Francisco Robles Ortega
Monterrey, N.L., 12 de mayo (apro).- A menos de seis meses de haber obtenido el birrete cardenalicio, Francisco Robles Ortega se ha convertido en uno de los símbolos del conservadurismo católico en el norte del país.
Afincado en Monterrey desde 2004, el sucesor del cardenal recientemente fallecido, Adolfo Suárez Rivera, en la Arquidiócesis regiomontana, ha sido el principal impulsor de cambios dentro y fuera de la curia y en la propia legislación estatal, en áreas como la educación y la familia.Investido como Cardenal por Benedicto XVI el 24 de noviembre de 2007, Robles Ortega fue, por ejemplo, un defensor de la llamada Ley de la Familia que el Partido Acción Nacional (PAN) adoptó como suya y, valiéndose de su mayoría en el Congreso estatal, logró que fuera aprobada por el Congreso del estado. Sin embargo, la polémica legislación, que reproducía párrafos íntegros de una encíclica de Juan Pablo Segundo, fue vetada por el gobernador Natividad González Parás.
Ese fue el comienzo.
En abril pasado, se pronunció en contra de la educación laica al fragor de la discusión sobre la reforma educativa; elogió el despliegue del Ejército para combatir el narcotráfico, horas después de una balacera que protagonizaron dos militares ebrios, con saldo de seis muertos, y censuró la toma de las tribunas del Congreso de la Unión que encabezó el PRD, en demanda del debate energético.Robles Ortega egresó del seminario de Guadalajara (bastión de grupos de ultraderecha); fue alumno del cardenal Juan Sandoval Íñiguez, y férreo opositor de la teología de la liberación, a cuyos simpatizantes ha perseguido.
Más:
A Robles Ortega le bastaron menos de seis meses para desarticular el trabajo del Secretariado Arquidiocesano de Pastoral Social de Monterrey (con presencia en 10 obispados del noreste), que no pudo ser sometido en cuatro décadas por el empresariado aglutinado en la Organización Nacional de El Yunque, los Legionarios de Cristo y el Opus Dei.Conformada por sacerdotes y religiosas progresistas, la Pastoral Social en la región sobrevivió a las presiones de esos grupos que llegaron a pedir al Vaticano la remoción del anterior arzobispo, el fallecido cardenal Adolfo Suárez Rivera, por la protección que brindaba a los clérigos de la liberación.Esa es la conclusión a la que llegan sacerdotes consultados por el reportero que prefieren guardar el anonimato, para evitar ser objeto de represiones. Y es que algunos de ellos, por manifestar abiertamente su inconformidad, han sido relegados a parroquias ubicadas en comunidades pequeñas y alejadas o, bien, marginados o relevados de sus cargos dentro de la Arquidiócesis.Es el caso de Pedro Pantoja, excoordinador del Secretariado de Pastoral Social del Noreste, quien resume así su salida:“Fui relevado por alguien que tiene su propio esquema de trabajo que no coincide con la nuestra y por eso quedamos fuera. El esquema del cardenal Robles Ortega no tiene la misma metodología ni el mismo proceso de acercamiento ni compromiso con el pueblo.”
La exclusión
En entrevista, el actual encargado de una Casa del Migrante en Saltillo, Coahuila, el sacerdote Pantoja tiene claro que el cardenal Francisco Robles sigue una línea en la cual no tienen cabida los pobres.Cuenta que antes de su llegada la Pastoral Social operaba sobre cuatro ejes temáticos: derechos humanos; lucha contra el empobrecimiento mediante el fortalecimiento de la economía solidaria popular; construcción de ciudadanía, y fundación de comunidades eclesiales de base. “Estos ejes ya no entraron y se me pidió que dejara la coordinación del noreste a nivel institucional”, explica.El del padre Pantoja no es el único caso de exclusión dentro de la Arquidiócesis regiomontana. Los sacerdotes, Luis Eduardo Villarreal y Francisco Gómez, fueron obligados a renunciar a todos los cargos que tenían en la Arquidiócesis y fueron enviaron a distintas parroquias.Además, a la religiosa Marianela Madrigal recibió la ordend e regresar al convento y, en el caso de Beatriz de la Vega, una laica que colaboró con ellos, fue despedida de la curia.
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