La Iglesia avanza… para atrás
Foto: maria grazia picciarella
–¿Cuál ha sido la respuesta del Episcopado Mexicano al trabajo de Una Voce?
–¡De apoyo total! Los obispos nos ayudan por obediencia al Papa Benedicto XVI, quien les pidió impulsar las misas en latín a través de un Motu Proprio que expidió el año pasado. Antes de oficiar cualquier misa, obviamente que primero le pedimos un templo al obispo del lugar y luego buscamos al sacerdote celebrante. También nos encargamos de conseguir los ornamentos tradicionales para esas misas.
–¿Roma y el Episcopado Mexicano están reivindicando la figura de Lefebvre?
–Bueno, después del Concilio Vaticano II, monseñor Lefebvre luchó para que no desaparecieran las misas en latín. Tuvo el mérito histórico de defender nuestro rico patrimonio litúrgico. Pero lo que hoy se reivindica es, más bien, nuestro derecho a tener esas misas tradicionales. El 7 de julio del año pasado, Benedicto XVI expidió el Motu Proprio Summorum Pontificum, mediante el cual suprimió los permisos que se necesitaban para celebrar la llamada misa tridentina (instaurada en el siglo XVI, en el Concilio de Trento) y que la habían convertido en una rareza. Ahí, el Papa indica que ahora “el sacerdote no necesita ningún permiso, ni de la sede apostólica ni de su ordinario (obispo)”. Y a estas misas hoy pueden “ser admitidos” los fieles “que lo pidan voluntariamente”. De ahí que en México –uno de los países de más fuerte raigambre católica– la jerarquía haya empezado de inmediato a celebrar misas en latín. Comenta Felipe Alanís: “Estoy muy sorprendido, pues en pocos meses ya se ofician estas misas en la Basílica de Guadalupe, en la Catedral Metropolitana y en el templo de La Profesa de la Ciudad de México. Lo mismo en la arquidiócesis de Monterrey y en la diócesis de Torreón. Son los lugares de los que tenemos conocimiento porque nosotros participamos, pero puede haber más, ya que cada diócesis es autónoma”.
“Sacerdotes en desacuerdo”
Por lo pronto, para el próximo 13 de febrero se anuncia una magna misa tridentina en la catedral de Torreón, una de las diócesis donde más ha prendido el furor lefebvrista. Será todo un espectáculo litúrgico musicalizado con cantos gregorianos. El sacerdote Ricardo Valenzuela, asesor de la Comisión de Pastoral Litúrgica del Episcopado y cabeza de la comisión correspondiente en la arquidiócesis de México, vislumbra así el futuro inmediato:“Estas misas, supongo, también empezarán a darse muy pronto en otras diócesis y arquidiócesis de gran tradición. Pienso, por ejemplo, en las de Guadalajara, Puebla, Morelia, Querétaro, San Luis Potosí, Oaxaca, Mérida o Tijuana. Tardarán más en llegar a las circunscripciones eclesiásticas que están en la sierra o donde se hablan lenguas indígenas, pues nuestra geografía celebrativa es muy variada.”El perito del Episcopado señala que existen tres tipos de celebraciones en latín: la de Pío V, que es la antigua, y las de Juan XXIII y Paulo VI, que son reformas de aquélla.
–¿Estas misas eran poco comunes antes de las recientes disposiciones del Papa?
–Eran algo extraordinario. Ni siquiera en los seminarios solían darse. Recuerdo que, a finales de los noventa, propuse que hubiera misas en latín en el Seminario Conciliar de la Ciudad de México. Mis compañeros sacerdotes me respondieron extrañados: “¿Y por qué en latín?”. Dentro del clero hay distintas posturas. Algunos sacerdotes están de acuerdo con esas misas y otros no.
–¿Es el latín una lengua muerta?
–No, de ninguna manera. Los documentos oficiales de la Iglesia están en latín, lengua que se sigue hablando en el Vaticano. Ahí hay universidades donde las discusiones se dan en un perfecto latín, y sus estudiantes tienen que recurrir a textos en latín. Además, en los congresos eclesiásticos internacionales, donde los participantes hablan distintos idiomas, se usa el latín para comunicarse. A mí, en lo personal, me ha sacado de muchísimos problemas. “Por desgracia, en los años setenta y ochenta, esas dramáticas décadas que siguieron al Concilio Vaticano II, se minimizó en los seminarios el estudio del latín; de cinco años de estudio, se llegó a bajar hasta dos. Esto provocó un gran retroceso que ahora se está subsanando. De modo que el regreso al latín no es por romanticismo, sino por cuestiones prácticas y culturales.”
–Usted habla del clero, pero el laico común, ¿qué ventajas obtiene de la misa en latín?
–Mire, en el fondo de todo está la unidad. De lo que se trata es de reforzar nuestros vínculos al momento de la celebración. El latín es el lenguaje universal que une a los católicos. En esa lengua tenemos una rica herencia litúrgica; hay que aprovecharla entonces.
–¿Pero el uso del latín no se presta a cuestiones elitistas, de discriminación?
