lunes, mayo 12, 2008

Bichos raros



Michel Balivo

(Un frágil instante)

Dentro de la correspondencia que recibo comentando los artículos que voy escribiendo, (la mayoría amables, sinceros, de buen tono, y otros pocos no tanto), se mantienen ciertas temáticas casi fijas. Por ejemplo el deseo de comprender como relaciono los hechos y saco consecuencias, por qué mi continuo optimismo al respecto.
Escuchando por un rato los discursos en la Cumbre “Emergencia y Soberanía Alimentaria” en Managua, Nicaragua, donde se reunían los países de Centroamérica y Sudamérica para discutir sobre la emergencia alimentaria y un posible plan agrícola regional, se me ocurrió que eran un buen escenario para dar respuesta a esas inquietudes.
Aprovechando para responder a otra pregunta frecuente, aclaro que llamo ideología, a todo sistema o superestructura intelectual incapaz, inoperante para transformar las limitaciones, insatisfacciones, sufrimientos experimentados en la cotidianeidad. En otras palabras, a las declamaciones que no se expresan en hechos, que son contradichas por nuestras conductas.
Como correlato histórico de las aventuras de nuestro pensamiento, les cuento que durante mucho tiempo hemos intentado compararnos favorable o negativamente con la escala zoológica, primos o familia lejana de los monos, etc. Tal vez impulsados por nuestro innato deseo de libertad, intentando escapar del dogmatismo religioso imperante hasta el medioevo.
En todo caso yo creo que lo más cercano que podemos decir como resultado de todo ese esfuerzo del pensamiento, es que somos “bichos raros”. Extrañas aves que vuelan en el tiempo y con sus aleteos van poniendo en evidencia, que por uno u otro motivo se sienten crecientemente extraños a su medio ambiente, buscando por ende identidad y dirección.
Estas curiosas búsquedas e intentos cual antecedente y trasfondo anímico o existencial de nuestro pensamiento, no pueden desecharse livianamente a la hora de analizar los circunstancias críticas en las que hoy nos encontramos, los abismos entre nuestras ideologías y discursos y los resultantes hechos. Porque una cultura que cree que el mundo es una ilusión y por ende quema los cuerpos de sus muertos, es muy diferente a otra que se compromete con la historia, quiere traer el cielo a la tierra y teje en torno al trato de sus cuerpos todo un ritual.
Si algo nos diferencia del reino natural es nuestra temporalidad, nuestra historia, nuestra acumulación de experiencia y conocimiento que ha posibilitado las revoluciones económica y cultural poniéndonos ante las puertas de la sicológica. Y una parte fundamental de esa organización social que heredamos e interiorizamos al nacer, es pensamiento, conocimiento.
Cuando uno va a las raíces de nuestro pensamiento, se da cuenta que en esencia las alternativas entonces eran las mismas que hoy, aunque a veces no sea fácil reconocerlas en medio de la complejidad de las superestructuras intelectuales desarrolladas. Estábamos allí parados ante el paisaje natural, mientras nuestras necesidades, o más explícitamente el dolor en nuestros estómagos que hoy llamamos hambre, nos impulsaba a hacer algo al respecto. Ese algo que hoy, especializadas las respuestas al entorno y organizadas sus funciones socialmente, llamamos trabajo. Satisfacer las necesidades, dar una respuesta adaptativa a las exigencias de nuestro cuerpo que es función del ecosistema natural, implicaba ayer como hoy movimiento, inversión de energía, esfuerzo, trabajo.
Y desde el mismo principio se abrían como hoy dos alternativas económicas. Colaborar solidariamente reduciendo tal esfuerzo, aprovechando al máximo la inversión de energía, especializando y organizando funciones a medida que se ganaba en experiencia y el resultante conocimiento. O intentarlo por cuenta propia, ya se tratara de personas o de grupos, clanes, tribus, a los que ahora llamamos naciones, países.
Satisfacer las necesidades era obligatorio, de otro modo no estaríamos hoy escribiendo esto. Y obviamente el esfuerzo experimentado, exigía a nuestra imaginación, a nuestro pensamiento, encontrar modos más eficientes o expeditos de satisfacer esas necesidades. ¿Qué mejor y más inmediato modo, sin necesidad de tener que esperar que la ciencia evolucionara, que conseguir que los demás lo hicieran por ti? Las explicaciones persuasorias fueron variadas.
Dios creó al mundo así y Su Voluntad es que sea de este modo. Dios creó a los reyes de sangre azul y a los lacayos de sangre roja, ese es el orden que El desea se respete. El mundo está dividido en vivos y tontos, todos los días nace un tonto y es del primero que se lo encuentre.
