Año 6, número 2581
Jueves 23, abril del año 2009
Al igual que por éstas fechas hace cien años, vientos prerrevolucionarios soplan hoy sobre la geografía humana de México. Esos vientos --nacientes tornados-- tienen identidad: los mineros de Cananea, el desempleo rampante, las fuerzas político-militares del Ejército Popular Revolucionario, los indígenas zapatistas de Chiapas, la resistencia civil pacífica, el pueblo de Oaxaca, etcétera.
Esos vientos han estado cobrando fuerza desde hace varias generaciones, pero ha sido en los últimos sexenios –desde el de Carlos Salinas, de tristísima celebridad, al actual, el de Felipe Calderón, desfilando patéticamente por los de Ernesto Zedillo y el inimitable, por grotesco y demente, Vicente Fox-- en donde adquieren, no sin dramatismo, intensificación.
Son, pues, ventoleras intensas. Y como hace un siglo -- tal vez un poco más de cien años, 105 ó 110--, sufren una mutación dialéctica en concordancia con los imperativos de la historia de la humanidad y, en el caso concreto, del devenir histórico del pueblo de México. La intensidad de los vientos prerrevolucionarios zigzaguea de menos a más. Pero no es un viento errático. No.
Es un viento que busca salidas a las presiones de la opresión, cuya muestra más dramática es la crisis ocurrente de la descomposición social, política, económica y hasta cultural del poder político del Estado mexicano, opuesto en los hechos a su elemento constitutivo superior y más importante, el pueblo, al que en teoría está subordinado.
Es un viento que en su zig zag toca a todos los estratos y grupos de las clases sociales de México, lo cual explicaría, sociológicamente, ese zigzagueo. Ello plantea desafíos al discernimiento, la definición y la comprensión del fenómeno: es un movimiento societal que va calando hondo en la psique colectiva, extendiéndose transversalmente en el alma popular.
Por supuesto, los procesos sociales de reivindicación y transformación estructural y superestructural no son de combustión espontánea y corta, sino que tienen causales profundas, subyacentes, que van acumulándose y creando presión hasta hallar una espita por la cual salir, en catarsis telúrica violenta. Su desenlace ruptura y destruye para construir y reconstruir.
Y si bien los movimientos sociales no surgen de combustiones espontáneas y sí, por lo contrario, tienen causales históricistamente localizadas con precisión e identificables, también es cierto que su desenvolvimiento puede ser tan largo como luenga haya sido su gestación. Los vientos prerrevolucionarios de hoy se han estadoi gestando desde 1940, si no es que antes.
El historicismo permite remitirnos a esas fechas. Además, también nos permite establecer otra peculiaridad histórica: la continuidad de los movimientos sociales, por lo que se puede decir sin exagerar que la lucha prerrevolucionaria actual es una fase de reagrupación de ímpetus y energías y adecuación táctica de un proceso histórico iniciado mucho antes, sin duda, de 1810.
En efecto, desde los tiempos de la existencia del ente jurídico colonial que se conoció como Nueva España hasta nuestros días, el pueblo de México ha estado en lucha constante en muchas trincheras y escenarios coyunturales de la vida social (hoy, en sindicatos independientes, asociaciones políticas de hecho, Etc.) contra el poder político del colonialismo interno y externo.
En lo interno, el desarrollo y crecimiento de los vientos prerrevoplucionarios débese a la agudización sin duda espectacular de las contradicciones. Hoy, las condiciones favorables al cambio revolucionario tienen correspondencia con liderazgos gremiales y sociales que trascienden ámbitos locales y regionales y están influyendo en lo nacional. Hay condiciones y hay líderes.
Si las luchas históricas del pueblo de México se divide en fases y etapas de un proceso contínuo que, como díjose, se remonta a la Nueva España, el opresor sigue siendo el mismo, mutando sólo de máscara: antes, la Corona española; hoy, el poder político del Estado mexicano, cuya naturaleza conservadora –desde Carlos V a la fecha-- nos oprime y reprime.
Identificaríamos otros componentes añadidos: quienes nos gobiernan hoy son los descendientes de los conquistadores y colonizadores españoles, pues con la excepción de Benito Juárez los indígenas no han encabezado el poder político del Estado mexicano desde la Independencia. El pueblo indígena y mestizo no está representados allí, sólo simbólicamente. . .
Dado lo descrito aquí, los agentes catalizadores de la ventolera prerrevolucionaria son las políticas de desarrollo social, económico y político diseñadas por el poder político del Estado mexicana bajo premisas de un modelo neoliberal, que es la guisa más brutal del capitalismo que nutre al colonialismo interno y a su dependencia del imperialismo estadunidense.
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