domingo, diciembre 07, 2008

“Con el apoyo unánime del poder concertado, Pinochet murió libre, rico e impune”

Entrevista a Rogelio de la Fuente, diputado socialista en 1973

Mario Casasús
El Clarín

En 1973 el doctor Rogelio de la Fuente asumió un curul en el Congreso Nacional como diputado por el Partido Socialista; el mismo año fue preso político y comenzó su exilio en México, extendido durante 35 años. La Universidad Autónoma Metropolitana publicó Detrás de la memoria (2008) un almanaque de historias inéditas, contadas en primera persona. Clarín.cl presenta una invaluable conversación, en la espera que el libro sea editado en Chile.

MC.- ¿Qué hay detrás de su memoria en los 1.000 días de la Unidad Popular?

RF.-Hay un aire de sorpresa, de alegría y entusiasmo, de asombro y de deslumbramiento y una sensación de orgullo nacional por salir de los límites en que estuvimos encerrados siempre. Creo que era un aire de libertad y de vuelo, luminoso y veloz como un relámpago. Eso fue durante los mil días aunque progresivamente aparecieran nubes cada vez más amenazantes y agresivas. Más que fugaces, los mil días fueron como un día, duraron lo que un relámpago y su deslumbramiento fue tan intenso y tan hondo que no tuvimos ojos para ver la nubes de la amenaza sino hasta el final, cuando se fue la luz.

MC.- ¿Denunciaron públicamente y en su momento la amenaza de magnicidio interrumpido por el aparato de inteligencia del Partido Socialista?

RF.- No, porque entregamos toda la información a los organismos políticos y de seguridad superiores, que era lo que correspondía hacer.

MC.- Leí la nómina de pasajeros del avión que los milicos no dejaban salir de Chile: Sergio Maurín (director de la editorial Quimantú); Lisandro Cruz (Ministro de Justicia); René Largo (periodista de la oficina presidencial); Óscar Soto (médico personal de Allende) y usted. ¿De qué hablaron al volar rumbo a México? ¿El doctor Soto les informó del suicidio de Allende?

RF.- Cuando los retenidos subieron al avión, el Dr. Oscar Soto quedó ubicado en un asiento vecino al mío, donde junto con el reencuentro me confió la muerte del Presidente por decisión propia y el relato de la batalla de La Moneda, relato que aparece en su libro “El último día de Salvador Allende”, un testimonio histórico extraordinario.

MC.- El diplomático Gonzalo Martínez Corbalá, el poeta Hugo Gutiérrez Vega, el intelectual Pablo González Casanova y el sociólogo Rodolfo Stavenhagen, a la fecha siguen estudiado la historia y literatura chilena. ¿Todavía frecuenta a los integrantes del primer Comité Mexicano de Solidaridad con Chile/73?

RF.-A quien con mayor frecuencia vemos es al embajador Gonzalo Martínez Corbalá, hemos pedido al Gobierno de Chile le otorgue la ciudadanía honoraria. Al gran poeta Hugo Gutiérrez Vega hace mucho tiempo que no lo veo, pero semanalmente leo su columna en el periódico La Jornada y en ocasiones su poesía, lo que es también una manera de estar en la cercanía de su rica intimidad. A don Pablo González Casanova le pedimos unánimemente que fuera el orador del gran acto conmemorativo del centenario del natalicio del Presidente Allende, como uno de los mejores intérpretes de los valores de humanismo y socialismo desde su altura intelectual y su valiente consecuencia política. Por último, a don Rodolfo Stavenhagen, ahora en Naciones Unidas, va la admiración por su gran ejecutoria en defensa de los pueblos originarios y, por cierto, por su gestión en defensa de los derechos del pueblo mapuche en Chile.

MC.- El pasado 26 de junio, el exilio chileno en México rindió un homenaje al Presidente Allende. ¿Por qué reivindicó las últimas palabras transmitidas por Radio Magallanes?

RF. Lo que reivindiqué fue la autoría de Guillermo Ravest, el director de Radio Magallanes, al que habían escamoteado la verdad histórica, quien con un pequeño grupo de trabajadores salvó “las últimas palabras” del Presidente. Cité textualmente algunas frases de ese histórico mensaje, que no son reivindicables porque son grandes en sí mismas y se han incorporado a la herencia humanista universal. Creo que ese último mensaje es toda una lección de política y moral que pertenece a la humanidad más que al propio Chile, que se ha tardado tanto en oírlas.

MC.- ¿Cómo recuerda la primera experiencia del Comité Político del Exilio en México? ¿La Asociación Salvador Allende en México sería el último eslabón?