Pero claro está la vida no es estática, así que los tontos iban aprendiendo los trucos y también querían ser vivos. Así fue como los reyes tuvieron que nombrar solemnemente a los señores feudales y estos a los cortesanos. Pero la vida seguía evolucionando de tonta a viva y amenazar con dioses coléricos y sus castigos ya no resultaba suficiente. Se hicieron necesarios las policías y ejércitos, que eran medio-tontos-vivos, porque ya exigían algún tipo de pago sin llegar a reclamar la membresía nobiliaria y su vida muelle.
De ese modo se puso límite o equilibrio dinámico a la evolución de los tontos y sus pretensiones. Pero seguimos evolucionando y llegó el cuento del Estado, que iba a equilibrar las diferencias naturales con que los seres humanos nacían. Ahora los tontos somos progresistas que aspiramos a un modo mejor de vida y los vivos son conservadores del suyo.
Entre ellos fluye una inestable clase llamada media, que intenta trepar la pirámide humana escapando atemorizada del escalón inferior. Hoy ya no recordamos el principio de la historia de nuestros pensamientos e intentos, todo está muy desdibujado bajo miles de años de hábitos, creencias e ideologías de todos los colores.
Tal vez los palos vinieron primero y las explicaciones después, cuando los tontos aprendimos los trucos y deseamos los mismos privilegios. Pero en todo caso no hay acción sin pensamiento ni pensamiento que no conlleve acción, son estructurales, y más allá de nuestro pensamiento lineal encadenado en causas y consecuencias en el tiempo, los resultados son los mismos y están a la vista.
Más allá de bromas y cuentos, toda conducta repetida en una dirección acumula inercia en memoria y se convierte en un tropismo que mecánicamente tiende a su concentración y aceleración. Ese es el tropismo que hoy estalla, irrumpe en nuestros escenarios públicos ante nuestra sorprendida, incrédula mirada.
Esas dos fuerzas o direcciones de pensamiento-acción son las que aparentemente han jugado al tira y afloja en toda nuestra historia, cual trasfondo de todas nuestras entidades e instituciones, ya se trate de lo personal o privado, ya de lo estatal o nacional.
Hoy la verdadera historia de los pueblos comienza a destaparse y tras los reyes y líderes se visibilizan y hacen audibles las multitudes que hicieron posible todo ese tinglado. Hoy las alteraciones del clima y las hambrunas de un tercio de la humanidad nos sacuden de nuestros sueños, recordándonos que vivimos en un ecosistema y nuestro cuerpito es parte de el.
Así nos enteramos por ejemplo, que el capitalismo norteamericano ha resuelto históricamente sus épocas de crisis despidiendo a centenares de miles de trabajadores, desviando los recursos del Estado hacia la empresa privada, recortando los programas sociales. Aumentando los gastos militares y el recurso de nuevas guerras. En otras palabras, este no es sino un momento de mayor concentración del tropismo mecánico de acumulación y aceleración.
Las dos mismas direcciones de acción se visten de discursos en la Cumbre “Emergencia y Soberanía Alimentaria” en Managua, Nicaragua. Tenemos a la vista una imagen de futuros posibles y cercanos con ciclones que arrasan países, volcanes en erupción, hambrunas que amenazan con masacrar la humanidad, intentos secesionistas planificados para enfrentar a hermanos en Bolivia, Ecuador y Venezuela, devolviéndonos a la barbarie y la prehistoria.
Pero además tenemos que seguir escuchando eruditos discursos para disfrazar las mismas bajas y confusas intenciones. Dicen algunos ilustres representantes, afortunadamente cada vez menos, que enfrentamos problemas complejos que no son de rápida y posible solución, porque están sujetos a muchas variables azarosas.
Y es cierto y está muy bien que haya problemas mayores que nos sobrepasan y no sabemos ciertamente como van a evolucionar, como el del clima global por ejemplo. Pero no es cierto ni está muy bien que por ello homologuemos esas variables con tropismos históricos sociales, que se corresponden o son manifestación de humanas intenciones. Que por tanto son inercias, direcciones de acción que es de suponer que nuestras intenciones han de poder cambiar.
Tampoco está bien que porque haya variables con efectos o alcances desconocidos nos quedemos paralizados en lo que si podemos hacer o resolver de inmediato, a corto plazo. Porque pese a la poderosa sugestión de nuestros hábitos y creencias no vivimos en lejanos horizontes temporales, el dolor en los estómagos es aquí y ahora que se experimenta y se puede resolver.
Y no podemos quedarnos impávidos mientras hacemos cuentas de si eso es eficiente, sostenible. No podemos permitir que lo imprevisible paralice lo que si podemos hacer y corregir de las direcciones o intenciones que hasta estos eventos nos han traído.
