Alina Martínez Triay
Este 6 de diciembre Elián González cumple 15 años en su Cárdenas natal, junto a su padre, su familia, sus compañeros de estudios y amigos, con su pueblo.
Resulta difícil relacionar a este adolescente espigado, responsable, estudioso y feliz, con aquel pequeño que miraba triste y retraído a la cámara tras la cerca que rodeaba la casa de una parentela ambiciosa, que en complicidad con la mafia anticubana lo retenía ilegalmente en Miami; el que no podía comprender por qué lo envolvían en una bandera de barras y estrellas que no se parecía en nada a la suya de la estrella solitaria; el que era obligado a decir a los periodistas lo que no sentía; el que cumplió seis años lejos de su hogar, rodeado de regalos ostentosos pero de muchos intereses oscuros; y el que al alzar los ojos al cielo y ver pasar un avión, le gritó aquel deseo surgido de lo más hondo de su angustiado corazón infantil: ¡Llévame pa' Cuba!.
Han pasado nueve años del aciago 22 de noviembre en que fue sacado ilegalmente del país por su madre, lo que dio inició a una de las experiencias más traumáticas vividas por un niño: verla ahogarse en el mar al hundirse la embarcación que los conducía a Estados Unidos; permanecer a la deriva durante largas horas en medio del océano, ser rescatado por personas extrañas y entregado a desconocidos que decían ser familia , pero que en vez de devolvérselo al padre, decidieron explotar la tragedia sin el menor escrúpulo, para armar un show publicitario en contra de la Revolución.
La historia de Elián González comenzó a difundirse con rapidez por los medios internacionales de prensa, pero pronto se convirtió también en noticia la reacción del pueblo cubano ante el silencio y la inacción de las autoridades norteamericanas.
El primer paso lo dieron, el 5 de diciembre de 1999, jóvenes integrantes de las Brigadas Técnicas Juveniles los que realizaron, frente a la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana (SINA) una enérgica protesta contra la retención del niño. La devolución de Elián a su padre y a su patria se convirtió a partir de ese momento en la exigencia de multitudinarias manifestaciones de hombres, mujeres, abuelas, trabajadores manuales e intelectuales, estudiantes, marchas que desbordaban las calles y tribunas abiertas a lo largo y ancho del país; mientras prestigiosos especialistas denunciaban en mesas redondas televisivas la ilegalidad del caso, las presiones sometían al niño para que hiciera rechazo a su padre y sus familiares en la Isla y el daño psíquico que la prolongación del secuestro podía ocasionarle al pequeño.
Fue en medio de esa tremenda ofensiva de masas, que los cubanos ratificaron en la arboleda de Baraguá, su voluntad de resistir y vencer no ya en el campo de las armas, como lo proclamaran un siglo atrás en ese mismo lugar los luchadores por la independencia, sino en el terreno de las ideas..
No se trataba, como se plasmó claramente en el documento, simplemente de la lucha por el regreso de un niño, sino de la lucha por el derecho de cada niño del mundo a no ser secuestrado, arrebatado a sus familiares más íntimos, más cercanos y más legítimos; a no ser desarraigado de la cultura y de la Patria donde nació y vivió los primeros y más tiernos años de su vida, ni de los que le enseñaban las primeras letras o atendían con esmero su salud, o de los primeros niños con los que se relacionó y jugó. Hasta el paisaje que impregnó las primeras imágenes del mundo exterior y de la naturaleza que captaron sus ojos le fue arrebatado.
Semejante abuso contra un niño indefenso no podía tolerarse. Y fueron siete largos meses de constante batallar hasta que se consiguió el regreso de Elián a la patria. Todo el país vibró de emoción cuando el padre, Juan Miguel González, bajó con su hijo del avión que lo devolvía para siempre a suelo cubano.
Un destacado colega ya fallecido, Guillermo Cabrera, afirmó con justeza que esa victoria tenía hijo y padres, en alusión a Elián, Juan Miguel a y todo el pueblo cubano, e indicó también que la derrota en este caso no era huérfana porque tenía como responsables a la parentela y a la mafia contrarrevolucionaria miamense.
Fue este el primer episodio de una gran batalla de masas en la que las armas son sustituidas por la conciencia, por las ideas, por la ética y que tiene entre sus grandes objetivos la liberación de los cinco antiterroristas cubanos injustamente encarcelados en Estados Unidos; la lucha contra la asesina Ley de Ajuste cubano que estimula la emigración ilegal hacia Estados Unidos, causante de experiencias tan lacerantes como la vivida por Elián González; el reclamo de que cesen el bloqueo y la guerra económica impuesta por Washington a Cuba durante casi medio siglo; la lucha contra las consecuencias de la seria y grave crisis económica que padece el mundo; por salvar al medio ambiente, por la paz, y por avanzar cada día más en la educación y la cultura integral de los cubanos.
Ese combate se ha concretado además en 200 Programas de la Revolución que incluyen importantes transformaciones en el sector de la educación, la cultura y la edificación de numerosas obras sociales.
En su último cumpleaños, Elián le escribió un mensaje a Fidel en el que le expresaba que para las personas de su municipio, la Batalla de Ideas había convertido a Cárdenas en una ciudad mejor; porque cada año se reparaban centros, se creaban nuevos lugares para el beneficio de todos, se ampliaban los servicios de salud, surgían nuevas instituciones de enseñanza y culturales.
