María Teresa Jardí
Cientos de miles, muchos, muchísimos ciudadanos mexicanos siguen asistiendo a las asambleas informativas de AMLO. El movimiento crece de manera imparable lo que tiene que ver con el miedo que le corroe las entrañas a la derecha capaz de imponerle a nuestro país el Plan México. Se equivocan. El pueblo sufrirá las consecuencias. Pero nadie les quitará el vivir y el morir sabiéndose traidores. Y finalmente los pueblos acaban por enfrentarse a las represiones y el mexicano lo hará, que no lo duden ni el usurpador ni ninguno de los vasallos que integran su corte. Y los pueblos sumisos cuando despiertan cobran cada agravio y cuando se saldan las cuentas el haber siempre acaba estando del lado del pueblo.
Muchos católicos que sabían, porque así se había anunciado, que el domingo, inicio del mes de celebraciones conmemorativas de Pedro y de Pablo para la Iglesia Católica, el Papa había concedido una indulgencia plenaria a los asistentes a misa. Muchos que no quería perderse tampoco la final del juego de fútbol que convertiría a España en la dueña de la Copa de Europa y, siendo, el último día del remate de libros que en el Auditorio Nacional hicieron las editoriales antes de enviarlos a la trituradora para no pagar los impuestos que Hacienda les cobra por tenerlos en la bodega, impidiéndoles regalarlos a las bibliotecas y escuelas. Cuatro eventos que competían por la atención de las multitudes. Sí, incluso a la venta de libros, llegaron muchísimas personas, a pesar del éxito obtenido, al respecto, también los días anteriores. Cientos cargados de libros reivindican a la Ciudad de México como un conglomerado de seres pensantes. Llenas las iglesias porque a nadie le viene mal un indulto incluso por aquello de las dudas. Los locales con televisores a reventar y en las casas las familias reunidas alrededor, en algunos casos, de espléndidas comidas, paella, por supuesto, antes ir a la Cibeles, unos cuantos, a celebrar el merecido triunfo coreando: España, España, España, incluso los niños y las niñas pequeñas, mi nieta incluida, sobre los hombros de la madre, cuando no Iker, Iker, Iker… y otras consignas, rodeados de policías, eso sí, pero… blanquitos todos, era claro que les habían ordenado no intervenir a pesar de la cantidad de alcohol que de mano en mano, porrones y botas, cuando no botellas y vasos, corría a pasto por el lugar. Muy emocionante, debo señalar, y de esos eventos que uno no quisiera haberse perdido en su vida, a pesar de que mañana escriba en contra de la nueva colonización que los españoles, de la mano de los yanquis, pretenden hacer en América Latina y que están haciendo, sin oposición por parte de la derecha usurpadora, en México. Emoción intensa que da la identidad, aunque sin dejar de pensar en que otra hubiera sido la suerte de ser indígenas los reunidos en ese lugar a los que se habría bajado a bofetada limpia de la fuente hermana de la madrileña. Identidad, como pueblos, a pesar de las divergencias ideológicas y la procedencia de geografías con idiomas propios incluidas, identidad que los mexicanos no hemos sabido construir como pueblo mestizo proveniente de la mezcla del español y del indio aceptando la riqueza que nos da la pluralidad de los pueblos indígenas que con todo en contra sobreviven a lo largo y ancho del territorio nacional.
Cientos de miles en el evento de AMLO sin restarle asistencia a ninguno de los otros eventos, llenos, llenísimos, cada uno de ellos, un poco más tarde.
Había ofrecido contarles sobre la venta de libros que se realizó en el Auditorio del Distrito Federal del martes al domingo pasado. No estaba todo lo que hay, pero era mucho lo que había a precios alcanzables, comparados con los que tienen los libros en México hoy en día. Un éxito de venta para las editoriales y una esperanza ver a tantos lectores asistiendo cada día a comprar todos los libros que podían. No sé si se salvaron muchos libros de la trituradora obligada por Hacienda. Presumo que muchos regresaron a las respectivas librerías. Pero… Igual es un ejercicio agradecible que tendría que repetirse más a menudo en aras de lograr que la gente abra un libro en lugar de encender la televisión.
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