Ricardo Rocha
Detrás de la Noticia
Yo digo que si no vamos a las urnas, otra vez nos van a ganar los mismos abusivos de siempre: los delincuentes de cuello blanco
Yo digo que dentro de un mes demos una gran muestra de fuerza ciudadana.
Yo digo que estamos moralmente obligados a homenajear a todos los que a lo largo de 200 años han dado su vida por la libertad, la justicia y la democracia.
Yo digo que, a propósito, hoy es Jueves de Corpus.
Yo digo que ni la crisis económica ni el desempleo ni la incertidumbre ni la tragedia de Hermosillo nos deben amedrentar o abatir.
Yo digo que la rabia se manifiesta en las calles y no encerrados en nuestras casas.
Yo digo que con la abstención perdemos todo, todos. Yo digo que con la participación ganamos algo, todos.
A ver: no se trata de la polémica sobre la anulación del voto. Ni del voto en blanco. Mis respetos a quienes así lo decidan: a lo que voy es a la predicción de abstencionismo que según los expertos puede llegar a 65%; es decir, dos de cada tres ciudadanos pazguatos aplastadotes en su casa frente a la tele o encervezados en el restaurante mientras el otro de esos tres decide por todos; con el riesgo, por supuesto, de que sea un enviado específico de alguno de los partidos de los que tanto nos quejamos.
Yo digo que si no vamos a las urnas, otra vez nos van a ganar los mismos abusivos de siempre: los delincuentes de cuello blanco; los violadores de leyes y niños; los avorazados que hacen negocios seguros al amparo del poder; los que perpetraron matanzas como Acteal y Aguas Blancas; los que cerraron nuestros institutos productores de vacunas; los que desde sus oficinas magníficas generan más pobres cada día; los que han saqueado durante tantos años a este país; los que quieren robarnos el futuro; vamos, las ratas de dos patas, que diría la filósofa política Paquita la del Barrio.
Es muy en serio. No podemos dejarnos embozalar por los pillastres de cuarta; tenemos que ser ciudadanos de primera: ¡a las urnas!
Yo digo que podríamos darles una desagradable pero muy merecida sorpresa a los agoreros del desastre democrático.
Yo digo que ya es hora de decirles que estamos hartos de que decidan por nosotros.
Yo digo que ya es tiempo de restregarles en la cara que no nos pueden seguir engañando.
Yo digo que hay que decirles a las claras que este país es patrimonio de todos y no de unos cuantos.
A ver otra vez, yo ni loco intentaría imponer nada, sólo sugiero: por qué no, para empezar, ejercitamos la democracia ciudadana y en corto; discutámoslo en casa, en la oficina, con los condiscípulos, con los cuates. Ir a las urnas, como una posibilidad de expresar un esfuerzo por escoger alguna de las opciones, aunque ninguna de ellas nos deslumbre. Ir a las urnas para enviar un mensaje muy claro a los hombres y mujeres del poder de que no somos una masa informe sino la suma de individuos pensantes y actuantes.
Ir a las urnas para votar por quien se quiera. O para dejar claro nuestro rechazo con la anulación del voto. Para anotar el nombre de algún ciudadano honesto, de los que jamás son considerados por los partidos. O para escribir que “así no” o lo que se quiera. Pero ir a las urnas. Yo digo, ¿no?
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