Javier Oliva Posada
Pese a los constantes intentos académicos, diplomáticos, mediáticos y publicitarios por presentar al Estado-nación como una reliquia conceptual del siglo XIX, lo cierto es que con vigor ha emergido como actor de primer orden en los años recientes. Al respecto, cito el informe anual del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI, por sus siglas en francés) correspondiente a las previsiones para 2008, donde se refiere al “regreso de las naciones”.
El informe hace mención particular a los casos de Rusia y Venezuela, tanto a Vladimir Putin como a Hugo Chávez, quienes usando como punto de apoyo los recursos energéticos se han procurado una voz propia, que es atendida en el ámbito mundial.
Y es sencillo de comprender de dónde procede esta reconsideración: en la medida en que el Estado responda a sus compromisos sociales, la viabilidad institucional del mismo quedará garantizada. Un Estado replegado, que renuncia a sus responsabilidades, no sólo se debilita ante los poderosos actores internacionales, sino, peor aún, ante las demandas de los sectores sociales que más requieren de políticas compensatorias que amortigüen las tendencias concentradoras del libre mercado y la globalización.
Pero no sólo en el ámbito de las relaciones internacionales encontramos evidencias de la vuelta del Estado-nación. La semana pasada, resultado de su insólita eliminación de la Eurocopa 2008 –torneo de futbol entre las naciones más importante después del Mundial–, los directivos de la Liga Premier de Inglaterra han expresado la necesidad de replantear el sentido y administración del futbol profesional en su país. Algunas cifras son reveladoras sobre el particular: hay 196 jugadores extranjeros contra 23 que había en 1993. Son 66 nacionalidades representadas, lo que ha llevado a que dos terceras partes de los futbolistas profesionales de Gran Bretaña no sean ingleses (Le Monde, 24/11/07).
Además, han asistido a los estadios a lo largo del pasado torneo, según los datos de la Federación inglesa, un total de 13 millones de espectadores, contra 3 mil millones que acceden mediante el servicio de televisión por cable y de pago por evento. Esto explica la adquisición de importantes clubes locales por parte de multimillonarios rusos, estadunidenses o príncipes saudíes. Desde luego, no es por la pasión futbolera, sino por las ingentes ganancias que se logran mediante la publicidad y la transmisión de los partidos.
La sesuda y reveladora conclusión de los directivos ingleses fue dar oportunidad a los jóvenes británicos y establecer un programa que devuelva a la selección inglesa de futbol su nivel competitivo. Es decir, recuperar la identidad de la selección nacional en el país donde se inventó ese deporte, al menos en su versión organizada.
Puede ser un ejemplo o referencia ajena a la dinámica de las presiones para debilitar a los estados-nación, que por su riqueza, ubicación u otras razones, representan suculentas y cuantiosas ganancias. Sin embargo, hay una certeza de la más elemental política práctica: los valores, la cultura, así como la diversidad económica de las naciones siguen siendo aspecto crucial para el funcionamiento de los países. Por tanto, mientras haya autoridad legítimamente establecida habrá condiciones para garantizar la estabilidad y desarrollo de la sociedad.
Venezuela y Rusia, mediante procedimientos propios, han dado a sus respectivos países capacidad para negociar de tú a tú. Podrá o no estarse de acuerdo con los métodos aplicados por Chávez y Putin, pero para el juego internacional lo que cuenta es la capacidad para mantenerse en una dinámica que no acepta términos medios. Esas dos naciones han salido a defender sus intereses. Y eso ha valido para que las tendencias de las potencias regionales las consideren en sus equilibrios. El Estado-nación está de vuelta o, mejor, nunca se fue.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario