domingo, enero 06, 2008

Alternativas para el maíz y otros cultivos

Antonio Gershenson

Con toda razón se está dando una movilización importante contra la apertura de la frontera norte a la importación de maíz, frijol y otros productos agrícolas. Como allá hay subsidios que aquí se han estado suprimiendo, esta medida, producto del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, es desastrosa para el campo mexicano.

Sin embargo, eso no es todo. La productividad mexicana en el rubro de maíz y otros insumos agrícolas es muy baja, y eso nos debilita de todos modos. Importantes empresas transnacionales han desarrollado productos transgénicos para controlar la producción de alimentos. Un caso que se ha hecho famoso es el del Terminator, variante que impide la reproducción del grano que ellos venden, de modo que se les siga comprando indefinidamente. Un arma de la que se valen quienes impulsan esas variedades es que permiten aumentar la productividad, en contraste con una parte importante de la agricultura tradicional.

Tenemos una tradición de aumento de la productividad, en especial del maíz, con métodos naturales. Desde hace miles de años, en plantas silvestres como los primeros teosintes, y luego en mazorcas muy pequeñas y relativamente poco nutritivas, se usaron procedimientos que incluyeron el “cruce” de variedades que daba lugar a plantas más diversas, de las cuales la selección natural hacía prevalecer a las más resistentes y la selección humana daba preferencia a las más nutritivas. A la simple lluvia la siguieron, en el valle de México, los sistemas de riego. Este proceso permitió que hubiera ciudades, pues sin la posibilidad de producir alimentación básica de suficiente calidad y en necesaria cantidad éstas no hubieran sido posibles.

Este proceso fue cortado por los conquistadores. Ha habido esfuerzos e intentos para recuperar la productividad, pero aun así, en promedio, la tenemos muy baja. Ahora hay recursos para mejorar la productividad y la calidad de nuestra alimentación básica que son también naturales y permiten sustituir los productos químicos que han causado diversos daños. Ponemos sólo algunos ejemplos:

Riego eficiente: nos hemos referido ya a este tema. Podemos, por ejemplo, aprovechar el barro poroso y otros dispositivos para dar a las plantas la cantidad de agua que necesitan, no más ni menos. Se ha trabajado en este sentido. Esto aumenta la productividad de los cultivos.

Pesticidas biológicos: en vez de usar productos químicos se han usado especies biológicas que atacan a la plaga, no sólo directamente, sino, en el caso de los insectos, a sus larvas. El Mercado Común del Sur (Mercosur) ha creado reglas que tienden al desarrollo de pesticidas que no generen efectos secundarios indeseables. Se mencionan en particular los “organismos transgénicos”. También hay reglas en escala internacional, de la FAO.

Microorganismos que alimentan a la planta: se han usado cada vez más en diferentes países y también en el nuestro microorganismos que alimentan a las plantas, abono vivo, que a la vez viven de esas plantas; se da una simbiosis. Cuando esos organismos son hongos, que es un caso muy importante, se llaman micorriza. En el caso del maíz, se han usado estos organismos solos, u hongos con otros microorganismos, y se obtiene un abono nitrogenado o nitrogenado y fosforado. Además de que no se daña el suelo vegetal, aumenta la productividad.

Abonos verdes: son plantas que se siembran con el propósito de alimentar la tierra. Se usan en especial las leguminosas, porque toman el nitrógeno del aire y lo llevan a la tierra, de donde otras plantas lo usan para alimentarse, como abono nitrogenado. En México la leguminosa que se usa tradicionalmente con el maíz es el frijol.

En mayor o menor grado, ejemplos como éstos se usan para mejorar la productividad de los cultivos. Pero para que logremos un aumento cada vez más general de la producción será necesario ir intercambiando información y, en un momento dado, ir coordinando esfuerzos. Aunque es prácticamente obligado que las instituciones públicas lo hagan, también lo pueden y deberían hacer instituciones de investigación y enseñanza superior. De hecho, las hay que lo hacen o empiezan a hacer, aunque a menudo por su cuenta.

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