por Eddy Torzón
La llegada del PAN al poder presidencial asentó en el control político a una camarilla más depredadora que la supuestamente desplazada (del PRI).
Empoderada a base de engaños, transas y tráficos de influencia, tal camarilla se afanó en saquear al país, tejiendo alianzas y complicidades con las diversas vertientes delictivas, y armando un verdadero "crimen organizado" desde el poder.
Sin embargo, la bisoñez y torpeza de los recién llegados, aunadas a su ignorancia, les hizo menospreciar la más elemental discreción y pronto se vieron descubiertos en sus trapacerías, y sumaron a su aparato delictivo a "instituciones" antes respetables que, a base de dinero y prebendas, "legalizan" todo lo ilegal, haciendo de la ostentosa impunidad ejemplo nacional a seguir.
Por eso cuando el hampa asociada a los recién llegados y a los continuistas, reclamó su parte del pastel y comenzó a dar manotazos y balazos, la ilusoria calma para robar se descompuso totalmente.
Oficialmente se puso en manos de un Gabinete de Seguridad la respuesta al hampa y comenzó "el combate al crimen organizado", con mucho despliegue mediático y grandes recursos económicos para alimentar a los mandos, pero sin llegar a los supuestos destinatarios.
La elemental razón inquiere: ¿cómo puede "combatir" a un delincuente otro delincuente? Es popular la conseja de que "entre gitanas no se leen la mano" o la de "perro no come carne de perro".
Pero en Los Pinos, emblema del poder en México, es lo que menos les preocupa. Ponen a cargo del mentado "gabinete de seguridad" a un neófito en asuntos de seguridad pública y nacional, y abierto traficante de influencias y miembro de la delincuencia organizada para saquear el erario público. ¿Cómo esperar que un delincuente persiga a sus iguales? ¿Moralidad de un inmoral?
Como acompañantes en tal gabinete de seguridad, se encuentran otros reconocidos delincuentes (enriquecimiento súbito e inexplicable, encubrimiento, obstrucción a la justicia, asociación delictuosa, etc.) apoderados de los mecanismos de la seguridad pública y la procuración de justicia.
¿Quién espera que delincuentes combatan a la delincuencia? Sólo el Presidente Institucional de la cleptocracia, y paladín del continuismo en Los Pinos de los desaciertos anunciados como logros, de las mentiras publicitadas como verdades.
Si Kafka hubiera sido mexicano, habría sido otro escritor costumbrista.
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