domingo, enero 27, 2008

Narco y gobierno: de poder a poder

Reportaje

Un informe de la Secretaría de Seguridad Pública Federal sostiene: lo que antes era una batalla entre cárteles por el control de las plazas, en el primer año de gobierno espurio de Felipe Calderón, pasó a ser una guerra de alta intensidad protagonizada por los narcotraficantes y el gobierno. Los cárteles aún controlan sus territorios, disponen de armamento con mayor poder destructivo y están lejos de arredrarse ante los despliegues policiacos y militares

Impotencia del gobierno del espurio para controlar la ola de violencia que azota el país. "No hay una sola entidad de la República en la que no haya una presencia del crimen organizado"...

Declarada por el gobierno calderonista desde el principio de su gestión, la guerra contra el narcotráfico se intensifica ahora que la mayoría de las organizaciones criminales se afianzan en toda la República y renuevan sus alianzas, según revela un informe confidencial elaborado por la Secretaría de Seguridad Pública Federal (SSP).

No sólo eso: ahora los cárteles disponen de armamento de muy alto poder, como lanzamisiles capaces de destruir, por ejemplo, las instalaciones de una dependencia gubernamental completa; asimismo, es cada vez más evidente el respaldo policiaco al tráfico de drogas y comercialmente más agresiva la ampliación de los tentáculos de esas organizaciones delictivas en México, Sudamérica y Europa, mercados cautivos para el consumo de drogas.

En decir, Felipe Calderón pretende redoblar esfuerzos cuando parece ser demasiado tarde: el narco está instalado en todo el territorio nacional y ya le disputa espacios de poder al Estado "por los errores del pasado", admite el procurador General de la República, Eduardo Medina Mora.

En menos de una década, la dinámica del narco no sólo cambió en forma acelerada, sino que rebasó las estrategias gubernamentales. Lo que antes era una batalla entre cárteles por el control de las plazas, en el primer año de gobierno de Calderón pasó a ser una guerra de alta intensidad protagonizada por los narcotraficantes y el gobierno.

Y pese al notorio despliegue militar y policiaco -todo el país está invadido de narcos, militares y policías-, el saldo para el gobierno federal es desfavorable, pues la droga sigue arribando al país. Ningún dique de seguridad logra contenerla. La cocaína, por ejemplo, se distribuye por todas partes y la violencia, imparable, sacude al país en todos sus rincones, generando un clima de tensión y zozobra que ya pone en duda el plan gubernamental contra el narcotráfico. El negocio de las drogas sigue en jauja, sin importar qué tantos narcotraficantes y sicarios sean detenidos.

Al salir a los reflectores de los medios de comunicación para presumir la captura de Alfredo Beltrán Leyva -ejecutada por el Ejército y no por la PGR-, Medina Mora reconoció que la compenetración del crimen organizado con la sociedad es tan fuerte que los grupos sociales han terminado por aceptar a los narcos por miedo o conveniencia.

"En muchas zonas del país -dijo el procurador- el narco compite con el Estado y dispone de territorios".

Titular de la SSP Federal con Vicente Fox, Medina Mora admitió la impotencia del gobierno para controlar la ola de violencia que azota el país. "No hay una sola entidad de la República en la que no haya una presencia del crimen organizado", expresó.

Y añadió: "La estrategia que usan ellos (los narcos) es mimetizarse con la población, pasar desapercibidos a efecto de que se puedan mantener libres…".

Medina Mora aprovechó los espacios radiofónicos para decir que el Distrito Federal es la cuna de las grandes firmas empresariales del narcotráfico. Y cuando le preguntaron por qué Joaquín El Chapo Guzmán, quien se fugó el 19 de enero del 2001 del penal de Puente Grande, Jalisco, aún no es detenido, el funcionario repitió lo que dijo cuando era titular de la SSP: que la captura de El Chapo era una prioridad del Estado.

"Es un tema en el que no quitaremos el dedo del renglón, es una asignatura pendiente, que ciertamente nos molesta y nos duele y tenemos en la captura de Guzmán Loera un objetivo prioritario. Hay que decir (…) que el señor Guzmán Loera ya no es operador de la organización (…) y tenemos que hacer todos los esfuerzos a nuestro alcance para capturarlo".

