José Agustín Ortiz Pinchetti
Amigos lectores, no envidien a la clase política. Viven en una atmósfera contaminada que ellos ayudan a oscurecer. Despiertan y ávidos leen los periódicos. Buscan (con cierta desesperación) si hay alguna referencia a ellos. Sonríen amargos con las caricaturas. Todo el día absorben noticias. Declaraciones y lances de los protagonistas. Acuden a conspiraciones. Se exponen al magnetismo maligno de la televisión y de la radio: mentiras, disimulos, cuidadoso maquillaje de la realidad. ¡Difícil leer la verdad entre imágenes! Lejos de preocuparse porque México salga del pantano, viven su ambición hasta en los sueños, respiran el aire cortesano de lisonjas, falsa modestia y ataques arteros. El único consuelo es la gastronomía y las posibilidades de escalar o (al menos) viajar con gastos pagados. Todo recuerda como se vivía en el Palacio Virreinal hace justo 200 años. Como entonces, las adversidades parecen aproximarse sin que nadie pueda conjurarlas.
¿Cómo desintoxicar a la clase política? El remedio estaría en una nueva política, moderna y democrática. Pero esto significaría abandonar los cenáculos acostumbrados. Trabajar en los pueblos y barrios, estimular la organización popular permitiría tomarle los pulsos a la sociedad emergente, cambiar la mentalidad y renovar a fondo la acción política. Desintoxicarse.
Un lector me escribe certero: “el movimiento que encabeza AMLO llega ya a 2 millones empadronados. ¿Ustedes se contentan con registrarlos y luego se olvidan de ellos? ¿Cómo se mantiene activo este gran movimiento?”
Le respondo: nuestra movilización no tiene como punto fuerte grandes manifestaciones. Estas son espectaculares pero, como decía Heberto Castillo, pasado el acto no queda sino la vaga satisfacción de una catarsis. La forma que estamos integrando a nuestro movimiento es en la organización de comités municipales en todo el país. AMLO ha hecho más de mil mítines. No hay población donde no existan grupos en favor de su iniciativa. Los comités se forman con ciudadanos que no pertenecen a ningún partido (no deseamos drenar a las organizaciones existentes). No es tarea difícil porque existen grupos desde la época del desafuero. Nuestro equipo de trabajo se encuentra con que la mala política y la peor economía están estimulando a la gente a organizarse y a resistir. No aspiran a candidaturas ni a puestos burocráticos en los partidos. Simplemente quieren transformar a México. Alguno de ellos lo definió en forma conmovedora: “Cuando veo jugar a mi pequeño sobrino, me doy cuenta que sus oportunidades para salir adelante son muy escasas, entonces creo que tenemos que organizarnos para cambiar a México”.
Hemos encontrado a gente sencilla que entiende la política con espléndida claridad. Acercarse a ellos y trabajar en su organización requiere humildad y paciencia. Estas cualidades no abundan en nuestra clase política.
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