas de “crecimiento” inferiores a la de por sí raquítica media nacional (1.2 contra 2.2 por ciento, respectivamente). Esta entidad reporta “avances” similares a los registrados por estados como Aguascalientes, Campeche (otro estado con abundante oro negro, pero sin mayor repercusión en sus finanzas) e Hidalgo, lo que implica una situación de permanente supervivencia para sus pobladores con o sin inundaciones, aunque mayormente en esta última circunstancia.
La respuesta federal a la tragedia tabasqueña, ya no se diga la del gobierno estatal, ha sido por demás limitada, pero, eso sí, con muchos videos, fotografías, discursos y uno que otro saquito de arena a medio llenar. Alrededor de la mitad de la población de la entidad sobrevive anegada, carente de lo mal elemental, mientras desde el centro se presumen “apoyos” por 200 millones de pesos (sólo para pequeñas y medianas empresas), que no sirven ni para el arranque.
La ayuda que la sociedad destina a los damnificados fluye, pero la escasez de alimentos es enorme, y los pocos que se encuentran rápidamente han sido reetiquetados en más de 100 por ciento. Y en medio de la tragedia, la nota chusca, en ese mar de humor negro que brota en este tipo de situaciones, la pone la Procuraduría Federal del Consumidor (la Profeco), quien ha hecho un llamado a los tabasqueños “para que eviten compras de pánico y denuncien abusos”.
Paralelamente, se fortalece la campaña mediática de que las donaciones (económicas y en especie) son la respuesta rápida e indicada para hacer frente a la tragedia tabasqueña, pero es obvio que por esta vía, por muy buena voluntad y solidaridad que refleje, no se llegará muy lejos, como se ha demostrado en tragedias similares.
Por lo anterior, la única posibilidad real e inmediata de hacer frente a la tragedia tabasqueña es proceder al rescate (así, sin comillas) del estado y su población, mediante el uso proporcional de esa fortuna acumulada en forma de reservas internacionales en el Banco de México, que supera los 75 mil millones de dólares. Por mantenerlas intocadas, improductivas, del erario salen alrededor de 3 mil millones de dólares anuales. Entonces, úsense los dineros de la nación para ella misma y en beneficio de su gente. Una decisión de este alcance tiene efectos positivos para la República, no así el medio llenar saquitos de arena, con fotografías de ocasión.
Las rebanadas del pastel
De la lectoría, sobre el mismo tema: “sobre las deficiencias del gobierno para resolver un mega problema, como el que se presenta en Tabasco, es necesario subrayar que ni siquiera ha logrado establecer un compromiso sobre el monto de recursos que reclama una solución real. Creo que urge un mínimo de 17 mil millones de pesos, para atender las siguientes necesidades inmediatas: créditos para las 200 mil familias afectadas para que puedan sustituir sus muebles y reparar sus viviendas; recursos para reponer redes de agua, drenaje, electricidad, teléfono, pavimento en calles y carreteras, y alumbrado público; desazolvar ríos y drenaje pluvial; construcción de muros de contención. Esto reactivaría la economía y conllevaría una rápida recuperación. Pero además no muestran capacidad para ponderar el orden de magnitud de esos recursos, respecto de la hacienda pública global: solamente representan el 0.7 por ciento del presupuesto de egresos de la Federación para el año 2008 (a cualquier director de una empresa mediana no le temblaría la mano para autorizar un sobre ejercicio de esa proporción). Son equivalentes a 25 por ciento de los excedentes que recibirá el gobierno por el sobreprecio del barril de la mezcla de petróleo mexicano en este 2007, que casi alcanza 60 dólares. ¿Habrán olvidado que deben gobernar democráticamente a favor del pueblo, y en este momento de crisis se los están reclamando? (José Luis Apodaca Villarreal, japodaca@prodigy.net.mx)... La Biblioteca de las Artes invita a la presentación del libro Bibliografía de la Música en México: ISBN Siglo XX, del doctor Jaime González Quiñones, que tendrá lugar el jueves 8 de noviembre a las 18 horas en el vestíbulo de la misma Biblioteca, del Centro Nacional de las Artes, en Río Churubusco 79 esquina Tlalpan. El autor, quien obtuvo su doctorado en Musicología en The City University of New York, concluye su introducción con un deseo: “que mis benévolos lectores disfruten al hojearlo como yo disfruté al escribirlo” (dudas y comentarios a jaigonqui@att.net.mx).
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