martes, julio 01, 2008

Homofobia con sotana

Rodrigo Vera
El sacerdote Raúl Lugo Rodríguez fue llamado a cuentas por el arzobispo de Yucatán, Emilio Berlié. La causa: haber publicado un libro donde expone que la Iglesia no debe denigrar ni humillar a los homosexuales sino, por el contrario, bendecir las uniones entre personas del mismo sexo. Berlié le advirtió que estaba en contra de sus ideas, le pidió reconsiderarlas y le notificó que su caso ya había sido turnado al Vaticano. Mientras espera los resultados del proceso eclesiástico, el sacerdote refiere a Proceso que fue víctima de censura por parte del Diario de Yucatán.

CHABLEKAL, Yuc.- A finales de diciembre de 2006, el arzobispo de Yucatán, Emilio Berlié Belaunzarán, citó en su casa al sacerdote Raúl Lugo Rodríguez, quien acababa de publicar el libro Iglesia católica y homosexualidad, donde impugna la condena de la Iglesia hacia los homosexuales.A Berlié lo acompañaban el obispo auxiliar, Rafael Palma Capetillo, y otros directivos de la arquidiócesis, molestos todos por la rebeldía de su párroco, quien publicó su obra en Europa.
–Estamos en desacuerdo con su libro, puesto que va en contra de la doctrina de la Iglesia en torno de la homosexualidad –le dijo al sacerdote el corpulento arzobispo.
–¿Esto es el inicio de un juicio canónico? –preguntó el padre Lugo.
–Nosotros vamos a tomar las decisiones pertinentes. Por lo pronto, ya dejamos su libro en el Vaticano –le respondió Berlié.Y le entregó un documento en el que, formalmente, le pide “reconsiderar” las posturas expuestas en su obra, la cual señala que los actos homosexuales no son pecaminosos, por lo que la Iglesia católica no debería “denigrar” y “humillar” más a los homosexuales, sino dar su “bendición” a las uniones entre personas del mismo sexo.
El padre Lugo –cuyos artículos de opinión acaban de ser censurados en el Diario de Yucatán– comenta sobre esa reunión con su arzobispo:“Monseñor Berlié me llamó a su casa para externarme su desacuerdo con el volumen y decirme que lo había dejado en el Vaticano. ¿Lo dejó ante alguna instancia para que se me abriera un juicio? No lo sé.”
–¿Qué puntos de su libro desaprueba el arzobispo?
–Lo ignoro. Sólo me externó su desacuerdo de una manera muy general. Ni él me explicó más ni yo profundicé. También me entregó un documento, firmado por él, donde consta la desaprobación de la arquidiócesis. Ahí tampoco abunda. Es un escueto documento de una sola hoja donde se me pide reconsiderar mi posición.
–¿Que se retracte?
–… Se puede entender así.
El padre Lugo supone que su caso lo analizan en Roma, muy probablemente los inquisidores de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el otrora Santo Oficio.
–En caso de abrirse un proceso, ¿esta congregación lo someterá a juicio?
–Podría llevar el caso si considera que mi postura es dañina para el mundo, puesto que es una instancia de carácter internacional.
Pero puede decir: ‘El caso compete a las instancias locales y debe ser resuelto por ellas’. Y entonces delegaría el juicio a la Comisión para la Doctrina de la Fe dentro de la Conferencia del Episcopado Mexicano, o a la comisión respectiva de la arquidiócesis de Yucatán. Se tendría que definir primero qué jurisdicción me juzgará. El padre Lugo señala que, cuando hay sacerdotes acusados de dañar la fe con sus escritos, el Vaticano se rige por la ley Examen de doctrinas, reformada durante el pontificado de Juan Pablo II.
Agrega: “Cuando un ministro externa opiniones que puedan dañar la fe de los fieles, esta ley se encarga de regular los procesos, que a veces resultan muy largos: el Vaticano manda una indicación, el acusado responde, el Vaticano contrarresponde… y así se la llevan hasta que se dicta sentencia”.
–¿Y usted está dispuesto a retractarse, como se le pide?
–Estoy dispuesto a hacer una revisión del libro, si me la solicitan. Pero primero deben decirme en qué puntos están en desacuerdo conmigo. Que me den sus razones. Sólo así podré argumentar a mi favor, o retractarme si considero que me equivoqué… puede ser que se lleven tiempo en llamarme.
