Bernardo Bátiz Vázquez
Para que un debate tenga sentido, debe fijarse con toda precisión cuál es el tema principal sobre el que se da la controversia o en el que existen puntos de vista diferentes entre quienes se enfrentan a debatir. Respecto del llamado proyecto energético, se han dado ya las primeras escaramuzas en la que sin duda alguna será una polémica histórica; por una parte, la propaganda oficial, que no puede ser aceptada como inicio del debate, insiste en decirnos que hay un tesoro escondido en el fondo del mar y que la reforma es para sacarlo, para que con él entremos de lleno en Jauja; con ello, nos prometen, se dará solución a muchos de los problemas de salud, alimentación, educación y otros que agobian al pueblo de México.
Por su parte, el Frente Amplio Progresista (FAP) y el líder de la oposición a las reformas, Andrés Manuel López Obrador, han presentado ya, con mucha más honestidad intelectual, sus cartas sobre la mesa; convocaron a un foro abierto al público y a los medios de comunicación en el que se tocaron temas técnicos, políticos y jurídicos. Los organizadores, la maestra Ifigenia Martínez y el coordinador de FAP, Porfirio Muñoz Ledo, tuvieron el acierto de precisar con mucha nitidez cuáles son los más importantes.
Desde el punto de vista de la economía, de la técnica y de la ingeniería petrolera, se plantearon los desafíos de Pemex en la industrialización del país, la desintegración de la paraestatal y la revolución tecnológica; dentro de este sector del debate, se tocaron también puntos relacionados con el desarrollo del país y la seguridad energética.
En mi opinión, uno de los temas que no pueden faltar y que por supuesto fue puesto en el tapete de la controversia es el punto de vista político y jurídico, considerado central por los opositores a la reforma, pero que los promotores de la misma tratan de soslayar y ocultar con la alharaca publicitaria. Me refiero a la constitucionalidad o no de las reformas, el cual fue el asunto de la primera mesa del simposio, expuesto básicamente por juristas y politólogos.
Este punto de la litis es toral. Nos pueden convencer o no de las bondades de la inversión extranjera, de que es muy importante que otros más picudos que nosotros vengan a enseñarnos cómo extraer el oro negro de las profundidades del mar; pudiera ser que este punto de la discusión permitiera a proponentes y detractores cerrarse en sus propios puntos de vista y sostener unos que sí podemos con nuestros técnicos y nuestros recursos y nuestros obreros, explorar, explotar, trasportar la riqueza que es del país y podrán sostener los otros, sumergidos en su complejo de inferioridad, que nada podremos hacer si no nos vienen a ayudar y a enseñar cómo.
Los puntos técnicos y económicos sin duda son muy importantes, pero el centro de la litis, el meollo del debate, es determinar si lo que se pretende aprobar es compatible con las disposiciones constitucionales vigentes o no. Por eso en la primera mesa a que convocó el FAP se insistió en dilucidar si la disposición del artículo 27 constitucional que determina la propiedad originaria de la nación sobre el subsuelo y los hidrocarburos, la que establece la exclusividad respecto de los mismos y las que encontramos en los artículos 25 y 28 constitucionales que definen al petróleo como área estratégica reservada en exclusiva al Estado por conducto del gobierno federal pueden ser compatibles con las disposiciones propuestas en leyes secundarias para permitir y facilitar que sean empresas extranjeras quienes se ocupen de nuestro petróleo y su explotación.
Por mi parte, estoy convencido de que no se puede esconder el punto central de la constitucionalidad de las reformas, ni se pueden soslayar definiciones acerca del petróleo como área estratégica de nuestra economía, porque es indudable que si el legislador constitucional usó el citado término, tomado del lenguaje militar, trasladado al campo de la política y la economía, lo hizo porque vio con claridad, la misma que tuvo Lázaro Cárdenas al expropiar, que si no conservamos para nosotros este recurso fundamental estaremos atentando contra las generaciones de mexicanos que nos seguirán y también contra nosotros mismos, puesto que se pretende autorizar la enajenación de parte de la riqueza petrolera precisamente cuando su uso estratégico nos puede redituar ventajas políticas y económicas inapreciables. ¿Para qué quieren que se saque el petróleo con tanta premura? ¿Para bajar los costos del mismo, que están muy altos? Si esto es así como parece serlo, estamos siendo un área estratégica, pero no de nosotros mismos, que somos productores de petróleo, sino de quienes son consumidores, que precisamente pretenden que los precios bajen y, según las leyes de la economía, los precios bajan cuando hay un exceso de oferta.
Si somos congruentes con lo que dispone nuestra Constitución, tenemos que aprovechar nuestra riqueza petrolera nosotros, y no ser instrumentos de la estrategia de otros; ése es el centro del debate, esa es la litis que tiene que resolverse y no por medio de la publicidad y la mentira repetida, sino con probidad intelectual, consultando a todos y previa amplia información veraz de lo que está en juego.
Otro sí digo: Es lamentable que autoridades de la ciudad se hayan prestado para agredir y coaccionar a trabajadores de la Central de Abastos que defendían sus derechos laborales, cuando se hizo uso de la fuerza pública y de la amenaza de una acción penal para obtener su renuncia. Muchas irregularidades, lamentablemente, suceden en los ámbitos de las relaciones de trabajo en todo el país, pero que no sea en el Distrito Federal.
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