–Bueno, hay el riesgo de que se den este tipo de membresías, o de que se diga que es una especie de reconquista. Pero hay que verlo como un nuevo momento cultural, así como puede resultar útil hablar inglés o francés. Y aclaro que estas misas no son totalmente en latín, pues las lecturas del Nuevo Testamento siguen siendo en lengua vernácula, precisamente para que los fieles las comprendan. Además, éstos no necesitan saber latín para rezar en esa lengua el Padre Nuestro u otras oraciones. Con un doctorado en liturgia en el Instituto de San Anselmo, en Roma, ceremoniero de la Catedral Metropolitana y profesor de la materia en el Seminario Conciliar de la Ciudad de México, el asesor Valenzuela señala que el Episcopado Mexicano acaba de aprobar un misal en latín para usarse a nivel nacional.“En su última asamblea plenaria, realizada en noviembre, los obispos acordaron poner en uso un misal para marzo de este año. Fue una postura que se sometió a votación; de 98 obispos, 93 votaron a favor. Ahorita ese misal se está revisando palabra por palabra para luego editarse”, dice.
–¿Se recuperarán también los ornamentos tradicionales?
–Debe atenderse la dignidad ornamental, pero sin caer en lo barroco o rebuscado. Se habían dejado muchas cosas a la improvisación, como cubrir los altares con manteles de distintos colores. ¡No! El mantel debe ser blanco porque ese color representa el misterio pascual, que se celebra en el altar.“Inclusive, los movimientos del sacerdote se descuidaron muchísimo. Caray, si estamos ante lo sagrado, la gestualidad debe ser estética. La vida está llena de ritos y protocolos. Hasta para rasurarse hay un ritual. Si yo invito a una persona respetable a comer a mi casa, pues no le voy a decir: ‘Sácate un sándwich del refri’. Aquí se trata de dignificar el ritual de la misa.”
Vuelta al medievo
Para el sacerdote Pedro Rodríguez Ocampo, quien cada lunes oficia en latín en la Basílica de Guadalupe, los cantos gregorianos también se pondrán en boga: “El Papa quiere que retomemos estos cantos, que se usaban mucho en los monasterios medievales. En México, se analizará el tema durante el próximo congreso de música litúrgica”.
–¿Qué vestimentas tradicionales empiezan a recuperar en sus misas?
–¡Ah!, vestimentas muy bellas que ya habían caído en desuso: como el manípulo, una prenda alargada que llevamos en los puños; o el amito, que es una capa corta. La estola nosotros la llevamos ahora cruzada, a la usanza de las viejas misas preconciliares...
–Suena muy aristocrático…
–Pues no, es sobre todo la clase media la que asiste a nuestras celebraciones. También mucha gente del pueblo. Y para mi sorpresa, muchísimos jóvenes. En fin, son personas que quieren vivir su fe con seriedad.Roberto Velásquez, historiador del archivo secreto vaticano, indica que también se desempolvarán los añejos libros litúrgicos: los salterios, temporales, graduales, breviarios, sacramentarios y evangelarios.“Son libros de salmos, oraciones y cantos que se ilustraban con opulencia. Datan desde el siglo VII. De manera que daremos un salto de 14 siglos atrás”, dice el investigador.Fervoroso promotor de estas misas, el padre Rodríguez Ocampo tiene charlas con algunos obispos para saber de sus posturas. Dice:“El cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez, de niño vivió intensamente estas celebraciones. Ahora planea abrir en su arquidiócesis lo que nosotros llamamos un templo personal, dedicado exclusivamente a las misas en latín. Mientras que el obispo de Torreón, José Guadalupe Galván, quedó entusiasmado con el ambiente litúrgico tradicional que se vive en Roma; de ahí que me haya permitido oficiar en su diócesis y esté promoviendo una gran ceremonia en su catedral. “El arzobispo emérito de Hermosillo, monseñor Carlos Quintero Arce, quien es capellán personal del actor Mel Gibson, también es un convencido tradicionalista. Y Emilio Berlié, arzobispo de Yucatán, siempre me dice: ‘Échele ganas, padre, échele ganas, yo soy muy amigo de monseñor Darío Castrillón Hoyos’, refiriéndose al encargado del Vaticano de dialogar con los lefebvristas.”
–¿Se dará la reconciliación del Vaticano con esta corriente cismática?
–Sí. Creo que pronto se dará la reinserción plena a la Fraternidad de San Pío X, que era mal vista por Roma antes de la llegada de Benedicto XVI, quien seguramente levantará la excomunión a los obispos que fueron ordenados por Lefebvre. Aquí en México hay sacerdotes lefebvristas que tienen sus respectivas parroquias llamadas prioratos, donde llevan años oficiando sólo en latín. Continúan en su línea: menos sociología y más vida espiritual. En efecto, encabezados por el religioso Mario Trejo, los sacerdotes lefebvristas
–quienes se negaron a hablar con Proceso– celebran sus misas en templos de la Ciudad de México y de los estados de Morelos, Jalisco, Guanajuato, Puebla, Coahuila, Veracruz, San Luis Potosí, Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Colima y Chihuahua.Tienen su sede nacional en la Capilla de Guadalupe, ubicada en la calle de Miguel Schultz número 91, en la colonia San Rafael del Distrito Federal.Dice Ricardo Valenzuela: “Ellos ofician en latín con el misal de Pío V y de espaldas al pueblo. Lefebvre creía que con el Concilio Vaticano II se desacralizaba la misa. Vino la ruptura con Roma. Ahora intentamos atraer a sus seguidores”.En tanto, Felipe Alanís comenta que Una Voce abona el terreno para que, en México, se viva el pleno retorno al culto tridentino:“Tenemos la obligación moral de trasmitir a nuestros hijos el legado de nuestros padres. La fe no es algo que se invente al capricho de los tiempos. Por lo pronto, ya editamos misales bilingües y empezaremos por dar a los fieles clases de latín básico, a nivel de rezos. Celebraremos más misas, realizaremos peregrinaciones, reforzaremos vínculos con las organizaciones tradicionalistas…”
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