Hoy la movilidad de la vida ha hecho que una vez más los actores, las vedet principales, los elegidos, las sangres azules cambiaran. Reyes y presidentes solo son representación de intereses corporativos. Bajo las diversas imágenes a futuro que postergan el aquí ahora, la felicidad, el éxito, la libertad, alcanzar el cielo, salvarse, etc., se desarrolla el mismo drama inicial.
Esta coyuntura histórica hace emerger nuevamente ante nuestra conciencia el máximo valor que yacía desapercibido bajo montañas de inoperantes complejidades intelectuales: “la vida”. Sin la cual nada de lo demás es posible. Entonces la pregunta y respuesta esencial hoy como ayer, como siempre, ha de ser, ¿qué dirección afirmaremos con nuestras acciones, la vida y lo que la impulsa o aquello que la limita y dificulta?
Las complejidades que alejan y postergan lo que si podemos hacer ahora, son las que nos han conducido a estas circunstancias presentes, cada vez más lejos de lo esencial y prioritario, desapercibiéndolo en la distancia de una mirada focalizada en diferencias.
Interpretamos mal las sensaciones e informaciones de la realidad, hicimos mal las cuentas, el negocio resultó un fraude, un fracaso. Por eso estamos ante el mismo principio una vez más y tenemos una nueva oportunidad de comprender, de elegir.
Creímos que recibir era más que dar y nos convertimos en temerosos y dependientes pedigüeños. Convertimos a la vida en un acto de apropiación y defensa, porque así como antes temimos no conseguir, ahora tememos perderlo. ¿O acaso los ricos y famosos no son dependientes de sus esclavos y súbditos, no temen perder lo conseguido y viven previniendo tales circunstancias? ¿Acaso no vive tan preso el que está dentro de la cárcel física o sicológica como el que ha de cuidarlo?
Por mucho que lo disfracemos y justifiquemos, antes o después nos encontraremos frente a los resultados de nuestras acciones, y no otra cosa es el escenario global que hoy nos toca presenciar y vivir. ¿Qué haremos cuando tengamos ante nosotros alguno de los 1600 millones de seres humanos que hoy sufren de hambre y caminan hacia su extinción?
Tal vez ante la inmediatez de la vida y la muerte nos demos cuenta que pasear por el tiempo e inventar miles de ideologías, disfrazarnos con diferentes imágenes de nosotros mismos no nos da ninguna respuesta válida. Tal vez nos demos cuenta que temiendo y escapando de la muerte perdimos también la vida convirtiéndola en un mar de irrealizables sueños.
Escapar de la muerte mediante sueños del mañana no afirmará la vida. De ese modo solo matamos este momento, este presente, el único en que podemos decidir. ¿O es que somos capaces de decidir ayer o mañana? Y si no afirmamos aquí y ahora la vida, ¿Cuándo y cómo esperamos crecer, ganar en vida?
¿No son la felicidad, la alegría, cualidades inherentes de la vida que nos trae a ser en el mundo? ¿O es que acaso son entidades que andan flotando por el cielo o cosas que fabricamos y se venden en el supermercado? ¿Serán tal vez dones de dioses a los que hemos de complacer? ¿Dónde y como las buscaremos y conseguiremos entonces?
Cuando estamos entonces ante la vida y la muerte es el momento de decisión. Y no hay cuento ni excusa que valga, o afirmas la vida o huyes mentalmente en tus sueños. Con lo cual malgastas tu vida, te alejas de la fuente vital acercándote a la muerte. Afirmar la vida con tus actos se experimenta como generosidad, solidaridad, unidad, libertad, alegría, felicidad, paz.
Afirmar a la muerte como contradicción, sufrimiento, traición a si mismo, violencia, dándole cabida, alojándola y enraizándola en tu corazón y conciencia, en tu cuerpo. Cuando tenemos la mirada del que desfallece en la nuestra, todo el mundo desaparece y el tiempo, la historia se detiene. El pensamiento se silencia. Es el sutil y frágil instante de la decisión.
Decisión que luego afirmas o corriges con tus consiguientes actos multiplicándola, hasta que te conviertes en aquello a lo que atiendes y haces. En ese delicado instante se abren ante tu sensibilidad los abismos de aquello que muere, se disipa, se aleja de la vida. Y lo que se acerca a ella y la multiplica, abriéndole caminos al mundo en creativas y generosas acciones.
