Por Julio Pimentel Ramírez
La compleja realidad que padece el mundo, que atraviesa por una crisis económica que tiende a profundizarse y que es consecuencia del agotamiento del neoliberalismo, es enfrentada de diversas formas por las naciones del planeta: mientras la mayoría mantiene en pie el paradigma del libre comercio, utilizado de acuerdo a los intereses de las grandes potencias, que son proteccionistas cuando así les conviene; un puñado de gobiernos opta por transitar el camino de la integración digna y soberna.
Así, mientras el gobierno ilegítimo de Felipe Calderón se supedita, más allá de “ridiculeces” propias de los panistas lenguaraces que en México callan y en el extranjero hacen declaraciones inoportunas, a los intereses del gran capital y detrás de su patrón estadounidense se pronuncia en contra de la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN); los países aglutinados en la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) optan por la estrategia de la integración sustentada en una ideología de cooperación que supera la competencia capitalista.
Con la visión propia de los tecnócratas que (des)gobiernan al país desde hace ya más de veinticinco años, la administración fecalista cierra los ojos a los devastadores efectos que el TLCAN ha tenido sobre la economía nacional y destaca el incremento de la agroexportación sin mencionar, por supuesto, que los multimillonarios ingresos se concentran en unas cuantas manos.
Es lógico que en cualquier balance haya pérdidas y ganancias, para los neoliberales no hay problema cuando las primeras afectan a otros mientras las segundas engrosen sus bolsillos. Para la ideología del libre comercio es natural que la competencia y racionalidad capitalista hayan derivado en que el campo mexicano se encuentre devastado (estructura productiva destruida, millones de campesinos expulsados de sus tierras, desolación y pobreza, por sólo enumerar algunas de las consecuencias negativas que se han abatido sobre el medio rural), esto sin obviar el desmantelamiento de amplios sectores industriales, comerciales y de servicios, todos ellos quebrados por no ser “competitivos”.
Uno de los rasgos más destacado, por inhumano, de la crisis capitalista actual es el del encarecimiento de los precios de los alimentos que amenazan con agudizar el hambre y la pobreza en el mundo. Según la Fundación para la Alimentación y la Agricultura (FAO), organismo de Naciones Unidas, entre enero de 2007 y enero de 2008, el índice de precios de los alimentos aumentó un 47 por ciento.
Ante esto el gobierno mexicano reacciona reiterando que no habrá marcha atrás en cuanto a la revisión del TLC que este año entró en una nueva etapa al liberar por completo la importación de maíz, frijol y otros productos. A cambio continuará con los subsidios insuficientes a través de sus programas asistencialistas y electoreros.
En tanto, por una vía diferente a la impuesta por las grandes transnacionales y sus gobiernos imperiales, Cuba, Bolivia, Nicaragua y Venezuela firmaron un acuerdo de cooperación en materia de soberanía y seguridad alimentaria durante una cumbre extraordinaria de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA).
Los presidentes Hugo Chávez de Venezuela, Evo Morales de Bolivia y Daniel Ortega de Nicaragua y el vicepresidente Carlos Lage de Cuba, firmaron el acuerdo en el marco del ALBA, que incluye un fondo de seguridad alimentaria con capital inicial de 100 millones de dólares.
Se trata de un “tema urgente de importancia geopolítica”, dijo el mandatario venezolano, que pidió dar prioridad para Bolivia, gobierno asediado por la oligarquía boliviana que, respaldada por la administración de George W. Bush, pretende llevar al país andino a un caos, al separatismo y al golpismo, enarbolando falsas banderas autonomistas.
El acuerdo alimentario incluye la creación de una “red de comercialización para evitar caer en manos de la especulación”. La crisis alimentaria mundial es “la más grande demostración del fracaso histórico del sistema capitalista”, dijo Chávez con certeza y en un lenguaje que incomoda a los modernos intelectuales que sufren porque la realidad muestra que la historia no ha terminado, las clases sociales no han desaparecido y el imperialismo está presente en pleno siglo XXI.
El pacto del ALBA incluye “programas integrales de desarrollo agroindustrial” en la producción de cereales, fundamentalmente arroz y maíz, leguminosas, fundamentalmente frijoles, carnes, leche, agua y un régimen de riego.
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