Ese es el saldo material que ha dejando en muchos otros territorios del país una Batalla en la que las victorias son el resultado de un pensamiento constructivo a favor de todos y que hizo posible que aquel niño por cuyo rescate se levantó todo un pueblo pueda cumplir con alegría y en su tierra sus quince años.
http://www.trabajadores.cu/materiales_especiales/columnistas/alina-martinez-triay/los-quince-de-elian
Resulta difícil relacionar a este adolescente espigado, responsable, estudioso y feliz, con aquel pequeño que miraba triste y retraído a la cámara tras la cerca que rodeaba la casa de una parentela ambiciosa, que en complicidad con la mafia anticubana lo retenía ilegalmente en Miami; el que no podía comprender por qué lo envolvían en una bandera de barras y estrellas que no se parecía en nada a la suya de la estrella solitaria; el que era obligado a decir a los periodistas lo que no sentía; el que cumplió seis años lejos de su hogar, rodeado de regalos ostentosos pero de muchos intereses oscuros; y el que al alzar los ojos al cielo y ver pasar un avión, le gritó aquel deseo surgido de lo más hondo de su angustiado corazón infantil: ¡Llévame pa' Cuba!.
Han pasado nueve años del aciago 22 de noviembre en que fue sacado ilegalmente del país por su madre, lo que dio inició a una de las experiencias más traumáticas vividas por un niño: verla ahogarse en el mar al hundirse la embarcación que los conducía a Estados Unidos; permanecer a la deriva durante largas horas en medio del océano, ser rescatado por personas extrañas y entregado a desconocidos que decían ser familia , pero que en vez de devolvérselo al padre, decidieron explotar la tragedia sin el menor escrúpulo, para armar un show publicitario en contra de la Revolución.
La historia de Elián González comenzó a difundirse con rapidez por los medios internacionales de prensa, pero pronto se convirtió también en noticia la reacción del pueblo cubano ante el silencio y la inacción de las autoridades norteamericanas.
El primer paso lo dieron, el 5 de diciembre de 1999, jóvenes integrantes de las Brigadas Técnicas Juveniles los que realizaron, frente a la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana (SINA) una enérgica protesta contra la retención del niño. La devolución de Elián a su padre y a su patria se convirtió a partir de ese momento en la exigencia de multitudinarias manifestaciones de hombres, mujeres, abuelas, trabajadores manuales e intelectuales, estudiantes, marchas que desbordaban las calles y tribunas abiertas a lo largo y ancho del país; mientras prestigiosos especialistas denunciaban en mesas redondas televisivas la ilegalidad del caso, las presiones sometían al niño para que hiciera rechazo a su padre y sus familiares en la Isla y el daño psíquico que la prolongación del secuestro podía ocasionarle al pequeño.
Fue en medio de esa tremenda ofensiva de masas, que los cubanos ratificaron en la arboleda de Baraguá, su voluntad de resistir y vencer no ya en el campo de las armas, como lo proclamaran un siglo atrás en ese mismo lugar los luchadores por la independencia, sino en el terreno de las ideas..
No se trataba, como se plasmó claramente en el documento, simplemente de la lucha por el regreso de un niño, sino de la lucha por el derecho de cada niño del mundo a no ser secuestrado, arrebatado a sus familiares más íntimos, más cercanos y más legítimos; a no ser desarraigado de la cultura y de la Patria donde nació y vivió los primeros y más tiernos años de su vida, ni de los que le enseñaban las primeras letras o atendían con esmero su salud, o de los primeros niños con los que se relacionó y jugó. Hasta el paisaje que impregnó las primeras imágenes del mundo exterior y de la naturaleza que captaron sus ojos le fue arrebatado.
Semejante abuso contra un niño indefenso no podía tolerarse. Y fueron siete largos meses de constante batallar hasta que se consiguió el regreso de Elián a la patria. Todo el país vibró de emoción cuando el padre, Juan Miguel González, bajó con su hijo del avión que lo devolvía para siempre a suelo cubano.
Un destacado colega ya fallecido, Guillermo Cabrera, afirmó con justeza que esa victoria tenía hijo y padres, en alusión a Elián, Juan Miguel a y todo el pueblo cubano, e indicó también que la derrota en este caso no era huérfana porque tenía como responsables a la parentela y a la mafia contrarrevolucionaria miamense.
Fue este el primer episodio de una gran batalla de masas en la que las armas son sustituidas por la conciencia, por las ideas, por la ética y que tiene entre sus grandes objetivos la liberación de los cinco antiterroristas cubanos injustamente encarcelados en Estados Unidos; la lucha contra la asesina Ley de Ajuste cubano que estimula la emigración ilegal hacia Estados Unidos, causante de experiencias tan lacerantes como la vivida por Elián González; el reclamo de que cesen el bloqueo y la guerra económica impuesta por Washington a Cuba durante casi medio siglo; la lucha contra las consecuencias de la seria y grave crisis económica que padece el mundo; por salvar al medio ambiente, por la paz, y por avanzar cada día más en la educación y la cultura integral de los cubanos.
Ese combate se ha concretado además en 200 Programas de la Revolución que incluyen importantes transformaciones en el sector de la educación, la cultura y la edificación de numerosas obras sociales.
En su último cumpleaños, Elián le escribió un mensaje a Fidel en el que le expresaba que para las personas de su municipio, la Batalla de Ideas había convertido a Cárdenas en una ciudad mejor; porque cada año se reparaban centros, se creaban nuevos lugares para el beneficio de todos, se ampliaban los servicios de salud, surgían nuevas instituciones de enseñanza y culturales.
Ese es el saldo material que ha dejando en muchos otros territorios del país una Batalla en la que las victorias son el resultado de un pensamiento constructivo a favor de todos y que hizo posible que aquel niño por cuyo rescate se levantó todo un pueblo pueda cumplir con alegría y en su tierra sus quince años.
http://www.trabajadores.cu/
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