(Publicado en el periódico Machetearte 1421)
Por Alfredo Velarde
A punto de cumplirse el 60 Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos , adoptada el 10 de Diciembre de 1948 , resulta oportuno interrogarnos sobre la actualidad y la vigencia del relevante e histórico pronunciamiento que importa referir, en virtud a que entre más se desgasta el agotado neoliberalismo económico , mayores son las vulnerabilidades sociales que, en materia de derechos humanos , se difunden por doquier.
En tal sentido, México no es excepción alguna a tan lamentable estado de cosas en el mundo, ni en materia de los derechos humanos en general , ni en el caso particular de la pobreza que deseo ilustrar , en tanto vulnerado derecho humano económico . Dada la naturaleza tan amplia que la oceánica temática supone, me refiero sólo aquí al lacerante caso económico que dimanan de una creciente y cada vez más agudizada condición de pobreza que padecen más de las tres cuartas partes de los mexicanos, no obstante el explícito pronunciamiento que la Constitución en su asediado Artículo 123 (a casi un siglo la Revolución Mexicana ) y la misma Ley Federal del Trabajo , reconocen la obligatoriedad porque el salario sea remunerador y garante de condiciones de vida dignas para el hoy tan golpeado mundo del trabajo.
Podemos señalar que el momento histórico contemporáneo del capitalismo internacional "globalizado" , se singulariza por el fuerte acotamiento y la propensión por nulificar el cumplimiento expedito de los derechos humanos. Ejemplo ostensiblemente claro de este problema de derechos humanos, como ocurre en el caso de la intolerancia racial , o como en el caso de la discriminación homófoba ante las preferencias sexuales distintas , o como en el caso de la discriminación de género y violencia machista contra las mujeres , y aún en el caso-límite de la criminalización de la protesta social , por señalar otros casos, se sustenta en la relación conflictiva y la enorme distancia que existe, entre el espíritu y el propio cuerpo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y sus preceptos, y la realidad objetiva que contrasta rotundamente con aquella.
En ese orden de ideas, la pobreza es, acaso, una de las más abominables formas en que la Declaración pareciera ser palabra muerta y que obliga a la lucha social para revertir esta dolorosa condición a fin de refundamentar y ampliar a la propia Declaración más allá de su texto original. La vigencia del espíritu de la Declaración Universal de los Derechos Humanos , no obstante la obsolescencia relativa en los alcances de algunas de sus definiciones originarias más importantes ante la realidad cambiante del mundo y que logró la amplificación del propio concepto de derechos humanos como no se sospechaba entonces, cuando la Declaración fue escrita, se revela en el hecho de que la violencia (y la pobreza es un acontecimiento radicalmente violento en contra de muchos millones en México y el mundo) ha terminado por convertirse en un gravísimo problema estructural del capitalismo de nuestros días. Como lo dice al respecto muy bien la Red Nacional de Organismos Civiles de Derechos Humanos "Todos los derechos para todos y todas" , cuando respecto de la pobreza afirma esclarecida, lo siguiente: "La pobreza constituye una violación generalizada a los derechos humanos, en particular de los derechos sociales básicos. Según cifras conservadoras, en México el 42% de la población vive en la pobreza, y casi el 4% vive en pobreza extrema. Según el propio Banco Mundial, la pobreza en México es del 50%. Esta violación generalizada se torna más escandalosa si consideramos que Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, concentra casi el 8% del PIB en México, y que las 38 familias más ricas de México concentran el 14.4% del PIB, mientras que el 10% más pobre (más de 10 millones) recibe el 1.6% del PIB, y el 60% de la población más pobre (más de 60 millones de personas) concentra tan sólo el 27.6% del PIB. Según el PNUD, si se transfiriera tan sólo el 5% del ingreso del 20% más rico de la población en México a los más pobres, saldrían de la pobreza aproximadamente 12 millones de mexicanas y mexicanos" .
Estas cifras, no obstante su carácter conservador, son escalofriantes. Si se observa su procedencia, en la mayor parte de los casos, provienen de organismos oficiales. De manera que, si hay alguna crítica que hay que hacerles, es su tendencia a maquillar la realidad atenuando los índices de pobreza reales que retratarían un mundo verdaderamente dantesco como el que México encarna en medio de la tremenda polarización social y las inhumanas condiciones de injusta explotación del trabajo. Pero pese a todo coadyuvan a revelar, la tremenda concentración del ingreso que existe en nuestro país y que nos invita a luchar movilizadamente con organización ante la urgencia conque debe afirmarse el derecho humano a una vida digna y a detentar un empleo con salario remunerador para todos. Sobre todo, porque en el capitalismo, nos habíamos acostumbrado a sostener que, la peor condición revelada como resultado de la existencia productora y reproductora de la plusvalía social en que el propio capitalismo se sustenta, era la del proletariado en el ortodoxo sentido clásico de la toral reflexión marxista. Y hoy, lamentablemente, sólo hay una condición peor que ser obrero asalariado urbano o rural en éste México desgarrado nuestro. ¿Cuál es ésta? No serlo, dicho así simple y sencillamente hablando, justo cuando el desempleo estructural engrosa las filas de quienes han sido expulsados definitivamente de todo circuito de asalarización. En general, la vigencia de la Declaración Universal de los Derechos Humanos , no tiene tanto que ver con su contenido formal que, en seis décadas, requiere adiciones importantes, sino, sobre todo, con la recuperación amplificada de su espíritu y de la constructiva voluntad que la hizo posible. Sin embargo, acotar y circunscribir la lucha afirmativa por los derechos humanos a las coordenadas intrasistémicas , implica el riesgo de suponer que una presunta iniciativa global, orientada a favor de un capitalismo de reformas, puede conducir a la evanescente idea sobre un posible "capitalismo con rostro humano" en el que no creo y que, económicamente, están ahí los datos para el que quiera extraer conclusiones objetivas de los mismos.
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