Llega a su aniversario con una base social amplia
Su estrategia, no confrontar enemigos: Jorge Santiago
Blanche Petrich (Enviada)
San Cristóbal de las Casas, Chis. El zapatismo llega a sus 14 años de vida con una visión del país y del mundo que le ha permitido tejer alianzas continentales y contar con una base social que se ha expandido a regiones más allá de los límites de los municipios autónomos. “Y con una conclusión: somos más fuertes, porque estamos vinculados. Nuestra palabra tiene que ver con la palabra del otro, de la otra. En la práctica, la gente empieza a confiar en sí como constructora de relaciones, con base local. Y con algo que no se trasluce en la información pero es muy fuerte: la decisión de no confrontarse con los enemigos locales, a pesar del hostigamiento y el embate que marcan su entorno.”
Quien hace este balance es Jorge Santiago, teólogo, sociólogo y antropólogo, quien lleva 35 años al frente de Desarrollo Económico y Social de los Mexicanos Indígenas (DESMI), proyecto que llegó a Chiapas a finales de los años 60, ligado con la diócesis de San Cristóbal. Impulsor de proyectos de lo que se denomina “economía solidaria”, conoce el proceso, del que habla desde su génesis. El levantamiento histórico de 1994 ocurrió en las zonas Altos, Sur y Norte de Chiapas, donde trabaja intensamente su institución. Sufrió, inclusive en carne propia, la represión antizapatista, ya que en 1995 fue apresado, durante la ofensiva zedillista contra los rebeldes.
No concuerda con el diagnóstico del “desgaste del Ejército Zapatista” que con frecuencia se hace desde afuera, lo que no le impide reconocer, “porque sería intentar tapar el sol con un dedo”, que hay división en zonas que antes estuvieron cohesionadas en torno del EZLN y que “personas con historia de pertenencia y capacidad operativa se han alejado” de la organización.
Así, aunque muchos se fueron, otros se incorporaron, “sobre todo mucha juventud, jóvenes que eran niños o no estaban en el levantamiento de 1994 y que hoy están activos, incluso son mandos. Hay muchos espacios que se han abierto, muchas mujeres, sobre todo en las tareas de comunicación. Y zonas no indígenas, difíciles de imaginar hace algún tiempo, que son zapatistas. No todo lo nuevo que hay es visible”.
–¿Cómo ha afectado la contradicción entre quienes asumen los proyectos del gobierno como un derecho y quienes lo rechazan de tajo?
–La famosa idea de Vicente Fox de que los 40 millones de pobres se iban a salvar con programas, no con trabajo ni con productividad, se convirtió en las comunidades zapatistas en práctica contrainsurgente, que minó la conciencia y la voluntad de algunos. En 2003 se hizo un censo: siguen o no en resistencia, bajo el criterio de que los que recibían ayuda del gobierno en los hechos renunciaban a su pertenencia. La opción para mucha gente fue seguir recibiendo recursos del Estado.
“Eso fue muy fuerte, pero entre quienes optaron por resistir se fortaleció la alternativa de la autogestión: proyectos agrícolas y agroecológicos, promoción de la salud, un sistema de educación rebelde y una política de distribución de recursos con una claridad muy grande de lo que es lo autogestivo.
“A cinco años de distancia, ya hay signos de cuál modelo ha prevalecido. ¿Quién tiene salud, educación y alimentación? ¿Los que confiaron en el gobierno o los que construyeron educación propia, que hicieron la búsqueda de sus promotores de salud? Ya hay evidencias de que Fox y Pablo Salazar no cumplieron sus promesas. Un ejemplo es la posición de Las Abejas, que denunciaron que Salazar no estableció la justicia en Acteal.
–¿Cómo mediría el desgaste del zapatismo?
–En términos de número, no en el proyecto político. Más bien al revés. Se fortaleció con el sentido del qué hacer. No se trata sólo de pertenecer al EZLN para ser una fuerza política, sino para construir organizativamente, gobernarse para resolver problemas concretos. La tarea de los gobiernos autónomos es analizar los problemas y encontrar caminos que no sean de confrontación, sino de diálogo. Y que la gente se involucre en soluciones pacíficas.
