La verdad es mezcla
Nicolás Ríos
El miércoles 26 de diciembre del pasado 2007, apareció en la primera plana del periódico local "El Nuevo Herald", una información encabezada por el siguiente titular: "Naufragio de una embarcación proveniente de Cuba deja 25 muertos". Estaba firmada por el curtido periodista Wilfredo Cancio Isla, graduado de su oficio en la escuela de periodismo habanera, de la cual fue profesor posteriormente durante 10 años. Forma parte, por lo tanto, de esa cantera inagotable de profesionales cubanos que han inundado Miami y lo han nutrido y embellecido con indudable abundancia de experiencia, pericia y costos bajos. Nadie duda ya, que lo que sale de la ínsula vecina es de primera calidad. Algunos se asustan y otros se irritan, pero todos, en definitiva, disfrutan de su aporte. Empresas, empresarios y funcionarios los buscan. Por eso, el propio Cancio Isla fue uno de los que el periódico para el cual trabaja puso en la picota, revelando (¿o denunciando?) que recibían pagas de Radio y TV Martí, emisoras oficiales estadounidenses para las campañas contra el gobierno cubano. Esto se supone que crea un conflicto ético: ¿cómo se puede trabajar para un órgano de prensa que se dice independiente y, a la vez, aceptar dineros de una aparato que recibe toques de corneta desde Washington?
El reportaje, en su primer párrafo, decía: "Al menos 25 personas habrían muerto cuando una embarcación zozobró poco después de abandonar el poblado costero de Santa Cruz del Norte, en la provincia de La Habana, en un fallido intento por llegar a Estados Unidos". La maña del redactor se revela en la palabra "habrían": utiliza el verbo en condicional, expresando una probabilidad en pasado, algo que pudo o no haber ocurrido. De esa manera cuela una propaganda anticastrista, disfrazándola con una noticia que no se sabe si es cierta o no. Esto degrada a una publicación que mientras pregona las virtudes de la objetividad periodística, le da trono y lustre a "Radio Bemba".
En otra parte Cancio Isla fue menos cuidadoso, porque hace una afirmación sin haberla investigado y comprobado: "El fatídico incidente ocurrió entre las 12 y las 4 a.m. de la madrugada del viernes 21 (del pasado diciembre). Al parecer, la embarcación fue detectada y perseguida por patrulleras de Tropas Guardafronteras, y en la persecución chocó con un arrecife, lanzando al agua a la mayoría de los pasajeros".
El jueves 27 de diciembre, un día después de las conjeturas sin base real de Cancio Isla, en el mismo periódico apareció otra nota, firmada por Andrea Rodríguez, bajo el titular: "Dos muertos en naufragio de indocumentados en Cuba". En ella se señala: "Las autoridades cubanas informaron el jueves del naufragio, en sus aguas territoriales, de una embarcación de traficantes de inmigrantes que pretendían llegar a Estados Unidos. Dos personas murieron". Luego de dar los nombres y edades de los mismos, se dice que "según el reporte del Ministerio del Interior (MININT), un grupo de unas 25 personas se dieron cita en las inmediaciones de Santa Cruz del Norte, en las afueras de la capital, donde se presentaron los lancheros procedentes de Estados Unidos para recogerlos.
"El fuerte oleaje sólo permitió que abordaran 11 de los congregados, incluyendo una niña.
"Pocos minutos después, relataron los sobrevivientes a las autoridades, la lancha comenzó a tener problemas en un motor y a hacer agua, al tiempo que se acercaba a un arrecife hasta chocar con él."
La narración concluye haciendo saber que "lograron llegar a la orilla 9 inmigrantes ilegales y presuntamente los dos lancheros... El patrullaje por la zona y la investigación mantienen retenidas a 26 personas involucradas con el incidente, de las cuales 12 tienen antecedentes penales, destacó el informe del MININT."
El comunicado de ese organismo aprovecha la ocasión para una andanada contra la política estadounidense y "las actividades lucrativas de la mafia", lo cual no es de extrañar puesto que se trata de la opinión de una institución gubernamental. Culpa a la Ley de Ajuste Cubano, que protege a los cubanos que logren llegar a territorio norteamericano por cualquier medio, considerándola como el origen de la emigración ilegal, con lo cual no estoy de acuerdo, porque me parece que es algo así como acusar al sofá del cuerno marital. La gente se va por otras razones que son las que hay que analizar y sucedería con ley o sin ella, como lo hacen, jugándose la vida, mexicanos, centroamericanos, chinos y todos los demás.
En este episodio, triste indudablemente porque hay vidas trágicamente extinguidas, abochorna que un periódico como El Nuevo Herald se deje llevar por un chanchullo elucubrado por sabe Dios quién, con fines que sí se saben, y dé categoría de información de primera plana a un embuste. Eso no es hacer periodismo. Eso es hacer panfleto miedoso, para apaciguar y cortejar a la parte más irracional e intolerante de la oposición al gobierno cubano y al propio Herald.
Entusiasma, sin embargo, la prisa con que el gobierno cubano aclaró lo ocurrido, no dando tiempo a que se siguiera especulando con la patraña. No siempre ha sido así. Me atrevería a decir que casi nunca ha sido así. Lamentablemente, muchos funcionarios cubanos han estimado que no vale la pena atajar los infundios que una fértil y bien financiada armazón continuamente produce. Y están equivocados. Es importante y eficaz hacerlo. Y es un deber con los cubanos residentes en el país y fuera de él y con toda la opinión pública. No es con consignas, arengas y discursos que se cumple con la misión, la obligación y el oficio de informar. Nada mejor que cuando hay un fallo, reconocerlo; cuando hay una culpa, denunciarla, y cuando hay una calumnia, desbaratarla.
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