martes, marzo 18, 2008

La industria de la corrupción

Jorge Eugenio Ortiz Gallegos

Desde hace sexenios se destacó como el mayor problema de México, el de la existencia de una gran corrupción. En 1994 durante la Cumbre de las Américas celebrada en Miami, jefes de estado de todo el mundo se comprometieron a poner en primer plano la lucha contra la corrupción, porque impide la democracia, atora el desarrollo social y cercena las posibilidades de superar la pobreza.
La corrupción de México, como la de muchos países, no es sólo vicio del gobierno sino de toda la sociedad civil, pero a diferencia de otras naciones en las que el gobierno y la sociedad civil se han ido poniendo de acuerdo para llevar adelante estrategias comunes, en México ningún poder popular de los que ganan constantemente la calle, las carreteras y los poblados, ha logrado hacer enjuiciar a dirigentes políticos corruptos.
La corrupción desde el gobierno es un poder implacable manifestado y ejercitado en diversas formas. La más dañina de ellas, examinada por el sociólogo Max Weber es la de la violencia legal. Los mandamases de la política pretenden escudarse siempre en las normas legales negándose a toda discusión sobre las fallas de sus funciones y las incomodidades y daños y agravios que causan a las comunidades con toda clase de injusticias.
Corrupción desde el poder, violencia legal y represión son las tres escaladas repetidas por los gobernantes mexicanos para esconder su constante ineficacia y sus pruritos de predominio, de enriquecimiento y de autoritarismo. Aquí la corrupción, la violencia legal y la represión se configuran como la gran “Industria de la Corrupción. Dos importantes ejemplos son Pemex y su trágica derivación Tabasco:
Pemex: una industria diabólica que está destruyendo los pulmones del oxígeno principalmente del Sureste y que ha servido para que desde la exportación iniciada durante López Portillo, nuestra deuda nacional se acreciente mientras los mexicanos pierden el poder adquisitivo de sus raquíticos salarios y se acrecienta la injusta distribución de la riqueza nacional.
Hay que recordar también al poeta jerezano Ramón López Velarde que en el primer cuarto del siglo XX decía a nuestra “Suave Patria” mexicana: “El niño Dios te escrituró un establo y los veneros del petróleo el diablo”.
Tabasco, del que hace 20 años ya se sabía: “En la zona costera existe un grave problema de salinidad; Pemex abrió, dragó barreras naturales que separaban el mar de lagunas pesqueras y ahora el mar va tierra adentro. Esto ha afectado más de 50 mil hectáreas, y lo peor de todo es que no hay medidas correctivas. Lo mismo podemos decir de las emanaciones de gas y gasolina a la atmósfera; de la lluvia ácida que afecta a los cultivos; de las presas para recoger desechos de depósitos petroleros, que en épocas de inundación se desbordan y contaminan toda la superficie. Es una realidad también que Pemex ha terminado con la pesca en toda la cuenca del Grijalva. Ese es el fondo del asunto. Es muy ligero hablar de la “industria de la reclamación”.... Por otro lado los recursos que Pemex ha destinado a reparar daños se han aplicado irregularmente y ha imperado la corrupción. En vez de hacer contratos y convenios con los pueblos y con las autoridades donde trabaja, destina recursos al gobierno del estado y éste, a su vez los desvía a otros propósitos”.
Los anteriores párrafos son apenas una introducción al horrendo tema de las nefastas industrias que las mafias de la corrupción han establecido en México. El exprocurador Antonio Lozano señalaba que somos un país de tercer mundo explotado por mafias del primer mundo.
E-mail: jodeortiz@gmail.com

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