Jorge Carrillo Olea
Todos lo niegan pero todos lo hacen. No estoy hablando del pecado carnal que tanto asusta de dientes para afuera a los de la derecha extrema. Me refiero a los que son, sin confesarlo, escondidos, sin orgullo y con vergüenza, miembros formales o no de la Organización Nacional del Yunque, o simplemente El Yunque, la organización medieval que los acoge, o en otras latitudes miembros de La Sagrada Familia. Nunca aceptan su filiación.
Sus miembros visibles más prominentes dentro del PAN no son en realidad los auténticos dirigentes cupulares, éstos no se ven. Así, los dos funcionarios principales y otros más resultan simplemente las marionetas de un movimiento mayúsculo que no va tras las elecciones simplemente: va por el país en sus términos históricos, filosóficos, políticos y materiales, un poder siniestro tras telones.
Sus nombres al final poco importan, importa más su caracterización con sus valores de siempre: el catolicismo más rancio, el poder económico, su elitismo, el desprecio por las culturas ancestrales, su obsecuencia ante lo extranjero, una gran insinceridad en todos sus actos, deshonestos y corruptos como nunca se había visto, pero sobre todo exhibiendo su doble discurso y su doble moral.
Se escabullen, son ambiguos, pueden armonizar el misticismo, sin rubor alguno, con lo que ellos asumen como pecado. Son practicantes a fondo de lo que hasta ayer eran sus banderas de crítica hacia otros partidos y que hoy las han tomado en propiedad y explotado. Lo que antes les asustaba hasta el golpe de pecho, hoy es su práctica cotidiana.
En su ejercicio de gobierno, han acreditado tibieza, ignorancia, ineptitud, voracidad por el poder, uso inescrupuloso de los bienes oficiales a su servicio y en los procesos electorales, no presentan ideas consistentes, menos progresistas, sólo pedestres agresiones. Sólo predican la vigencia de los valores eternos, los valores jurídicos sustituidos por la moral católica. Siguen, como centro de su dialéctica, reprobando la planeación familiar, el uso del condón como instrumento de la higiene sexual; condenan a los homosexuales, como si entre ellos no los hubiera; se oponen al replanteamiento del aborto, a las sociedades de convivencia, a la unión libre, a los derechos de minorías, a la educación laica. En una palabra: desconocen el paso del tiempo y cómo ello es incompatible con un Estado moderno. Todo lo miran con estrechez, todo a través de un catolicismo, también, por cierto, totalmente desfasado
Sería interesante saber en términos precisos qué es lo que plantearían como atractivo electoral. Cuando el mundo está estremecido por un cambio de cultura, un cambio de edad histórica, como el que lo llevó de la Edad Media al Renacimiento, ellos prohíben besarse en la calle, el uso de ropa atrevida o los desfiles del orgullo gay y sandeces como ésas. La ultraderecha busca ante todo la toma del poder, una vez ahí, se proponen la perpetuación para beneficiar política y económicamente a su grupo compacto, bajo el pretexto de la instauración de la causa con el amparo de Cristo Rey. Olvidan que históricamente a la derecha mexicana siempre le toca la de perder.
Se habla entonces, de una conspiración conducida por El Yunque para mantenerse en el poder, tomando artificiosamente los principios básicos de catolicismo. Los miembros de la organización, que lo son también de muchas cofradías, están incrustados en diversas instancias de gobierno.
Como se observa, a diferencia de las altas miras de una derecha racional e inteligente, como la alemana o la chilena, está la chabacanería de la ultra nuestra, y ante su cerrazón ha sido imposible una relación constructiva con la Democracia Cristiana, hija de la Rerum Novarum, de León XIII, con sus diversas interpretaciones, imán universal de un ala atendible de la derecha.
En el fondo se han apropiado del acrónimo del PAN y de sus principios fundacionales, pero no los siguen, los traicionan a cada paso, son simples descendientes del sinarquismo; siguen siendo simplemente los fanáticos cristeros de hace décadas o los que como fuerza que se opone, hicieron posible una definición firme del México liberal, progresista y justo que se dio en nuestra Constitución de 1857.
La extrema derecha mexicana, escondiendo su verdadero rostro tras el anonimato, acechando, infiltrando, adoctrinando y fanatizando a quienes llegan a confiar en ellos; maquinando sus planes tras las sombras y usurpando siempre el fervor religioso de seguidores bien intencionados, sus dirigentes, así como sus más incondicionales militantes, presentan para la incipiente democracia mexicana uno de sus más grandes desafíos al inicio del tercer milenio.
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