María Teresa Jardí
Efectivamente, “cuando se siembra odio y cizaña se recoge división y encono”. Fecal estuvo atinado en esa declaración del martes. Justamente el fracaso del PAN tiene que ver con su nula capacidad de negociación y con la suplencia de esa capacidad con el odio y la cizaña convertida en su forma de gobierno por la derecha.
Para la derecha la política es un negocio. La derecha, para la que el dinero lo es todo, renunció incluso, a base de corromperse, a la capacidad de entender que la política es un arte.
No es exclusiva de México está situación, por supuesto. Aznar es un buen ejemplo al respecto e incluso Rajoy que, quizá, hubiera podido ganarle a Rodríguez Zapatero, en una buena lid. Pero quien eligió, sin tomar en cuenta que el pueblo español todavía es mayoritariamente pensante, el odio y la cizaña como las divisas del Partido Popular español.
Aunque sí es patético el extremo al que ha llegado la derecha mexicana en su generación de odio y de cizaña, al grado de que si quisieran decir la verdad, los diarios a modo de la usurpación fecalista tendrían que reconocer la baja que sufren, incluso en sus entradas por la Internet y no digamos los masivos que cada vez tienen menos escuchas y no se diga la telecrática telebasura que puede ser que conserve el raiting que dicen tener en sus telenovelas, pero para nada en sus noticieros que ya ni por obligación se pueden ver.
Pancho Barrio lo tuvo todo para ser un buen gobernante panista. Llegó como gobernador de Chihuahua con el apoyo de todas las fuerzas sociales y políticas e incluso de algunos priístas que aspiraban a que el cambio se diera, concientes de que la continuidad corrompe y la continuidad indefinida corrompe de manera absoluta. Llegó Pancho Barrio, sí, con todo a favor a pesar de que llegaba en sustitución de un político que sí entendía lo que es el arte de la política, es decir, que sí entendía el arte de la negociación, que nada tiene que ver con la imposición. Pero Pancho Barrio se acabó a sí mismo como esperanza en su primer acto de gobierno, reprimiendo a luchadores sociales que hacían lo mismo que el PAN hacía cuando opositor.
La derecha pretende que la imposición se acepte sin razonamiento por parte del otro y además está convencida de que eso es negociar. Y por eso la derecha achaca al otro sus propias culpas. Fecal quiso decir, aunque no lo nombrara, que “AMLO siembra el odio y la cizaña”, que el propio Felipillo no ha dejado de sembrar desde que se convirtió en el candidato del PAN a la Presidencia.
La derecha en cuanto llega al poder impone y no escucha, y deja de ser esperanza de cambio.
Claro que lo de Calderón es otra cosa. Fecal es un usurpador y con los usurpadores ni siquiera se dialoga. Si la inteligencia estuviera a la alta, en lugar de estar tan a la baja, la Presidencia Legítima habría restaurado la Constitución de 1917 y se habría dedicado a combatir la usurpación. Lo que no quiere decir que tuviera que hacerlo de manera violenta. Para nada. Cuando se tiene a millones de ciudadanos pensantes detrás no se necesitan las armas para combatir a un usurpador, que no tiene otra cosa que los medios a modo a su favor.
Y sí hay una gran desigualdad entre la ciudadanía indefensa y el Ejército armado. Pero cuando millones no aceptan la usurpación, la usurpación se acaba más temprano que tarde. Y el Ejército, en general, y más aún un ejército con las características del mexicano, a pesar de haber sido entrenado como kaibil justamente para que eso no ocurra, se acaba por poner a las órdenes del que tiene el poder de convocar a millones de ciudadanos, una y otra vez, para combatir él también al usurpador y más aún cuando además de usurpador es tan abominablemente entreguista como Felipe Calderón. Cuestión de inteligencia.
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