Julio Hernández López
Felipe Calderón está demostrando una gran capacidad para ser él mismo y otro, al mismo tiempo. Así, le es posible recomponer la figura y acercarse petrolera y diplomáticamente al mismo Hugo Chávez, al que en campaña electoral denostó al ponerlo de ejemplo, con dedicatoria para el candidato mexicano de moderada izquierda, de lo que los ciudadanos no deberían tener en mente a la hora de ir a las urnas. No ha creído el licenciado de Michoacán que sea necesaria ni siquiera una explicación o corrección ante su público prosélito: el malvado personaje usado como coco de los niños votantes ahora es un reciclado recurso dizque inteligente con el que el impugnado presidente formal de México estaría cerrando el ciclo de legitimación internacional desde el flanco izquierdo ¡oh, sí, cuánta habilidad política concentrada en tan pocas manos!
La conducta política simultáneamente contradictoria del felipismo tendrá próxima expresión protocolaria televisada cuando en México y en Caracas sean firmados los documentos que dan nuevo impulso al llamado Pacto de San José. Hugo y Felipe no se tomarán directamente la foto, pero las nuevas tecnologías darán por unido lo que esperan que Fox no separe. Sonrisas, saludos y "gestos" de avenimiento que durarán hasta que el fiscal general de México se dé cuenta de que ha abierto la puerta al activismo chavista que no reconoce fronteras. Manolo espinoso y Chente espinado aguardarán, rencorosos, a que suceda algún incidente que devuelva a F.C. a la condición de caballerito no cachorro pero sí cabalgante en monturas imperialistas de ultraderecha, que necesariamente chocan con el fondo y la forma de lo que hace y dice el provisionalmente rehabilitado Hugo El Travieso.
Otra simultaneidad política se ha producido con el curioso convenio aduanero firmado por autoridades gringas y mexicanas que se han desvivido en adjetivos y retórica para demostrar que con papeleos como ése pueden combatir la corrupción y poner trabas a terrorismos y otras desgracias globalizadas. Los buenos deseos éticos se topan con la cada día más evidente realidad de las pillerías institucionalizadas que se han dado justamente en esa área de las aduanas, convertida en negocio de los agradecidos amigos de Francisco Gil Díaz y de familiares de fortuna sexenal, como los hijos de la señora Marta y algunos allegados al señor Vicente. No hubiera estado mal que para dar fe de ese convenio de higiene burocrática se hubiera invitado a un mexicano con autoridad en la materia, el señor Zhenli Ye Gon, muy conocedor del tema.
Los mundos paralelos felipistas también se manifiestan en la maniobra sincrónica con que legisladores panistas pretenden modificar reglas para que el informante del próximo primero polemice con sus presuntos anfitriones. Como es sabido, los partidos miembros del Frente Amplio Progresista desconocen la legitimidad de Calderón como Presidente de la República, de tal manera que las bancadas legislativas de esas agrupaciones no deben discutir con él los pormenores de su actuar, considerado espurio. De manera tramposa, el funcionario no reconocido trata de aparentar que le mueve un sano propósito reformista al colocarse en disposición de discutir con diputados y senadores de todos los partidos, cuando sabe que el segmento al que van dirigidas sus bravatas no habrá de concederle el triunfo de un debate que en los hechos sería la aceptación de su condición de gobernante válido.
En el principal de esos partidos formalmente contrarios a Calderón se está en camino de la toma de decisiones fundamentales. Coexisten en el Partido de la Revolución Democrática varias expresiones políticas que más allá de sus diferencias específicas deben resolver la ruta que seguirán durante el resto del sexenio calderonista. Esencialmente hay dos grandes corrientes: una, la que estructuralmente tiene más fuerza, denominada Nueva Izquierda, conocida popularmente a partir del hipocorístico de sus principales jefes, los Chuchos; otra, la que en términos generales se mueve alrededor de la figura de Andrés Manuel López Obrador. No se trata sólo de alineaciones a partir de afectos personales, sino de visiones respecto de lo que debe ser y hacer la izquierda partidista en momentos como el actual.
En las discusiones formales del próximo fin de semana estarán presentes los fantasmas del diálogo, la negociación y el acuerdo con una realidad política concreta como es el gobierno calderónico. La mera posibilidad de que haya entendimiento en temas como la dizque reforma fiscal, o modificaciones legales en Pemex, ha provocado en López Obrador una drástica postura de rechazo, llevada incluso a términos casi infantiles* de negativa de saludo ("que ni me den la cara", ha añadido) a quienes participen de esos intentos de negociación. Más allá de la manera específica en que AMLO enfrenta los vaivenes de quienes desde el PRD se ven tentados por el demonio de los acuerdos políticos con el régimen considerado ilegítimo, esa elite de izquierda burocrática habrá de trazar en estos días un esbozo de nuevo rostro: colaboracionista o persistente en el rechazo al calderonismo, PRD o redes ciudadanas credencializadas, PRD con AMLO o AMLO por su lado, Chuchos o Encinas. El PRD frente a su espejo o frente al que es peje. Simultaneidades en busca de definición.
*Julio Loaeizado
Y, mientras el profesor Benjamín Cortés Valadez hace llegar una décima intitulada En apoyo al cardenal, las marchas no son un mal, en la que dice: "Mil ovejas descarriadas/ vitorearon a Norberto/ pero sabemos, de cierto,/ que le fueron acarreadas;/ y él, entre dulces miradas/ lo aceptó al decir: 'Rebaño,/ por favor, no temas daño.' Se nota entonces bien claro/ que él también pedirá amparo/ con marchas de buen tamaño", ¡hasta mañana, en espera de los chivos expiatorios con que Ulises Ruiz pretende decir -en un plazo no mayor de 10 días, según eso- que está castigando a quienes golpearon salvajemente el pasado 16 de julio a Emeterio Merino Cruz Vázquez!
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