MÉXICO D.F., 11 de febrero (apro).- En últimas fechas hemos escuchado que la derrota del gobierno calderonista en la guerra contra el narcotráfico demuestra, al mismo tiempo, el fracaso del Estado. Pero más allá de esto, lo que es claro es la existencia de un Estado paralelo al servicio de los carteles de la droga.
Hace algunas décadas, quizá 30 años, cuando empezaban a surgir con fuerza los primeros narcotraficantes en México, en estados bien localizados como Sinaloa y Tamaulipas, las redes de poder que entonces tenían eran pocas y se registraban entre algunos policías y autoridades locales menores.
Conforme los narcos mexicanos fueron desplazando a los colombianos que tenían al país como lugar de tránsito, su poder no sólo se fue ampliando en todos los estados, sino que se fue filtrando en la estructura de poder político y económico.
La detención, en 1977, del general de división Jesús Gutiérrez Rebollo, excomisionado del desaparecido Instituto Nacional para el Combate a las Drogas (INCD), por vínculos con el fallecido Amado Carrillo Fuentes, fundador del cártel de Juárez, así como la del gobernador de Quintana Roo, Mario Villanueva Madrid, el 24 de mayo de 2001 tras una fuga de dos años, comprobaron que el narcotráfico ya estaba dentro de algunos gobiernos locales y en el Ejército.
Poco a poco, como la humedad, los distintos grupos de narcotraficantes se fueron apoderando de espacios políticos, públicos, de gobierno hasta convertirse en autoridad en algunas zonas de Chihuahua, Tamaulipas, Sinaloa, Guerrero, Michoacán, Estado de México donde literalmente gobiernan a través de su propia estructura.
La derrota en la lucha contra el narcotráfico en México no solamente se refleja en un mayor consumo de enervantes o en las ejecuciones diarias que han aumentado desde que el PAN llegó a la Presidencia de la República, sino en la existencia de una estructura de poder paralela a la que tiene el estado.
Los grupos del narcotráfico tienen su ejército, sus propios policías, su equipo de inteligencia y espionaje, a sus propios financieros con los que estudian el mercado. Además, ya cuentan con gobiernos locales a los cuales apoyan o intimidan para manejarlos a su antojo, apoyan a candidatos a diputaciones y alcaldías, y hay empresarios y hasta banqueros que cierran los ojos ante el lavado de dinero y otros más los abren cuando ven las enormes cantidades que llegan para inyectar millones al mercado. Es decir, que su poder es tan fuerte que ya ha desafiado al estado mexicano en varios aspectos poniendo en entredicho el funcionamiento de las instituciones.
Por ejemplo, el narcotráfico tiene su ejército propio formado por los Zetas, kaibiles y maras salvatruchas. No hace falta recordar que el grupo de los Zetas se formó de militares mexicanos que desertaron del Ejército para pasarse al cártel del Golfo, mientras que los kaibiles y algunos de los maras son igualmente militares de Guatemala y El Salvador, respectivamente, que vendieron sus servicios a los carteles mexicanos.
Este ejército cuenta con armas de alto poder, servicios de inteligencia, logística y personal profesional entrenado para el combate. Los Zetas han crecido tanto que ya formaron su propia organización que igualmente trafica con droga a nivel nacional y en otros países (España e Italia), vende protección a pequeños y medianos empresarios en varios estados y disputa el territorio a otros carteles. Es el ejército convertido en narcotráfico.
En la parte política son evidentes los amplios márgenes de influencia y la maniobrabilidad que tienen los distintos grupos en varias regiones del país. Para estas elecciones, por ejemplo, el IFE y algunos partidos han detectado zonas en las cuales no se meterán a hacer campaña y el Ejército y el CISEN han decidido investigar a candidatos de algunas zonas controladas por el narcotráfico.
En varios municipios fronterizos de Tamaulipas y en otros de la zona serrana de Chihuahua y Guerrero, es evidente el poder que tiene el narcotráfico. Se sabe de localidades donde existe una especie de toque de queda en las noches y nadie se atreve a salir.
No es aventurado decir que en algunas de estos municipios es el narcotráfico quien gobierna pues tiene en sus manos al poder público, a la policía y genera empleos que impulsan a la economía local.
Por eso es que se habla de la existencia de un estado paralelo, en el cual la seguridad, el gobierno, la economía y el territorio esta controlado por los cárteles de la droga. Y eso, al final, es la prueba del fracaso del Estado mexicano que encabeza el gobierno de Felipe Calderón.
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