Indice Político
Por Francisco Rodríguez
A causa del estado que guarda la Administración del señor Felipe Calderón, nunca como ahora México ha sido apreciado tan débil, desorientado y sometido políticamente. Llega a tal grado tal imagen de impotencia, que hasta el nada fuerte John McCain se dice dispuesto a ayudar… lo que no deja de ser un mero dicho de campaña.
En todos los frentes existen hoy más problemas que soluciones. Lo peligroso no es el grado de conflictividad que cada uno de ellos presenta, sino la incapacidad que todo mundo –literal— observa que hay aquí para resolverlos.
Por eso de ultramar ofrecen ayuda. Una nada desinteresada ayuda.
Tenemos un ocupante de Los Pinos débil políticamente, lo cual no es nada bueno. Cometió, al vacilante y cuestionado inicio de su gestión, el grave error de designar como colaboradores a los amigos leales, y en ese acto quedó preso de los intereses personales y las pugnas de todos ellos. Despilfarró su exiguo caudal electoral personal y difuminó entre los “cuates” el mando.
Hace nueve meses que en México no hay secretario de Gobernación. Vivimos la peor crisis de seguridad que se recuerde y no hay quien se haga responsable. Pero, además, fruto de estar secuestrado por su equipo, el señor Calderón no se anima a hacer cambios.
El gobierno no funciona, y los secretarios del Despacho presidencial carecen de dinamismo. No existe un momento en que simultáneamente estén todos ejerciendo sus cargos. Siempre hay alguien de gira, cuando no de residentes en Babia.
De los atributos presidenciales quedará la banda, pero el señor Calderón ya perdió el bastón.
Y ante ello, la soberbia del débil, insensible a las consecuencias de su pasividad.
Que es el momento de trazar los dos últimos tercios de la Administración. Que Calderón no quiere que sus secretarios brillen más que él. Que las peleas son insostenibles entre el equipo. La “crisis de gabinete” es una radiografía detallada de la estructura interna de la Administración.
El “gabinete compacto” calderonista, ha devenido en un “gabinetazo” foxista.
Siendo la lealtad el valor más encomiado, el sabor de la deslealtad ha pasado más de una vez tras la puerta de Los Pinos. La radiografía muestra entonces que ante la falta de lineamientos, de una agenda definida, los secretarios del Despacho presidencial vienen a ser fusibles que se queman a gran velocidad, lo que marca la coyuntura y los vaivenes del carácter personal del señor Calderón. Lo peor, que –excepción hecha de Ramírez Acuña, Peniche y Sojo-- se niega a reemplazarlos.
En la política, y más en la desinstitucionalizada política mexicana, los vericuetos palaciegos, plagados de los pequeños intereses pueden pesar más que una visión de país. En su gestión, Calderón ha levantado grandes cortinas de humo sin cambiar absolutamente nada de los males atávicos del país y de su funcionamiento político. Ha dejado esas tareas a “los negros” del PRI, pensando equivocadamente que serán ellos quienes se ensucien las manos y él será quien obtenga la gloria. La apreciación es errónea.
No está errada, en cambio, la evaluación que a causa del estado que guarda la actual Administración tienen de México en el extranjero. “Hay que ayudar a Calderón”. ¡SOS!
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