El pueblo descrito en La Historia me absolverá, representado en los campesinos, estudiantes, profesionales modestos, obreros, hombres y mujeres cubanos y protagonistas de cada acción emprendida por la Revolución triunfante, se reafirma hoy en las convicciones que Fidel proclamó aquel 16 de octubre de 1953 en Santiago de Cuba, hace ahora 55 años.
Su alegato, pronunciado en un pequeño cuarto del antiguo hospital civil Saturnino Lora, fue escuchado por muy pocas personas, pero bien pronto, por versiones orales, casi toda la población santiaguera conoció lo fundamental de un discurso que se convertiría en el programa de la Revolución liberadora, y cuyos conceptos serían trascendidos tras el triunfo de la Revolución, lograda a seis años y meses del asalto al Moncada, un revés convertido en victoria.
Aquel día de octubre culminaba el juicio por el asalto al Moncada. Se había iniciado, con la presencia de Fidel, el 21 de septiembre del mismo año, en una amplia Sala de Justicia de la Audiencia de Oriente. En aquella ocasión le escuché decir, enfáticamente, respondiendo a los jueces: "Yo creo en el pueblo". El foro le había preguntado con quién contaba para llevar a cabo la Revolución: "Solo contábamos con nuestro propio esfuerzo y con la ayuda de todo el pueblo de Cuba que la habríamos obtenido si hubiéramos podido comunicarnos con él a través de la radio. La posibilidad de que algún personero civil o militar del régimen nos ayudara es totalmente inverosímil", respondió. Desde ese mismo día, el joven abogado Fidel Castro se convirtió de acusado en acusador.
Dijo entonces que sus compañeros y él se inspiraban en las doctrinas del Maestro y que el autor intelectual del Moncada era José Martí, el Apóstol de la independencia de Cuba.
Luego en su alegato jurídico-político denunció los crímenes y describió el programa revolucionario, reiterando esas y otras respuestas contundentes. Tan fuertes eran las verdades expuestas, que el régimen lo separó del proceso. Aludieron una enfermedad que no existía, desmentida por Fidel en una carta dirigida al Tribunal, cuya portadora fue la también abogada Melba Hernández.
La Historia me absolverá se imprimió clandestinamente en 1954, luego de que él la reprodujera en la prisión de Isla de Pinos. La misión de editarla y distribuirla fue encomendada a sus compañeras de lucha Haydée Santamaría y Melba Hernández. Cabe decir que sobre el Moncada se tendió la conjura del silencio, desde la aplicación de una férrea censura de prensa por parte de la tiranía de Batista, hasta el mutismo guardado por no pocos políticos que querían continuar el juego de la farsa democrática, olvidando los muchos crímenes cometidos el 26 de julio y en días sucesivos.
Héroes decisivos también de su publicación y distribución en Cuba, desde el llano a la Sierra, fueron los jóvenes integrantes del Movimiento que se dio en llamar de la Generación del Centenario, por haber surgido a cien años del nacimiento de José Martí; aquellos que no pudieron participar en el asalto al Moncada y al cuartel Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, pues no alcanzaban las armas para todos; los que desfilaron en la Marcha de las Antorchas la madrugada del 28 de enero de 1953. A estos combatientes se unieron otros, muchos más; el Movimiento fue creciendo con el motor ideológico impulsado por las ideas planteadas por Fidel en La Historia me absolverá. La divisa era entonces, como siempre, sumar y crecer con la propagación de las ideas y el esfuerzo de todos los patriotas dispuestos a defender la soberanía conculcada.
El programa definido por el líder de la Revolución ha sido plasmado y desarrollado por nuestro pueblo a lo largo de medio siglo, en las circunstancias más difíciles de aislamiento y bloqueo perpetrados por la potencia más agresiva del mundo.
Las generaciones actuantes hoy deben repasar analíticamente los contenidos y el alcance de La Historia me absolverá, como un documento clave para entender nuestro tiempo y contribuir a consolidar la unidad revolucionaria y ensanchar la obra de justicia social.
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