No es necesario llegar a estos extremos, a estas acumulaciones de acciones en la dirección equivocada para reconocer ese sutil y frágil instante. Pero en todo caso aquí estamos, en medio de la Cumbre “Emergencia y Soberanía Alimentaria”, escuchando discursos de quienes representan nuestros complejos sueños y expectativas de futuro, mientras los segundos resuenan, los niños mueren y la luz del hoy se convierte en ocaso, camino de la oscuridad.
Algunos de estos señores dicen que la situación es muy compleja y no tiene simple ni inmediata solución, que los que sufren dolor en sus estómagos se mueran y esperen hasta su próxima reencarnación a ver si tienen la suerte de que ellos hayan tomado una decisión. Mientras tanto recortan los impuestos a las elevadas ganancias y en consecuencia los presupuestos sociales, reducen el personal en las empresas para proteger las ganancias y dan prioridad a presupuestos bélicos para ayudar solidariamente a que los que se van a morir lo hagan de una buena vez, y ya no haya que pensar más al respecto.
Sin importar como se vista la mona, esto se siente como un resentimiento visceral y un deseo de venganza cual dirección de vida, tal vez por algo que nos hicieron en algún momento o así creemos. Pero que se convirtió en la atmósfera que equivocadamente afirmamos con nuestros actos, formas de vida, y que hoy desapercibidamente respiramos, olor a sufrimiento, a muerte. Escuchando estas disertaciones que se convertían en parte del problema, en suma de obstáculos en lugar de soluciones, el presidente Daniel Ortega dijo algo muy significativo. “Diagnósticos para la enfermedad tenemos muchos, pero lo que necesitamos son remedios”.
Volviendo a las raíces de nuestros pensamientos e intentos, yo diría que si reconocemos que nos sentimos alienados y extraños en nuestro hábitat y con nuestros congéneres, lo que corresponde no es soñar, inventar futuros mundos mejores. Sino intentar acercarnos emocionalmente y en consecuencia descubrir, caer en cuenta de que es lo que lo impide.
La respuesta probablemente resulte ser que las acciones egoístas nos encierran en nuestros sueños y solo alimentan y reproducen el sufrimiento de esa alienación, postergando ad eternum la deseada paz y felicidad. Mientras que los actos generosos y solidarios reestablecen esa cercanía sentida como estar en casa y en familia, sin importar donde o con quién estemos.
Escucho decir a cada vez más de nuestros representantes, con diferentes grados de convicción y acción concreta, que tenemos todo lo necesario para restablecer la soberanía alimentaria, que complementándonos continentalmente podemos ir resolviendo estas circunstancias, y de paso este accionar puede convertirse en nuestra segunda independencia.
Algunos hasta dicen que podríamos ayudar a palear el hambre de otros lejanos pueblos, incluyendo aquellos cuyos gobiernos hoy no hacen nada por palear el nuestro. Yo agrego que de todos modos vamos camino del colapso del ecosistema y la muerte, así que, ¿qué tenemos que perder intentando en el tiempo que nos queda acciones sensibles, generosas y solidarias?
Sea como sea, estemos o no todavía a tiempo, tengamos o no mañanas, este maravilloso y siempre fresco instante es aún hoy como ayer, lo único necesario para tomar una decisión de abrir las puertas al cambio. No se a uds., pero a mi me suena todo esto a un glorioso réquiem. “Morir afirmando la vida que desperdiciamos viviendo”.
Claro que este es un viejo e inmaduro espíritu de heroísmo. Pero si algo he aprendido viviendo es que el buen humor también es inherente a la vida, mientras que el sufrimiento y la depresión son sus peores enemigos, pues solo nos alejan de ella postergando y paralizando lo que si podemos hacer aquí y ahora.
Hemos dado muchas vueltas en el horizonte temporal, imaginario. Hemos desarrollado mucho nuestra capacidad intelectual. Pero a nivel de hechos y emociones estamos aún gateando, en las mismas circunstancias iniciales. En el mismo sutil y frágil instante de decisión presente entre la vida y la muerte. Ayer murió y mañana puede no llegar a nacer, ¿qué elegiremos hoy?
Hagamos hoy lo que hemos de hacer y saboreemos sus frutos. De eso depende cualquier posible mañana y no de los sueños que le superpongamos a las ineludibles decisiones que hemos de tomar y los resultados que han de dar. En lo que a decisiones de vida se refiere solo hay aquí y ahora. Un instante que se puede ampliar o perder de vista para siempre.
Un contracanto final en imágenes. Un mundo multicolor desparece bajo la gris monotonía de las cenizas volcánicas. Deseo del alma por dentro, íntimo hambre sin fin. Hambrunas crecientes por fuera, cual fruto en el mundo. ¿Soplará esta vez con fuerza inigualable el huracán del corazón, despertando miradas de sus afiebrados sueños de muerte?

No hay comentarios.: