Gerardo Fernández Casanova
"Que el fraude electoral jamás se olvide"
Entre los cada vez más escasos defensores del TLCAN, entre ellos el nefasto invasor de la residencia presidencial de Los Pinos, circula la idea de argumentar que el referido tratado ha generado un enorme beneficio para los consumidores, particularmente en lo que atañe a la disponibilidad de una muy amplia gama de alternativas de consumo, en competencia y a menor costo. Me imagino que han de establecer la comparación con la circunstancia que prevalecía anteriormente en el marco de la economía cerrada y la protección contra la competencia externa, durante cuya vigencia el consumidor mexicano se veía constreñido a comprar lo producido en el país, de baja calidad relativa y altos precios.
Bueno, pues sí, en efecto, hoy vemos en los anaqueles de las tiendas departamentales una gran variedad de marcas y orígenes; en las calles vemos rodar automóviles de marcas que ya no puede uno identificar, fabricados en cualquier lugar del mundo. No estoy seguro de que tan baratos resulten ser los bienes importados, probablemente la comparación resulte afirmativa. Luego entonces, parece que ciertamente los consumidores resultaron beneficiados por el TLCAN, por lo menos hasta antes del actual régimen en que todo se ha encarecido.
Ahora bien, si se profundiza el análisis, resulta que eso que llaman "consumidores" es tan solo una parte menor de la población, si acaso un 20% y con tendencia a la reducción. El restante 80% no califica como beneficiario de la apertura comercial, sino como quienes resultan perjudicados. Son quienes, en las ciudades perdieron el empleo o lo mantienen en condiciones precarias o en la informalidad, o los campesinos cuyo producto no tiene precio suficiente en el mercado, lo que significa no tener ingresos. Para ellos, los anaqueles repletos de magníficos productos, sólo significan la frustración de no poderlos comprar. Para ellos el libre comercio significó el cierre de la fábrica y la pérdida del empleo. Para los economistas se trata de un fenómeno de distribución negativa de la riqueza. Para ellos, los del 80%, se trata de un fenómeno de hambre e insatisfacción. Ante tal realidad, el TLC ha resultado un total fracaso.
Visto desde la óptica del consumo, el libre comercio constituye una trampa perversa de múltiples facetas. Desde luego, la más inmediata de sus repercusiones es el desmantelamiento de la planta productiva nacional, particularmente cuando se practica entre economías tan asimétricas como las que se observan entre México y sus dos socios en el TLCAN, con la correspondiente secuela de desempleo y empobrecimiento de la población.
Una faceta de extrema gravedad tramposa, es que mediante el libre comercio se imponen formas culturales ajenas a nuestra realidad y a nuestra dotación de recursos. Quiero recordar a la inefable Josefina Vázquez Mota, actual Secretaria de Educación Pública y anterior Secretaria de Desarrollo Social, quien se vanaglorió por el hecho de que en las tiendas del sistema DICONSA, que supuestamente atiende a la población marginada, se observó una reducción de la demanda de maíz y frijol, en tanto que la venta de sopas instantáneas registró un aumento considerable, lo que para ella significó un avance cultural por el contenido vitamínico adicionado en tales sopas. En su ignorancia, o en su perversidad, no considera que las referidas sopas instantáneas son importadas de California y que las vitaminas que contiene sólo son en compensación por la pérdida de dichos nutrientes en el proceso de elaboración industrial. Si la educación nacional es conducida con tal tipo de criterio, tendremos que aprender a cantar el himno de los yanquis.
En esta misma tónica, el régimen se ha convertido en promotor de los grandes almacenes de autoservicio, dominados por las transnacionales Wal Mart y Costco, con quienes pacta ofertas temporales de bajos precios para los artículos de la canasta básica. Ahora los spots de la presidencia recomiendan a la población que compre en tales establecimientos y que denuncie a la tortillería que venda a precios más altos. Se trata de eliminar al pequeño y mediano comercio para continuar entregando el escaso poder de consumo de los mexicanos a favor de los intereses de las grandes empresas extranjeras. Llueve sobre mojado, la crisis de precios y de empobrecimiento se pretende resolver con más desempleo y pobreza.
Ante la certeza de la recesión de la economía mundial, sin duda provocada por la misma globalización, al gobierno usurpador no se le ocurre otra receta que seguir el mismo camino al despeñadero. Más libre comercio, más inversiones foráneas, más sacrificios en aras de la competitividad, más entrega de los recursos naturales, más reformas enajenantes. Incluso presume ante los accionistas del Grupo Santander, la fortaleza de la economía mexicana y su particular afición a las situaciones de alto riesgo; se exhibe como capaz para sortear las adversidades, poniendo como ejemplo sus "triunfos" para ser candidato del PAN y luego presidente de la república. Olvida el espurio que en ambos casos se valió de trampas y fraudes, los que no podrá aplicar para vencer en la operación de la economía. Los miles de spots mentirosos podrán convencer a los miles de incautos, pero los verdaderos actores económicos ni los ven ni los creerían, en caso de escucharlos.
Nos espera un año verdaderamente peligroso para los intereses del país, pero aún más peligroso es que su conducción formal esté en manos de un apostador tramposo.
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