“Heterosexuales defectuosos”
En sandalias y con una camisa a rayas de manga corta, el padre Lugo está sentado tras su mesa de trabajo. Una incipiente barba cana le blanquea las mejillas. El aire penetra por las ventanas abiertas de par en par, mitigando el fuerte calor húmedo. Árboles y plantas circundan las rústicas oficinas de Uay Ja, el centro de derechos humanos donde labora el sacerdote, en este poblado de Chablekal.Experto biblista –disciplina que estudió en el Pontificio Instituto Bíblico, de Roma, y en el Studium Biblicum Franciscanum, de Jerusalén–, Lugo ha sido profesor en la Universidad Pontificia de México y en el Seminario Conciliar de Yucatán. Es párroco del templo de San José Obrero, en Mérida. Señala que quiere “evitar cualquier signo de victimización personal, pues sigo oficiando misas con toda normalidad”. Si es sometido a juicio, lo aprovecharía para debatir en torno de la postura eclesiástica sobre la homosexualidad:“La doctrina de la Iglesia va a contracorriente con los cambios internacionales –dice–, puesto que todavía sigue viendo a los homosexuales como si fueran heterosexuales defectuosos. Mientras tanto, cada día son más los países que están reconociendo sus derechos humanos, y menos los que consideran como delito las prácticas homosexuales. “Por ejemplo, el país que quiera pertenecer a la Unión Europea debe derogar las leyes que penalizan la homosexualidad. Y la Organización de los Estados Americanos (OEA) ya menciona los derechos humanos de los homosexuales, buscando que no sean discriminados. Incluso, en cinco países ya están aprobados los matrimonios entre personas del mismo sexo.”Respecto de México, menciona al Distrito Federal y a Coahuila, donde, aunque “más imperfectos”, ya hay “pactos civiles” que permiten estas uniones.Indica que la Iglesia debe abrirse también a las personas que cambian de sexo, los transexuales, quienes intentan que se reconozcan sus derechos y uniones en el Distrito Federal, donde acaba de celebrarse –en mayo pasado– el primer matrimonio civil de una pareja transexual.“La transexualidad nos indica que la norma establecida no funciona para todos. Los transexuales eran considerados transgresores. Hasta ahora se intenta reivindicar sus derechos. Y en la Iglesia requieren un tratamiento que todavía no hemos sabido encontrar. No conozco ningún teólogo que haya abordado directamente el problema.”
–¿Ante esto, tendría la Iglesia que replantearse también su concepto de familia?
–Por supuesto. Además, es muy reciente en la Iglesia su compromiso con ese concepto de que la familia es un papá, una mamá y unos hijitos. No es una verdad revelada que haya salido de la mente de Dios. Es más, las veces que Jesucristo habló de la familia no lo hizo favorablemente. Fue casi para decirnos: “¡Déjenla!”.“Aclaro que no estoy en contra de la familia, pues es un importante núcleo de transmisión de valores, aunque también de traumas. Pero eso sí, no tenemos por qué sacralizar este modelo sociológico de familia. Lo importante son las relaciones igualitarias en cualquier grupo humano.“Ese modelo de familia tampoco corresponde a la realidad; cualquier censo nos demuestra que más de la mitad de las familias mexicanas no se ajustan a ese patrón. ¡Hombre!, si la Iglesia sigue sin reconocer esos cambios en las familias, pues de aquí a 20 años sólo estará predicando para 5% de la población.” La sociedad actual, prosigue, está experimentando una “mutación de conciencia”, puesto que “se resquebrajan ideas que anteriormente parecían verdades eternas, y surge otra manera de ver las cosas que se asienta en la conciencia colectiva. Para las nuevas generaciones, por ejemplo, ya hasta resulta banal que una persona tenga tal o cual orientación sexual, mientras que la Iglesia todavía sigue asociando al cuerpo con el pecado. Nosotros los sacerdotes somos responsables en gran parte, porque seguimos predicando esa visión despreciativa del cuerpo”.
–Con el actual Papa, Benedicto XVI, ¿se ha endurecido la condena hacia los homosexuales?
–Más bien ha continuado en la misma línea. Podríamos decir que, en este punto, la doctrina de la Iglesia ha sido coherente. Con Benedicto XVI han aparecido dos documentos que tienen que ver con los homosexuales. El primero es de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y va dirigido a todos los legisladores católicos del mundo. Ahí se les pide que, cuando en sus respectivos parlamentos se discutan las uniones entre personas del mismo sexo, ellos deben votar en contra, anteponiendo su conciencia. Es un documento muy áspero en su lenguaje.“El segundo documento es de la Congregación para la Educación Católica. En él se ponen impedimentos para que los homosexuales ingresen a los seminarios. Si después de un acompañamiento renuncian a lo que la Iglesia llama mentalidad homosexual, entonces pueden ser admitidos. Este documento reconoce que hay personas cuya orientación homosexual es incambiable, lo cual ya contradice la norma eclesiástica original de que estas personas son simplemente heterosexuales defectuosos.”
“Terapias reparadoras”
Todavía en mayo pasado, el secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal Tarcisio Bertone, envió una instrucción a todos los obispos del mundo, diciéndoles que el rechazo de homosexuales en los seminarios se aplica no sólo a los seminarios diocesanos, sino también a los de las órdenes y congregaciones religiosos.
–¿Son comunes los sacerdotes gays? –se pregunta al padre Lugo.