“Algo que no se trasluce en la información, pero es muy fuerte en este proceso, es la decisión de no confrontase con los enemigos locales, a pesar del hostigamiento y el embate. Por eso las comunidades zapatistas no están entre la espada y la pared. Ante la agresión, incluso, tiene muchas salidas. El EZLN tiene un margen de acción muy amplio, porque ha sabido establecer un espacio político. Incluso puede resistir que le quiten tierras que había recuperado, porque el proyecto es más amplio, la visión es más allá y el programa es mucho más profundo.”
Para ilustrar el papel que juegan hoy día las comunidades y los valores del zapatismo en Chiapas, Jorge Santiago recurre al paisaje que ve todos los días en su recorrido desde Teopisca, su pueblo de origen, donde vive, hacia San Cristóbal. En la carretera hay anuncios sobre la venta de todo: carbón, piedras, arena, fruta, coches (de segunda mano), terrenos. “Es un clásico: en el capitalismo todo es mercancía. Y estos pueblos, a pesar de su rezago, no son la excepción. Ha permeado la mentalidad de que hay que tener dinero. Tener un pedazo de selva, un pedazo de lago para vender. Todo se vende y todo se puede comprar, aunque sea pirata.
“Ahí está la novedad. Los zapatistas no se enfrentan a esto como confrontación, sino como construcción de la alternativa: la propiedad colectiva, la acción común, la horizontalidad, la distribución y la solidaridad. Este fenómeno es transformador, muy profundo. Da capacidad para actuar sin tener que esperar a que caiga el sistema.
–¿El zapatismo sería como el muro de contención de esa mentalidad de que todo se compra y todo se vende?
–El zapatismo genera una idea diferente, y la gente se da cuenta. El que dice voy a sembrar árboles, cuidar mi salud y la educación de mis hijos, voy a ir a la asamblea y vamos a tomar acuerdos, vive diferente. Se convierte en ser político, participativo, y las mujeres van diciendo sí, tenemos sabiduría y nuestra palabra tiene valor. Todo esto es parte de una experiencia que se confronta diariamente con otra realidad. Al lado están los que toman, los que se divierten de otra manera, los que rezan como enajenados, los que sólo esperan la ayuda del gobierno.
“En los desalojos, que es el embate del calderonismo, unos participan en las negociaciones con el gobierno. Al final, las promesas no se cumplen, porque detrás está la presión de los proyectos de las presas, el petróleo, los negocios. Los zapatistas no negocian. Al último, quienes se quedan sin nada son los que negociaron. A la postre, llegan a la conclusión: qué bueno que están los hermanos zapatistas, que tienen otra alternativa. Así, el futuro de esa lucha tiene mucha perspectiva.
“Creo que el Estado no entiende a quienes se están enfrentando. No son sólo guerrilleros, invasores de tierras, gente que no acepta el orden del Estado. En lo único que piensa es en cercarlos, hostigarlos y descalificarlos, y ellos han crecido en su conciencia de su capacidad, de sus relaciones, sus valores. Uso una forma como ellos lo expresan: saben que no van a morir sin causa, que no se trata de sacrificios, que no se trata de tener héroes que se mueren, sino de personas que viven en esta dimensión, en la cual tienen la responsabilidad de cuidarse y cuidar a los demás.
–¿Por cuánto tiempo pueden eludir la confrontación?
–El espacio que ellos han creado les permite tener esa alternativa. Tienen como estrategia actuar con el menor costo para avanzar, no para retroceder. Confrontarse con los paramilitares y los soldados representa un retroceso de 10 o 15 años. Le daría a Calderón el pretexto para militarizar la selva y la frontera, pedir ayuda al gobierno de Estados Unidos y traer tanques y aviones. Estratégicamente, lo que hacen son cosas que les permiten avanzar. En esos términos bien sencillos es como están demostrando lo que significa resistir.
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