Una vergüenza para los creyentes católicos

"Si no tengo amor soy como campana que suena
o címbalo que retiñe" (1Corintios 13,1)

La Iglesia Católica y sus creyentes, desde el último en su jerarquía hasta el primero en su laicado, debieran ser ejemplo de humildad, de mansedumbre, de confianza y abandono en Dios. Simple y llanamente: ejemplo de amor...

Pero no. No es así. Hoy la Iglesia Católica parece más bien un ejemplo de vanidad y de soberbia, de fuerza y de poder, de "desconfianza" en Dios y demasiada confianza en las cosas humanas y terrenas... Simple y llanamente: ejemplo de odio y de división...

Hoy la Iglesia Católica parece una institución bancaria, o una institución de poder, o una institución carente de respeto y de legitimidad, o una institución que teme porque la debe, o una institución secuestrada y usurpada, que tiene que "cuidarse" con un montón de llaves y candados y un montón de policías y armas de alto poder...

Dice "Rayuela", de La Jornada:

"Bonita imagen la de Catedral. Todos los que entran son tratados como potenciales delincuentes. Ni Bush se atrevió a tanto"

Y dice el pie de esta foto: "A una semana de la irrupción violenta en la Catedral Metropolitana cuando se llevaba a cabo en el Zócalo la tercera Convención Nacional Democrática, las autoridades eclesiásticas dieron por concluido el "agravio" y agradecieron a Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno capitalino, las medidas de seguridad desplegadas desde el sábado en el recinto. La operación incluye la custodia permanente del inmueble, a cargo de 46 integrantes de la Policía Bancaria e Industrial y cuatro unidades móviles. A todas las personas que quieren ingresar a la iglesia les son revisados bolsos, mochilas o cualquier bulto que lleven"...

Hoy la Iglesia Católica provoca, politiza, muestra su "músculo", grita y amenaza, se rasga las vestiduras, se parcializa a favor de "los poderes de este mundo"... Exactamente como la "iglesia" que Jesús encontró hace dos mil años y a la que intentó renovar y transformar... La misma "iglesia" que a Él lo persiguió y lo crucificó...

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Álvaro, Diácono en Resistencia