RF.-recuerdo poco de la sesión misma; lo que sí me asalta es que al terminar cantamos los himnos nacionales de México y de Chile convencidos de que el retorno ya había comenzado. La Sociedad Salvador Allende es la expresión institucional principal del ex-exilio con la sociedad mexicana, cuyo afecto e identificación allendista, aleja los riesgos de una separación entre nuestros países.

MC.- ¿Las líneas políticas desde Europa desgajaron al exilio chileno en toda Latinoamérica?

RF.-Creo que la palabra desgajaron no es la más adecuada. Lo que yo digo es que las diferencias ideológicas y políticas que existieron durante el Gobierno de la Unidad Popular se repitieron durante años en el exilio con una inmensa fidelidad en la confrontación, para terminar por cambiarse después de años a las antípodas combatidas ayer permutando trincheras y parque en una coincidencia patética que favoreció a la dictadura y nos lesionó dolorosamente.

MC.- ¿El tiempo le dio la razón a Pedro Vuskovic o a Carlos Altamirano?

RF.-El tiempo no da, ni quita la razón. Ambos en distintos tiempos tuvieron razón y sinrazón. Por ejemplo. Carlos Altamirano ha escrito años después, que el programa de la Unidad Popular no era posible de lograr por la vía pacífica por la magnitud de sus objetivos, lo que en apariencia significaría dar la razón a Vuskovic. Digo en apariencia porque su validez estaba condicionada por otros factores que cambiaban a gran velocidad. No hubo tiempo para que Pedro Vuskovic nos diera su visión ya actualizada. Pero yo creo que ambos, como todos los que cumplían responsabilidades dirigentes estuvieron y estuvimos, más que certeros o equivocados, un poco ciegos, un poco sordos y un nada mudos.

MC.- En 2008, se cumplieron 10 años de la detención de Pinochet. ¿Cómo interpreta la transición pactada? y ¿la defensa de la Concertación por la libertad de Pinochet en Londres?

RF.-La transición pactada es un hecho histórico, cuya viabilidad fue dispuesta por el gobierno yanki como el golpe de Estado en 1973. Más que una negociación (ciertamente no fue un Brest Litovsk), fue una rendición casi incondicional. Negociación de lo político en lo formal y en lo secundario (“justicia en la medida de lo posible”); rendición en lo fundamental: (permanencia del sistema neo liberal, preservación de los poderes fácticos y reposición de los intereses norteamericanos). Cada certeza la hemos ido conociendo y tragando a dosis terapéuticas recetadas por los enfermeros de la Concertación. En suma, un triunfo de la reacción, de la oligarquía golpista y del imperialismo por “la vía pacifica”, como lo exigían los nuevos tiempos. Respecto del salvataje internacional del dictador, al igual que en el pacto de la transición, son los términos, acciones y concesiones las que traicionan historia, ética, país, política y derechos humanos, y a los millones de seres que en el mundo dieron asilo y fraternidad a los perseguidos y que volvieron a esperanzarse con la prisión en Londres. Sin la condena internacional, Pinochet se habría ido como honrado y ahorrativo comandante de sus atracos y coimas y con las manos limpias de crimen. Con el apoyo unánime del poder “Concertado”, Pinochet murió libre, rico e impune.

MC.- ¿Por qué el diagnóstico de: “nueva genética social” para la Revolución de los pingüinos? ¿La juventud se encuentra en un hastío por la Alegría que no viene?

RF. Es algo que forma parte de un imaginario nacional. En nuestra historia cada cierto tiempo se suceden excepcionalidades, rarezas históricas. La última es la “rebelión de los pingüinos” ¿Cómo entender que sean unos adolescentes los primeros en escapar al efectivo control ideológico que ejerce el sistema sobre la sociedad, y que sean ellos los que exigen la vuelta de valores sociales destruidos que ellos no conocieron? Lograron un gran éxito y como en ellos esto no tiene memoria, imagino “como si con la adolescencia refloreciera una suerte de genética social de la memoria”.

MC.- Finalmente la poesía, en Detrás de la memoria (UAM, 2008) menciona –en tres oportunidades- a Gonzalo Rojas; háblenos del libro editado por la UAM “¿Quién no cumple 100 años?”

RF.-He tenido el privilegio de conocerlo por cerca de cincuenta años. Fui testigo y participé de la conversación telefónica en la que el maestro Daniel Toledo, director de difusión cultural de la UAM, le solicitó su acuerdo para publicar algunos poemas suyos, a lo que respondió generosamente. Así surgió la idea del libro que materializó la crítica y escritora Fabienne Bradu, presidenta de la Fundación Gonzalo Rojas de México. Admiro la gran poesía y la gran prosa de nuestro poeta nacional como tantos otros en diversos lugares de la tierra. También conozco y admiro sus vigorosos elementos polares: su autonomía y originalidad de siempre, su independencia neuronal y genética, su clara valentía y sus permanencias de joven.

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