Jorge Carrillo Olea
Es tan vana la discusión sobre quién va ganando, si gobierno o crimen, que lo único que demuestra es miopía. Se le concibe como un partido deportivo, donde a tiempos fatales, uno de los dos contrincantes ganará y otro perderá. La miopía consiste en pensar que al final del tiempo reglamentario, como en el futbol, todo habrá terminado.
Hoy las fuerzas de la ley se baten en incontables frentes, tal vez ni ellas lo saben y eso se evidencia en las noticias que informan que determinados contingentes son desplazados con toda premura para acá y para allá. Esto evidencia falta de inteligencia que permita anticipar los hechos. Si valiera hacer un balance del costo beneficio de las operaciones policiacos-militares, el resultado sería sumamente preocupante. En síntesis, la iniciativa la llevan los criminales y las fuerzas gubernamentales, rompiendo un principio esencial, no son fuertes en ningún lugar ni en ningún momento dado.
Como bien ha repetido Felipe Calderón, es un mal que tardará muchos años en ser controlado. Él tal vez no imagina cuántos ni cómo evolucionará y con esa frase sólo trata de salvar a cuatro años de distancia, el prestigio de su gobierno.
La guerra entre los clanes o cárteles es por ganar preeminencia, distribuirse el territorio y con ello el mercado nacional y extranjero, y el gobierno sin ninguna estrategia de conjunto opera para el día de hoy, con grandes contingentes humanos que ayudan muy poco al esfuerzo y sin embargo no se ha nutrido de la tecnología que está disponible en países que no sean Estados Unidos.
Si llegáramos a ver la hegemonía de dos o tres grupos que hubieran logrado entre sí un acuerdo y segmentaran tanto al territorio como al mercado, sería lo peor que nos podría pasar. Habría que leer al revés el viejo adagio de divide y vencerás. Una pregunta a la que no encuentro respuesta es por qué los clanes se mantienen divididos, enfrentados y no han logrado un acuerdo de repartición. Será tal vez su primitivismo, su falta de evolución, viejas rencillas y quién sabe qué más.
Ya no es misterio para nadie la penetración del narco en las estructuras del Estado: presidentes municipales, jefes de policías, jueces, hasta altos jefes del ejército y gobernadores (y de esto ya hubo una evidencia en Reynosa y en Sinaloa). En este sentido, del que nadie habla, es que ellos sí van ganando la guerra; se repite la nefasta verdad de que sabe más el crimen que la policía, que ésta sobre aquél. De esta manera el gobierno lucha en el frente externo y en el frente interno y tal vez con más éxito en el externo que en el interior.
Si en los horizontes de Calderón, un día se llegará a ese acuerdo, sería otra vez, lo peor que nos puede pasar, pues ellos estarían dando un paso cualitativo de enormes proporciones y nosotros seguiríamos en este remedo de plan que tenemos hoy.
Se verían entonces desgracias nacionales que hoy no hay evidencia de que se anticipen: asesinatos de altos funcionarios, secuestros políticos, actos de terrorismo, promoción e imposición de altos funcionarios, en fin, un Estado paralelo que avasallaría a las instituciones.
Cómo evitar que esta gravísima situación llegara a darse: empezar por el principio –lo que no se hizo hace 18 meses–: crear una estructura sólida, con menos niveles de corrupción que la actual, con una unidad de mando como condición indispensable y con una estrategia nacional de largo plazo donde estuvieran por supuesto incluidos cuatro prerrequisitos:
1. La coordinación regional Colombia-Centroamérica-México-EU con compromisos concretos y medibles. 2. Que en esta coordinación tuviera papel preponderante el control del mercado de armas, de los flujos de efectivo y el mercado de precursores. 3. Crear una institución nacional, que bajo un mando único se diera a la tarea, con todo el apoyo presidencial y con control legislativo. 4. Difundir y exigir el cumplimiento de una política comprometida ante la comunidad internacional de derechos humanos.
Sí, señor Calderón, la tarea tomará muchos años, pero más años y más sangre tomará si se sigue por el mismo camino. Se han dado golpes de ciego por todas partes. Usted mismo creó una fuerza de elite que estaría bajo su mando directo, lo que suena bastante absurdo; nunca más se volvió a saber de esa fuerza ni de su composición ni de sus operaciones ni de sus resultados.
Salvo la amenazadora crisis alimentaria, ni siquiera el tema de los energéticos supera al de las drogas en presencia y en el temor nacional y en preocupación para su gobierno.
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