Carlos Fernández-Vega
Ni granos básicos ni soberanía alimentaria
México no cuenta en Vancouver
El gran hueco de los Pidiregas
Plácidamente reunidos en Vancouver, los representantes comerciales de México, Estados Unidos y Canadá "evalúan" y dan "seguimiento" al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), puesto en marcha 13 años atrás. Entre sonrisas, esa trinca dedicará dos días de su apretada agenda a "supervisar" este mecanismo y, si ello es posible, "perfeccionar" algunos aspectos de la liberalización total del comercio de bienes, servicios y capitales entre las tres naciones.
Se escucha muy bonito el amable ambiente de cordialidad y entendimiento entre las tres naciones, de acuerdo con la versión oficial, pero por treceavo año consecutivo la representación mexicana ni por aproximación abordará uno de los asuntos más importantes y delicados para sus supuestos representados: el migratorio, amén de que faltando un cuarto para las 12 no incluyó en la agenda otro tema que, por sus consecuencias políticas, económicas y sociales, se vislumbra como una de las grandes prioridades nacionales, o lo que es lo mismo la apertura total, en el arranque de 2008, de las importaciones de maíz, entre otros.
Oficialmente, la Secretaría de Economía divulgó que su titular, Eduardo Sojo, "no abordará el asunto de la desgravación total de maíz, frijol, azúcar y leche en polvo pactados para 2008, sino temas como la competitividad, relaciones multilaterales y prioridades" (entre las que obviamente no se encuentran los granos básicos, ni la soberanía alimentaria) para ese mismo año. En resumidas cuentas, para la "continuidad" es más importante cuidar los intereses estadunidenses en su patio trasero (seguridad y abasto energético, en el marco del ASPAN, en primera línea) que cuidar los de la mano de obra mexicana en Estados Unidos y, a escasos meses de que suceda, los de los productores agrícolas nacionales y garantizar una apertura equilibrada y paulatina de las importaciones.
Es la misma práctica de los cuatro gobiernos involucrados desde que el TLCAN entró en operación, el primero de enero de 1994. A lo largo del periodo, la cuarteta ni siquiera ha escuchado a quien siempre escucha, ni atendido las recomendaciones que con rigor religioso siempre atiende, es decir, las del Banco Mundial, que desde 2003, cuando menos, ya advertía que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte "ha tenido efectos positivos en México, pero podrían haber sido mejores; no basta para lograr la convergencia económica con Canadá y Estados Unidos, incluso en el largo plazo; las esperanzas de que México daría pasos agigantados para alcanzar a Estados Unidos se vieron reducidas por la insuficiente inversión en educación, innovación e infraestructura, así como la baja calidad institucional, un término que abarca la rendición de cuentas, la eficacia regulatoria, el control de la corrupción y temas afines".
Más actual, el balance que el propio organismo financiero (supuestamente) multilateral hizo en diciembre pasado (publicado por La Jornada) sobre el famoso tratado y su impacto real para el país, cuando subrayaba, por medio de algunos de sus funcionarios, como Danny Leipziger, vicepresidente y jefe de la red de reducción de la pobreza del organismo, que el TLCAN "no es una opción de crecimiento para México; ya se le acabó lo bonito; los objetivos que se podían lograr con ese acuerdo ya se alcanzaron, y hay que repensar la situación; mientras en el país la opción del gobierno federal es profundizar la integración con Estados Unidos, como se ha planteado en el terreno energético, México ya no debe concentrarse tanto en Estados Unidos".
Pero la "continuidad" mantiene la línea de los tres gobiernos anteriores: primero los intereses y las necesidades de allá (seguridad y abasto energético) y después, si sobra tiempo, los y las de acá.
Las rebanadas del pastel
De un tímido lector, que prefiere no ser identificado: "como se vislumbra ahora, los Pidiregas serán otro gran hueco de las finanzas nacionales. Por lo tanto, es conveniente empezar a documentar bien, además de las cifras, las razones del esquema. Recuerdo que una de ellas era que las inversiones se pagarían por sí solas: del flujo y ahorro de dineros que generarían al iniciarse la operación comercial (commissioning). Se asumía que se le rembolsarían a la empresa para amortizar el proyecto. Otro recuerdo es el Proyecto Cadereyta otorgado al consorcio coreano Sunk Yong para plantas nuevas, ductos y mejoramientos en varias refinerías. Esta lo ganó por una diferencia del 3-5 por ciento a Bufete Industrial en costo directo, alrededor de mil 200 millones de dólares y casi mil 900 millones de costo total con financiamiento. Estuve en Corea negociando con SY equipos nacionales, donde la clave eran costos ínfimos. Sin confesarlo, me enteré que su interés principal eran unas válvulas especiales (property) aprobadas por los licenciantes de los procesos y que se empezaban a fabricar en México sin la aprobación. El resultado lo vemos ahora a más de 10 años: costo total a más del doble, calidad pobre, retraso en la operación comercial, corrupción y demanda sin fin. Hay otros proyectos mayores que deben ser sujetos a investigación, pero lo que no debemos olvidar en el recuento es a los responsables. Otro que me llamó la atención fue el proyecto de Inyección de Nitrógeno a Cantarell otorgado a BOC de Inglaterra, buena calidad y a tiempo pero extremadamente caro. En el caso de Cadereyta la responsabilidad recae en Jaime Mario Willars, subdirector en esa época, como ya han mencionado algunos comentaristas"... Y una vez desaparecida el águila republicana y el Hemiciclo a Juárez de los billetes de 20 pesos, la "solidez del sistema financiero" que tanto presume el inquilino de Los Pinos hay que agradecérsela a los mexicanos todos, que de sus bolsillos han salido, salen, los recursos para su apuntalamiento.
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