Y aun cuando restó liderazgo al capo, éste se pasea por el país, con evidente protección oficial, cierra restaurantes, como La Garufa, en Torreón, Coahuila, y, recientemente, El Bilbao, en Culiacán.

Alianzas y territorios

La batalla del gobierno federal no sólo es contra Guzmán Loera, sino contra siete cárteles de la droga que controlan territorios tanto en la frontera con Estados Unidos como en el resto del país.

Sin embargo, a cada ataque militar o policiaco, responde el narco con armamento de alto poder. Las autoridades detectaron incluso que los capos y sus sicarios tienen lanzamisiles para repelar sus ataques.

De octubre del 2007 a la fecha, Michoacán, Tamaulipas y Baja California Sur están convertidos en campos de batalla. Pero, según la PGR y la SSP, la violencia es más intensa en los Estados fronterizos del Norte. Según ese diagnóstico, ello se debe a que "entre los grupos criminales aún impera la lógica empresarial de que quien logre controlar esas zonas colindantes con Estados Unidos, el mercado de consumo más boyante, será amo y señor del negocio" de las drogas.

De acuerdo con un informe de inteligencia de la SSP Federal elaborado este año, y un diagnóstico de la misma dependencia titulado Radiografía de las organizaciones de narcotraficantes, en el país existen siete grupos criminales, cada uno con alianzas y amplias ramificaciones bien organizadas que cuentan con sus propias estructuras de sicarios y eslabones de venta de droga a granel (narcomenudeo), actividad que se expande a todo el territorio nacional con el respaldo de las policías municipales, estatales y buena parte de las federales.

Dice el documento: "El gobierno mexicano identificó a siete cárteles de la droga que operan en territorio nacional y que se han asociado de una u otra forma a células de colaboradores que (trabajan) con cierta independencia económica en distintos niveles y que son protegidas en todo momento por grupos criminales".

Los cárteles más poderosos son los de Sinaloa y del Golfo. El primero extendió sus dominios a Centroamérica y mantiene nexos importantes en Colombia y Venezuela, de donde provienen los cargamentos de estupefacientes.

Con un antagonismo histórico, ambas organizaciones protagonizan el baño de sangre que enfrenta el país y que ha cobrado cerca de 2 mil víctimas en apenas un año con dos meses de gobierno.

Tanto el informe como el propio procurador Medina Mora mencionan que hubo recientemente hubo cambios en la cúpula del cártel de Sinaloa: El Chapo -el narcotraficante mejor protegido durante el gobierno foxista- ya no es el jefe de la organización.

Ahora el líder es Ismael El Mayo Zambada García, viejo capo que emergió del Cártel de Juárez y que tuvo su primera etapa de esplendor como socio de Amado Carrillo Fuentes, El Señor de los Cielos.

Pero tras la muerte de Amado y poco después de la fuga de El Chapo, en enero del 2001, tanto El Mayo como Juan José Esparragoza Moreno, El Azul; los hermanos Beltrán Leyva e Ignacio Nacho Coronel, pasaron a formar parte de lo que actualmente la PGR y la SSP llaman "el Cártel del Milenio" o "la Federación".

Antaño señaladas como organizaciones exterminadas o desarticuladas, lo cierto es que, según la PGR, algunas de ellas siguen de pie y en plena guerra: el Cártel de Tijuana, de los hermanos Arellano Félix; la organización de Colima, comandada por los hermanos Amezcua Contreras; y el Cártel de Juárez, bajo el mando de Vicente Carrillo y de su sobrino, Vicente Carrillo Leyva.

En el caso del Cártel de Tijuana, la PGR identifica a Enedina y Eduardo Arellano Félix como los cabecillas del grupo. En esa Entidad fronteriza lo que más llama la atención es la "eterna lealtad" de la policía municipal con el Cártel: en enero del 2007, el gobierno instrumentó el Operativo Conjunto Tijuana, que derivó en el desarme de toda la policía local, la cual fue sometida a investigación. Esa medida molestó al entonces alcalde Jorge Hank Rhon, a quien la PGR señaló como "un obstáculo" para ahondar en las complicidades del narco con los policías.

