Jorge Lara Rivera
Como en la farándula cinematográfica, hay ya una secuela para la pesadilla que significó a nuestro país la disparatada ¿administración? federal anterior. La diferencia radica en que la realización de ésas en aquélla busca repetir un éxito. Por el contrario, en el comité ejecutivo nacional del panismo, sin el menor pudor por todos los escándalos que protagonizara, el Guasón regresa y lo hace acompañado por sus voraces y fanáticos esbirros.
Acción Nacional incurre de nueva cuenta en el cuestionable alejamiento de sus ‘principios’ en aras de intereses burdos. Se quita la máscara de demócrata que le incomoda y desgarra el atuendo de moderado conservadurismo con que gusta presentarse ante los electores en tiempos de campaña proselitista. ¿No que está contra la corrupción?, ¿o sólo contra la practicada por miembros de otros partidos?, ¿será que quiere monopolizarla?
La doblez de esa ideología y lo tozudo del régimen quedan evidenciados también por la continuada campaña propagandista en televisión, inexorable a pesar de objeciones y aportes surgidos en los setenta días que el Debate en torno a la Reforma Energética le llevara al Senado de la República. Irracionalmente en la propaganda el gobierno y su partido de estado insisten en que se apruebe la iniciativa del Ejecutivo, como en el chimoltrufio promocional de Nueva Alianza (el partido de Elba E. Gordillo M.): “porque sí, porque sí”.
Pero el gobierno federal tiene ahora nuevo spot. En el anuncio, un grupo misceláneo de paleros disfrazados de ‘gente común’ –claramente prefabricada–, la cual sin prueba alguna se arroga hablar por “la mayoría de los mexicanos” presiona a la televidencia afirmando que “urge aprobar está reforma”, tratando de embaucar al público para que “estemos con el presidente” y su iniciativa privatizadora de PEMEX. A su vez, la cascada de los anuncios promocionales previos, de igual sentido, prosigue... con cargo al erario (léase: nuestros bolsillos).
A la andanada se suma la intromisión del gobierno español, a través de las opiniones de Rodríguez Zapatero y declaraciones en México de Teresa Fernández, viceprimera ministra, que enseña su interesada simpatía y cercanía con el régimen del dinámico dúo privatizador Calderón-Mouriño.
Por lo visto en este sensible asunto la sociedad está de un lado y contra ella, del otro, intereses de lucro apoyados por el gobierno. Hay que impedir que la autoridad secuestre al patrimonio nacional y que aunque ya se pagó su rescate (cuando la expropiación petrolera de 1938) esta maniobra asesine las posibilidades de progreso y bienestar de nuevas generaciones.
Con la pena..., a riesgo de parecer insensible hay que recordar que, no obstante la inequívoca condena que merece, por execrable, la ejecución del muchacho Martí, raptado por ¡una banda policial! (igual que en reciente caso jalisciense de múltiple homicidio), lo que resulta verdaderamente escandaloso es el hecho de que sólo cuando el secuestro afecta a una familia poderosa, se ve reaccionar y movilizarse a todo el aparato del Estado mexicano.
Esa conducta demuestra la indiferencia oficial ante lacras sociales que aquejan a nuestro pueblo, pues ese delito ha venido floreciendo, tal cizaña en fértil trigal, durante los últimos 30 años –incluso ha incorporado las modalidades exprés y ‘virtual’ (o telefónico)– a vista y paciencia de las autoridades.
Entonces, qué pensar: ¿Hay o no ciudadanos de segunda, gente ‘invisible’ en México?
Por cierto, acerca de las reacciones generadas, desafortunadamente para el diputado Emilio Gamboa Patrón y su correligionario, el asambleísta Tonatiuh González, quienes enseñan las vísceras ante el caso, inesperadamente la moderación asiste al PAN respecto a esa propuesta de endurecer los castigos para los secuestradores con cadena perpetua y no pena de muerte (la cual no se tuvo empacho en abolir para los casos de parricidio y traición a la Patria), pues significaría un retroceso legislativo. Además, resulta incongruente condenar a Estados Unidos por practicarla con nuestros connacionales, pero promoverla aquí, ¿o no?
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