–Según los estudios, en las sociedades hay entre 10 y 15% de personas homosexuales. Es un porcentaje que se ha mantenido a lo largo de la historia. Es muy probable que el ministerio sacerdotal le dé legitimidad a un gay, que sea una vía de salida para él. De ahí que, se dice, en la Iglesia hay un número más crecido de homosexuales, que oscila entre 20 y 25% de los sacerdotes. Son suposiciones, puesto que es casi imposible realizar una encuesta al respecto. El ambiente adverso les impediría a ellos dar a conocer su orientación homosexual. Eso sí, no hay duda de que hay sacerdotes gays. Añade que, así como hay un “lobby gay” que en los parlamentos y organismos internacionales pugna por el reconocimiento de los derechos de los homosexuales, en contraparte hay un “lobby antigay” apoyado por la Iglesia.Y este “lobby antigay”, dice, es justamente el que viene asegurando que la homosexualidad puede curarse mediante un tratamiento psicológico; de ahí que apoye los centros de “terapias reparadoras” –como Courage latino– que ya están operando en México.
Agrega el sacerdote:
“Estos centros son una respuesta a la Organización Mundial de la Salud, que en mayo de 1990 eliminó a la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales. Son también una respuesta a la ONU, que ya desaprueba las terapias psicológicas para los homosexuales. “Pero estos centros insisten en que la homosexualidad es una enfermedad que puede curarse. Dicen tener casos exitosos de homosexuales que, luego de sanar sus heridas traumáticas, consiguieron ser heterosexuales y llegar a la normalidad. Aquí en Yucatán, los Legionarios de Cristo promueven esas terapias.” Raúl Lugo es visto por algunos como una especie de sacerdote maldito, ya que sus ideas las lleva a la práctica en el Oasis de San Juan de Dios, un albergue que atiende a personas con sida, homosexuales varias de ellas. Ahí el padre oficia misas y da asistencia espiritual.El albergue –una construcción amarilla situada a las afueras del poblado de Conkal– sufre el rechazo de la arquidiócesis de Yucatán y de varios lugareños.Carlos Méndez Benavides, presidente del albergue, comenta a Proceso:“Hasta montones de excremento nos han arrojado a la entrada. En la arquidiócesis no nos quieren porque atendemos homosexuales. Aquí se nos han muerto 268 internos. El padre Lugo viene a darles la extremaunción, lo mismo que a oficiarles misas. Algunas monjas Siervas de María y religiosos franciscanos también se atreven a venir.”Méndez camina por un pasillo con enfermos escuálidos, en etapa terminal. Algunos en sillas de ruedas. Mejillas hundidas. Llagas. Brazos y piernas huesudos. El puro esqueleto recubierto por una piel amarillenta. “Aquí incluso atendimos a dos sacerdotes homosexuales con sida. Venían con una culpa terrible y sólo pensaban en el suicidio. La arquidiócesis no quería saber nada de ellos. Los desechó como a basura”, cuenta Méndez.Platica que, apenas el pasado 7 de mayo, el párroco de Conkal, Jesús Abelardo Cevallos, condenó en misa a los homosexuales: “El padre Abelardo dijo en su homilía que los homosexuales destruyen la familia, son un peligro social y no tienen perdón de Dios”.
–¿Y ustedes qué hicieron?
–Lo demandamos ante el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación. Esta instancia le dio entrada a nuestra demanda. Supongo que es la primera vez que, en México, a un clérigo se le demanda por discriminar a los homosexuales.Por su parte, el padre Raúl Lugo dice que “no debe usarse el púlpito para discriminar”. Y agrega que el libro Iglesia católica y homosexualidad, editado en España, fue producto de su trabajo pastoral en ese albergue de moribundos abandonados por la jerarquía católica.“Ese albergue me puso a reflexionar. Fui tomando apuntes que hice circular por la red. Con el tiempo, la editorial española Nueva Utopía me pidió que les diera forma de libro. Y acepté, sabiendo a lo que me exponía.”El padre Lugo acaba de padecer la censura periodística. En el Diario de Yucatán llevaba 15 años publicando semanalmente su columna Iglesia y sociedad. Hasta que, sin explicación, no se publicaron dos de sus columnas donde abordaba el tema de la homosexualidad, una de enero y otra de mayo pasado.
Cuenta el sacerdote:
“El 15 de mayo le envié un correo electrónico a la secretaria que recibía mis textos preguntándole qué pasaba, pues yo nunca tuve trato directo con don Carlos Menéndez, el director del Diario de Yucatán. Hasta principios de junio un empleado del periódico me telefoneó para explicarme: ‘El señor director le manda decir que, en artículos de opinión, solamente se publicará la postura oficial de la Iglesia en temas de moral sexual’. Le respondí que entonces dejaría de colaborar en el diario. Y lo hice. Ahora abrí mi propio portal.” Ante estos rechazos a su postura, el padre Lugo se quita los anteojos, encoge los hombros y comenta esperanzado: “La Iglesia ya ha llegado a modificar sus posturas de otros tiempos. De manera que las heterodoxias de hoy pueden ser las ortodoxias del mañana…”. l

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