Sin embargo, la dinámica mostrada por el grupo de los hermanos Arellano Félix no parece coincidir con la versión oficial de que éstos estén mermados: siguen vigentes sus nexos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), con proveedores de Venezuela, Perú, Bolivia, Colombia y Panamá.

No es el único cártel mexicano internacionalizado: Detenido en Cuba el 22 de marzo del 2007, el capo del Cártel del Norte del Valle (Colombia), Luis Hernando Gómez, aseguró en una entrevista "que los capos mexicanos están dominando el negocio del narcotráfico en la región de Centro y Sudamérica".

La Radiografía de las organizaciones de narcotraficantes detalla quiénes son los hombres poderosos que encabezan los cárteles mexicanos, así como los sitios donde están mejor posicionados.

Las de Sinaloa, el Golfo, así como las de Arellano Félix y Carrillo Fuentes son "las principales organizaciones criminales en el mercado (mexicano) del tráfico de drogas", precisa el documento. Y agrega: "Los Amezcua y los Díaz Parada son los grupos de menor relevancia pero con una importante y activa participación en la cadena delictiva".

Dentro del Cártel de Sinaloa, además de El Chapo Guzmán y El Mayo Zambada, el informe destaca a otro importante miembro: Edgar Valdez Villarreal, La Barbie, principal operador de sicarios de los hermanos Héctor, Marcos Arturo, Mario, Carlos y Alfredo Beltrán Leyva, éste último detenido el lunes 21.

"En un segundo plano -sostiene el informe-, aunque también importante, participan en el Cártel de Sinaloa (escisión del Cártel de Juárez) Cándido y Valerio Palma Salazar, Humberto Jesús Loya Pérez, Manuel Alejandro Aponte Gómez, El Bravo, y Ernesto Guzmán Loera, hermano de El Chapo.

"Su centro de operaciones está en Sinaloa, Sonora, Tamaulipas, Nuevo León, Guerrero, Michoacán y Jalisco. Además, se presume que tiene una alta participación en la zona sur–sureste del país y una representación menor en la región noroeste de México".

Pacto no cumplido

El diagnóstico de la SSP también menciona los alcances y el poder del Cártel de Sinaloa: "A partir del año 2000 se tuvo conocimiento de la existencia de la organización de Los Valencia. Es una banda criminal asentada en Michoacán que se dedica al tráfico de drogas. En apariencia, la familia Valencia hizo una alianza con la organización de Sinaloa y actualmente trabajan juntos en el trasiego de droga. Los líderes del Cártel de Los Valencia son Luis Valencia, Oscar Orlando Nava Valencia, José Benavides, Juan Calixto Ramos Vázquez y José Silverio González".

Tras la captura y posterior extradición de Osiel Cárdenas, el grupo Los Zetas se desprendió del Cártel del Golfo. El cártel pactó con Sinaloa una tregua "de no violencia" en mayo del 2007, pero Los Zetas, comandados por Heriberto Lazcano, se negaron a sellar el pacto.

"Nos van a romper la madre", dijeron algunos sicarios de ese grupo cuando Lazcano sometió a votación dicha alianza. Entonces decidieron operar por su cuenta los más de 600 miembros del llamado "ejército del narco", el cual siembra terror en el país.

Tanto la SSP como la PGR han arremetido contra Los Zetas, pero no han tocado al Cártel del Golfo. Incluso el informe de la SSP señala que las ocho principales figuras de éste siguen operando en el estado de Tamaulipas, ahora bajo el liderazgo de Eduardo Costilla, El Coss.

Otras piezas de la estructura del Cártel del Golfo son: Ezequiel Cárdenas Guillén, Tony Tormenta; Heriberto Lazcano, Lazca; Héctor y Gregorio Suceda Gamboa; Zeferino Peña Cuéllar, Don Zefe; Carlos Landín Martínez, El Puma; Alfonso Lam Liu, El Gordo Lam; Jesús Enrique Rejón Aguilar, Mamito. De éste último dice la SSP: "Es uno de los integrantes más violentos del grupo y formó parte del Ejército Mexicano".

No es todo. La SSP describe al Cártel del Golfo en estos términos: "Es la organización criminal más violenta y peligrosa del país… Su zona de operación se concentra en Tamaulipas, con áreas de influencia en Michoacán, Guerrero, Veracruz, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo". Tanto la PGR como la SSP mantienen vigente una hipótesis: que los cárteles de Tijuana y del Golfo se aliaron para exterminar al Chapo Guzmán, quien es visto por estas organizaciones como uno de sus rivales más competitivos en el trasiego de estupefacientes.

En Oaxaca y Veracruz, agrega el informe de la SSP, la organización Díaz Parada no se mermó con la detención, a principios del 2007, de Pedro Díaz, su jefe. Por el contrario, ahora sus líderes están plenamente identificados: son los hermanos Eugenio Jesús Díaz Parada, don Chuy, y Domingo Aniceto Díaz, don Cheto. Otros integrantes del grupo son Ignacio Luna Toledo y Apolinar Albarras Salazar.

La ruptura

El lunes 21, el gobierno asestó un fuerte golpe al Cártel de Sinaloa, el que menos bajas ha tenido en los últimos siete años, con la captura, en Culiacán, Sinaloa, de Alfredo Beltrán Leyva, El Mochomo.

Miembro de la célula encabezada por Arturo Beltrán, El Barbas, la captura de Alfredo ocurrió después de una presunta ruptura al interior del cártel, en particular con El Chapo Guzmán, en cuya etapa de bonanza los Beltrán Leyva fueron las figuras del narcotráfico mejor relacionadas con altos funcionarios de los regímenes panistas encabezados por Vicente Fox y Felipe Calderón, respectivamente.

En el 2005, según la averiguación previa PGR SIEDO/UEIDCS/106/2005, contra la célula de los Beltrán, afincada en las ciudades de Acapulco y Zihuatanejo, salieron a relucir las relaciones de estos narcotraficantes con Genaro García Luna, entonces director de la Agencia Federal de Investigación (AFI).

La indagatoria citada fue integrada por José Luis Santiago Vasconcelos en contra de una veintena de policías de la AFI, muchos de ellos identificados con García Luna, quienes brindaban protección en Guerrero a los Beltrán Leyva y realizaban levantones de zetas por órdenes de Edgar Valdez Villarreal, La Barbie, jefe de sicarios de los Beltrán, quien fue el más férreo defensor de la plaza guerrerense en aquellos aciagos momentos de disputas territoriales.

En la investigación referida se incluyen varios telefonemas y recados que presuntamente dejaron miembros de Los Zetas y narcopolicías en los buzones de la PGR que aludían al vínculo de García Luna con la célula de los Beltrán.

El 15 de mayo del 2005, por ejemplo, un telefonema recibido en la PGR pasó a formar parte de un reporte ministerial. Ese mensaje, registrado en el expediente, dice que el 14 de mayo del 2005 un grupo de afis adscritos a las plazas de Acapulco y Zihuatanejo, Guerrero, detuvieron a cinco zetas, pero en lugar de ponerlos a disposición del Ministerio Público los entregaron al cártel de Arturo Beltrán Leyva, y "que no estaba bien que los elementos de la AFI le jugaran al narcopolicía".

Un día después de esa llamada telefónica, presuntos miembros del Cártel del Golfo enviaron un fax anónimo al entonces procurador general de la República, Daniel Cabeza de Vaca, en el que le decían:

Queremos informarle que este día fueron detenidos cinco integrantes del grupo

De antemano sabemos que el director de la AFI, Genaro

Los Zetas, junto con tres señoras y tres niños, familiares de éstos en la plaza de Acapulco y Zihuatanejo, Guerrero, por integrantes de la Agencia Federal de Investigación…los cuales nunca fueron puestos a disposición de la autoridad correspondiente…, por el contrario, fueron entregados a la banda de Arturo Beltrán Leyva, quien controla esas áreas, lo cual demuestra que son agentes que se encuentran actuando como bandidos con charola, como auténticos sicarios al servicio de esa organización y ésas sí son marranadas…(García) Luna está coludido con la organización de Arturo Beltrán Leyva, quien ha recibido grandes cantidades de dinero por medio de un director de nombre Domingo González. Este personaje, quien estuvo ligado a García Luna y ahora está prófugo, fue acusado de recibir un millón de dólares de parte de Edgar Valdez Villarreal para que la AFI le brindara protección a su jefe, Arturo Beltrán.

(Ricardo Ravelo/APRO)

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